ABC - Cultural

El Ministerio del Tiempo

Una serie de televisión sirve como metáfora de la Historia

- LAURA REVUELTA

sta semana ha terminado la cuarta temporada de una serie de televisión, facturada en España, que ha recibido no sólo excelentes críticas en todo el mundo sino que ha creado escuela o remakes, como se dice en el argot. Habrán deducido inteligent­emente que me refiero a El Ministerio del Tiempo. ¡Qué gran título! Brillante. Sobre todo, a tenor de lo que estamos viviendo y viendo ojiplático­s en las últimas semanas: tratar la Historia como si fuera un calcetín al que se le da la vuelta. Para aquellos que no se han tragado entera la serie con total adicción o ni siquiera han caído seducidos por algunos de sus capítulos y originales tramas, les resumo el intrínguli­s. En el Ministerio del Tiempo trabajan, como su propio nombre indica, funcionari­os del tiempo, cuya misión es viajar al pasado a través de unas misteriosa­s puertas para remediar entuertos de la más variopinta catadura. Para asombro de unos y otros, en su nómina cuentan con una suerte de capitán Alatriste, un rudo policía de la Transición, una seductora mujer vestida para matar, y con el mismísimo Velázquez, entre otros perfiles de trazo fino. A la cabeza del plantel, se encuentra el correspond­iente Subsecreta­rio de Misiones Especiales, que pone orden en el caos de aquellos que quieren cambiar el curso de la Historia a las bravas porque no les gusta tal o cual hazaña o tal o cual personaje de nuestro largo y tortuoso devenir.

Pongamos por caso que uno de los personajes de la serie quiere asesinar a Franco para evitar que perdure en el poder cuatro décadas. En el Ministerio del Tiempo saltan las alarmas y allá que va –tras cruzar la puerta del año correspond­iente– un equipo de sus agentes bien pertrechad­os para que la Historia ocurra como realmente sucedió. La misión, bien clara: salvar al Generalísi­mo de ese imaginario atentado y que acabe sus días en la cama tal y como acontece un 20 de noviembre 1975. Moraleja: necesitamo­s un Ministerio del Tiempo ya, porque con la Historia no se juega, ni se cambia a nuestro antojo.

ENecesitam­os un Ministerio del Tiempo ya, porque con la Historia no se juega a nuestro antojo

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