DE ESTUDIANTE MODELO A ATRACADOR DE BANCOS
A sus treinta y cinco años, Nico Walker, más que una vida, ha vivido varias. «Cherry» cuenta todo esto y mucho más
ico Walker (Ohio, 1985) es algo así como el sueño húmedo de todo departamento de márketing editorial. A saber: hijo de familia modelo, buen estudiante que dejó estudios para alistarse en el ejército y participar como médico de combate en más de 250 misiones en Irak recibiendo siete condecoraciones, veterano deprimido y alcohólico que regresa a casa con síndrome post-traumático, veloz enganchado a la heroína, breve pero exitosa carrera como ladrón de diez bancos de Cleveland a lo largo de cuatro meses, apresado y condenado a once años en la cárcel de Ashland. Además, es guapo y fotografía muy bien en uniforme de prisión. Walker también empleó los primeros cuatro años tras las rejas (además de leer como un poseído literatura rusa del siglo XIX y estudiar español y alemán y latín y dar clases a otros presos) en escribir un libro al que tituló Cherry (vendido al cine por un millón de dólares).
Y –por suerte– Cherry es un muy buen libro. También puede ser etiquetada como la primera de seguramente muchas (o no tantas, porque ahora el Covid-19 pide pista) Gran Novela Americana sobre la crisis de los opioides. Enseguida tipos duros como Donald Ray Pollock y Thomas McGuane y el casi recién llegado Atticus Lish no dudaron en ofrecer elogios con vista al frente y pulgares de manos arriba para salvar al soldado (y yonqui y bandido) Walker. ¿Y qué cuenta Cherry? Sencillo: la vida y obra de un antihéroe sin nombre porque –aunque se lo niegue de entrada en la nota de autor– no es otro que el propio amigo de lo ajeno Nico Walker. Sus idas y
NNico Walker nació en Cleveland (Ohio) en 1985
Cherry Nico Walker
vueltas, por desiertos y carreteras secundarias, sin robarles pero sí enrolándose un tanto en títulos y batallas y dosis anteriores como el belicoso Generation Kill de Evan Wright y ese hito de la ficción delito-adicta que es Hijo de Jesús de Denis Johnson. También –Walker apunta en sus agradecimientos– vuela por ahí el clásico
Airships de Barry Hannah.
La distinción reside en que Walker opta por una visión propia de la guerra lejana, del próximo atraco y de las relaciones humanas. La primera no tiene nada de gracia, el segundo no es otra cosa que un modo de vida à la sálvese quien pueda, y de lo tercero emula una cierta pose de macho alfa en verdad temiendo a hembras omega (varios críticos acusaron a Walker por su retrato apenas bocetado y meramente utilitario de novias/esposas varias, incluyendo a la formidable Emily que se merecía más; pero lo cierto es que se aplica el mismo procedimiento casi zombi a sus camaradas de armas: unas y otros son víctimas de fuego amigo o enemigo, da igual, con melancólica sequedad alguna vez patentada por Hemingway).
CONDENADO A ONCE AÑOS DE CÁRCEL, SU NOVELA NARRA UNA VIDA POR CARRETERAS SECUNDARIAS
Nihilismo
Mención aparte merecen las parrafadas didácticas en cuanto al arte de entrar a un banco para vaciarlo que evocan a las (des)instrucciones de aquel nihilista guardián entre el centeno. Si todo va bien, Walker –buena conducta, ejemplo de reinserción, inequívoca success story– tiene turno para salir en libertad en noviembre de este año. Que así sea y buena suerte. Pero, por favor, que su próximo libro no trate de su desilusión con el alucinógeno mundo de la fama y sus excesos a la hora de tomar por asalto a las narcóticas colinas de Hollywood.