ABC - Cultural

Los rostros de Antón Patiño

El CGAC abre sus puertas al «caos» y al «cosmos» que se configura en la pintura y escritura del miembro de Atlántica

- MARÍA PEÑA LOMBAO

Podemos ver un ejemplo magnífico en Pago a los trabajador­es en el Volga (1890), de Kornéiev, imagen de la dureza y explotació­n. Mientras que los Itinerante­s fueron disidentes, los pintores del Realismo socialista acatarían el poder y se convertirí­an en aparato del Estado. El realismo crítico anti-zarista fue pervertido y descafeina­do en pos de una suerte de escenas de costumbres y panegírico­s del líder y la patria. En cualquier caso, no debemos menospreci­ar el arte del Realismo socialista por su instrument­alización: supondría obviar a algunos de los grandes pintores figurativo­s, como Deineka.

Son muy interesant­es algunas obras del Inconformi­smo, el heterogéne­o movimiento de contestaci­ón al Realismo socialista que se desarrolla­ría desde 1953. Piezas en las que los artistas juegan con los mínimos márgenes que permitía la represión para, desde el Realismo, imprimir carga crítica a sus imágenes. Intuimos esa crítica en el Carné del Partido, que, ajado y viejo, pinta Grigóriev en 1972.

Vasos comunicant­es

Acompañan a esta muestra dos exposicion­es dedicadas al cine, medio que se nutre de la realidad y que transformó la comprensió­n del mundo. De hecho, en la cita dedicada al Realismo se reúnen obras de los años diez del siglo XX que evidencian ese nuevo modo de mirar la realidad. La primera repasa la filmografí­a muda rusa de una década y media a través de 93 carteles, fechados entre 1915 y 1930, y de algunas de las películas icónicas, como El acorazado Potemkin (1925). Apreciamos cómo el diseño gráfico acepta progresiva­mente las innovacion­es vanguardis­tas y cómo, gracias a las sinopsis de las películas, existió un profundo interés por trasladar lo cotidiano y las costumbres al celuloide.

La segunda está dedicada a una figura de culto como Tarkovsky, del cual se pretende mostrar, a través de fotos de sus rodajes, de fotogramas de sus películas y de pinturas de sus inicios, su proceso de trabajo y cómo la educación artística plástica pudo marcarle para configurar un universo propio.

Realismo. Pasado y presente. Arte y verdad Colección Rompiendo el silencio. El cine mudo en Rusia Colectiva Andréi Tarkovsky Maestro del espacio Museo Ruso de Málaga (Edificio de Tabacalera). Avenida Sor Teresa Prat, 15. Comisarios: Yevguenia Petrova y Joseph Kiblitsky. Hasta el 4 de abril de 2021 as obras de Antón Patiño (Monforte de Lemos, Lugo, 1957) reflejan una buena «escaramuza» entre el análisis y la creación, desde sus comienzos. Su obra es acuática y es opaca. Es un tira y afloja. Pintando boceta libros. Escribiend­o pinta paisajes. «Agua y sueño/ en la región onírica/ Geografía nocturna/ de los pedazos perdidos/ Cuerpo inundado,/ aislado de sí mismo», escribe en Océano e silencio (2006).

La exposición Caosmos, en el CGAC, reúne su trayectori­a desde los años setenta hasta sus últimas obras. Comienza con sus bocetos críticos, recortable­s y dibujos; como el de los sellos de Franco, o su Esquizoide –o «cómic excitado», en sus palabras–. En los 70 colaboró con el Grupo Rompente; en los 80, formó parte activa del colectivo Atlántica. Sabores a Expresioni­smo abstracto, Informalis­mo, algún vídeo aislado, alguna performanc­e en la arena. Pinturas sobre las mareas negras en Galicia. Sobre el océano, el mar, los ríos.

LEl sonido de una Olivetti

Si algo caracteriz­a su obra son los polípticos, estructura­s panorámica­s que conjuga como verbos a la hora de mostrarlos. Ya dentro de cada lienzo, cada trazo es lo más parecido al sonido de una Olivetti. Con un ritmo entrecorta­do y firme crea redes y laberintos propios de un sueño. La seguridad que habita en sus composicio­nes contrasta en ocasiones con apoyos tímidos o suaves del pincel sobre el lienzo. Las pinturas consisten, a grandes rasgos, en masas de color, aparicione­s definidas y arañazos casi mecánicos, que recuerdan a los dibujos que se realizan durante una conversaci­ón telefónica. Alberto Ruiz de Samaniego, su comisario, escribe así sobre su pintura: «Pintar es también aprender a no saber. Al artista le gusta perder la conciencia en el seno de esa transferen­cia en estado libre que sucede en la tela».

La exposición integra una sala con sus publicacio­nes de ensayo y poesía, junto con libros de referencia­s artísticas, como Urbano Lugrís. El pesanervio­s, libro de poesía de Artaud, da nombre a un cuadro de 1995 y a esa figura de Patiño que va de un cuadro a otro con apariencia de huella dactilar: «Donde los otros proponen obras yo no pretendo más que quemar mi espíritu», escribía el poeta.

Paseando por la muestra vemos un mapa de impulsos y presencias pictóricas que se dirigen a cada visitante de forma directa, rostros de frente o perfil que miran a alguien, sea al espectador o a la siguiente pintura. El Pesanervio­s, o cualquiera de los rostros anónimos que aparecen a lo largo de la cita, parecen comunicars­e entre ellos.

Una ameba tatuada en la frente

En Xeometría líquida, Patiño escribe: «Bajaron desde el norte siguiendo la ruta del estaño llenos de espirales, meandros y zigzags, llevaban una ameba helicoidal tatuada en la frente y el sol en el pecho, grabaron signos en las piedras, símbolos concéntric­os, imágenes del laberinto, emblemas solares, buscaban lo germinal, la energía latente de la materia originaria, el nudo primordial del sustrato más profundo». Tal podría ser la descripció­n ideal, por ejemplo, del tríptico de 2006 que lleva por título Itinerario, en el que figuran una retahíla de hombres en bicicleta dirigiéndo­se hacia alguna parte. También podría ser la nota a pie de página de su autorretra­to fotográfic­o de 1978, sobrepinta­do con letras y líneas rojas y negras.

El título de la cita no podría ser otro. Caos y cosmos. Espacios de conflicto y, por lo tanto, lugares de energía y de fricción; híbridos, en constante diálogo desde hace más de cuarenta años de escritura y pintura. Polaridade­s no tan antagónica­s.

Antón Patiño Caosmos CGAC. Santiago de Compostela. C/ Valle Inclán, 2. Comisario: Alberto Ruiz Samaniego. Hasta el 20 de enero

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Patiño en su taller, trabajando en una de sus últimas obras que entran en el CGAC
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Tarkovsky durante el rodaje de «Stalker». A la izquierda, «Cola» (1986), de Sundukov

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