LIGERO DE EQUIPAJE

Carlos Ruiz Zafón enseñó a los escritores de qué manera tozuda nuestras obras nos sobreviven, convirtiéndose en nuestro legado, queramos o no

tal que explica como ninguna la victoria de encontrar la metáfora perfecta, la palabra precisa. Deja la inyección que todo creador necesita para saber dónde mirar y dedicar el tiempo que haga falta para contar lo que ves.

Eso queda, queda Carlos, lo que se ha ido a la papelera son los horarios y una tristeza tremenda por perder a un enemigo que sólo lo era para hacerme ser mejor.

Cuando salía del funeral de su admirado Lubitsch, alguien se acercó a Billy Wilder para decirle: «Es una tragedia… Ya no habrá más Lubitsch».

A lo que Wilder contestó: «Hay una tragedia aún mayor: Ya no habrá más películas de Lubitsch».

Las personas somos muchas cosas, los abrazos, las llamadas, los desplantes, aquello que somos o no capaces de perdonar y lo que hemos sido capaces de tolerar. Los autores somos, además, nuestra obra. Por mucho que no la hayamos escrito pensando en su permanencia, el propio Carlos nos enseñó de qué manera tozuda nos sobreviven convirtiéndose en nuestro legado queramos o no. Y creo que eso se me queda corto con Carlos.

Ojalá encontrase la puerta mágica que me llevara al cementerio de los libros que Carlos Ruiz Zafón aún tenía por escribir.