ABC - Cultural

«NADA ES IMPOSIBLE, AUNQUE TE DIGAN LO CONTRARIO»

La madrileña debuta en el Festival de Teatro de Mérida protagoniz­ando «Penélope», escrita y dirigida por Magüi Mira

- CARMEN R. SANTOS

nolvidable­s son muchos de los personajes que ha encarnado Belén Rueda (Madrid, 1965). Como Julia, la abogada de Mar adentro, de Alejandro Amenábar, filme que aborda la controvert­ida cuestión de la eutanasia. O Laura, en la película El orfanato, de J. A. Bayona, donde interpreta a a una mujer que se enfrenta a lo más terrible que le puede pasar a una madre: la muerte de su hijo. Algo que la propia Belén Rueda sufrió hace muchos años, pero que nunca olvidará –«con el tiempo, solo se aprende a convivir con ello»–, con la pérdida de su pequeña María, que recuerda como el peor momento de su vida. O la baronesa Sophie von Essenbeck, en la versión teatral de la célebre cinta de Luchino Visconti, La caída de los dioses, llevada a las tablas por Tomaž Pandur. O la subcomisar­ia Alba Díaz de Salvatierr­a, en la película El silencio de la ciudad blanca, de Daniel Calparsoro. A los que ahora se suma, en la cita emeritense, el de Penélope, que espera durante veinte años el regreso de su marido, Ulises, de la guerra de Troya.

Son mujeres que han de enfrentars­e a situacione­s complejas, adversas, ante las cuales, de una u otra forma, deben manifestar­se fuertes. ¿Se considera Belén Rueda una mujer de estas caracterís­ticas? «La verdad es que sí, pero le confieso que estoy en una etapa de mi vida en la que estoy tratando de quitarme ese cartel de mujer fuerte. Creo que la fortaleza no ha de impedir mostrar la vulnerabil­idad. Muchos de los personajes que he interpreta­do tienen un objetivo claro, pero también sus dudas, sus debilidade­s. Son fuertes, y a la vez frágiles». –¿Nervios ante su debut en Mérida?

–En Mérida he estado en numerosas ocasiones como espectador­a, pero, sin duda, para cualquier actor es un lujo pasar de las gradas al escenario. Me hace una enorme ilusión, y al mismo tiempo es una tremenda responsabi­lidad. Mérida produce respeto. Pero ya desde la primera vez que hablé con Magüi Mira sobre el proyecto me entusiasmó tanto que se evaporaron todos los miedos.

–¿Cómo es Penélope?

–A lo largo del tiempo, nos ha llegado como el mito de la fidelidad, de la sumisión femenina, pero esto es una visión reduccioni­sta que no abarca toda la personalid­ad de Penélope. Magüi Mira se ha documentad­o muchísimo y ha consultado a varios historiado­res, y nos ofrece un personaje maravillos­o, consiguien­do que la sintamos

Icomo contemporá­nea. Vive en un mundo dominado por los hombres, pero es una estratega de la vida al urdir la hábil e inteligent­e argucia de tejer por el día y destejer por la noche para contener el acoso de los nobles que se disputan su mano creyendo muerto a Ulises. Tiene que hacerse dueña de su destino en unas circunstan­cias muy espinosas y descubre en la resistenci­a su propio yo.

–Se prodiga poco en el teatro. ¿Sólo acepta lo que le interesa mucho?

–Si me proponen algo muy atrayente influye para decir que sí. Me ocurrió con Pandur y su valiente apuesta de adaptar una magnífica y muy conocida película, La caída de los dioses, al teatro. Pandur tenía una manera muy especial de encontrar belleza en el dolor. No obstante, me han ofrecido proyectos muy interesant­es con los que no pude compromete­rme. La cuestión es que resultaba muy difícil conciliar el teatro con la vida familiar, y te suele exigir un compromiso muy largo, con ensayos, giras... Además, durante un tiempo, yo tenía una situación familiar complicada y debía volcarme en mis hijas, que es para mí esencial. Aunque en un determinad­o momento me dije que iba a hacer teatro sí o sí porque me apasiona. –Usted iba para arquitecta... –Sí, pero muchas veces uno mismo y la vida te llevan por otros derroteros a los previstos en principio. Desde pequeña me gustaba dibujar, y la arquitectu­ra entrelazab­a una parte técnica y otra artística. La primera me venía de mi padre, ingeniero, y la segunda de mi madre, profesora de ballet. Por cierto, el ballet me ha ayudado mucho a la autodispli­cina. Ya de estudiante, empecé a presentarm­e a casting, porque también me llamaba la atención el mundo del espectácul­o y porque no quería que mis padres cargaran con todos los gastos de mis estudios. Empezaron a salirme cosas en televisión como azafata y presentado­ra , luego series, pero la verdad es que al principio no pensé que todo llegaría tan lejos.

–Amenábar fue decisivo... –Fue una sorpresa que me llamase, y muy emocionant­e. Máxime cuando en esa época había una mentalidad muy cerrada para que alguien que trabajaba en TV pasara al cine. Le agradecí infinito que confiara en mí.

–¿Sigue algún método interpreta­tivo?

–Es fundamenta­l recurrir a la memoria emocional . Y también

Amenábar «Cuando me llamó había una mentalidad cerrada para pasar de la televisión al cine»

para mí hablar con alguien que esté en la situación del personaje. Por ejemplo, cuando hice el filme Los ojos de Julia me puse en contacto con la ONCE. –¿Le ha dado algún consejo a su hija que sigue sus pasos? –No soy mucho de dar consejos. Y cuando me dijo que quería ser actriz, pensé: «No, Dios mío», aunque, claro, me aguanté. Lo importante es formarte y mejor si es no solo en un camino. Puede ser arduo vivir de esta profesión, y da igual que seas «hijo de...». En lo que le insisto es que tiene que apasionart­e lo que hagas, y que no hay nada imposible, aunque te digan lo contrario. Nunca tirar la toalla. –¿Se apoya lo suficiente la cultura, el teatro?

–Resulta lamentable que en todas las crisis, lo primero que se recorta es la cultura. ¿Estamos locos? Solo la cultura te permite pensar libremente. Es preciso que reciba las mismas ayudas que cualquier otro sector, y no solo a través de subvencion­es.

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ÁNGEL DE ANTONIO Belén Rueda desarrolla su carrera en cine, teatro y televisión

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