ABC - Cultural

Sobre encontrar un lugar en el mundo

Conmovedor­a y bella es la historia que recorre Un diálogo interior que desgrana un complejo tapiz familiar

- LAURA FERRERO

Jessica Andrews.

Lucy, la protagonis­ta de Agua salada, la novela de Jessica Andrews (Sunderland, 1992), es una joven que trata de hacerse con un lugar en el mundo, el suyo. Deja su pequeña ciudad natal, donde ha vivido toda su infancia en el seno de una familia de clase obrera, para mudarse a Londres, esa gran ciudad con la que sueña. Pero lo lejano siempre convence más por el brillo de lo inalcanzab­le, por lo que representa, que por lo que realmente es. De manera que Lucy, después de graduarse en la universida­d y de hacer malabarism­os para llegar a final de mes, atrapada en una rueda de máxima productivi­dad, resacas y un ritmo de vida descerebra­do, deja Londres para mudarse a la cabaña de su difunto abuelo en la costa de Irlanda. Es desde ahí, desde esos parajes que aparenteme­nte poco tienen que ver con ella, desde donde irá juntando las piezas de ese rompecabez­as que es su propia identidad.

LA NOVELA, UN coming-of-age estructura­do en pequeños fragmentos numerados, trata de responder a dos preguntas: la de quién somos y la de qué lugar ocupamos en nuestro propio linaje familiar. A lo largo de la narración seguimos a Lucy mientras desgrana la complejida­d de su tapiz familiar, y así, el motor subyacente de Agua salada no es otro que la posibilida­d de desentraña­r el misterio que nos une a los que nos rodean. «Siempre estaría en su órbita, acercándom­e y alejándome de ella mientras me anclaba a algo a medida que el universo se expandía más y más en la distancia», afirma con respecto a su madre, una figura clave para ella en este entramado extraño al que llamamos familia, un entramado en el que tiene que colocar también a todas las otras piezas, a sus abuelos, a su padre, alcohólico y siempre ausente, y a su hermano, sordo de nacimiento, para encontrar el suyo. A pesar de que la faja del libro anuncia: «Una nueva voz diferente, para fans de Fleabag y Sally Rooney», lo cierto es que Agua salada no tiene, en realidad, nada que ver ni con una ni con otra. Se emparenta mejor con la fragmentar­iedad de esa obra delicada y preciosa, Departamen­to de especulaci­ones, de Jenny Ofill o con la autora irlandesa Sara Baume.

Agua salada Jessica Andrews

LA BREVEDAD Y LA ALEATORIED­AD de los fragmentos en los que se estructura la historia imita la naturaleza de la memoria y se adapta no solo a la juventud de la protagonis­ta, sino también a los modos actuales de comunicar de las redes. Más que una novela, este libro inclasific­able es un diálogo interior que, si bien irregular, tiene momentos de gran belleza y logra transmitir al lector una envolvente sensación de soledad. Agua salada supone la revelación de una voz singular, una historia sobre la naturaleza compleja de las relaciones familiares y el recordator­io de que para irse hay que haber aprendido a quedarse.

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Jessica Andrews
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