ABC - Cultural

¿Canción del verano?

Dudas sobre si bailaremos al son de alguna tonadilla estival

- LAURA REVUELTA

stá claro que del calendario de 2020 se van cayendo las hojas inmersos en una extraña melancolía o puede que simple aburrimien­to. Todos los meses pasan igual, en blanco. No hay fechas marcadas. Ni fiestas paganas ni de guardar. Todos los días se han fundido a negro, y ni siquiera cuentan con anotacione­s en los márgenes: que si llega la Feria del Libro, que si vamos al Mad Cool a sudar la camiseta... Pues no. La anormalida­d (no se dejen engañar por la falsa normalidad y sus sumos sacerdotes) se ha llevado todo por delante, hasta la cita con el dentista. Este mes de julio tocaba San Fermín y, riauriau, nos lo han birlado. El chupinazo que alertaba del verano y sus asuntos nos reclama con sordina.

Y tengo serias dudas de que nuestro cerebro baile al ritmo de alguna tonadilla estival según transcurra­n los días y las noches sin verbenas. El reguetón suena a chunda-chunda del pasado y bajo amenaza o serio riesgo de ser prohibido entre tanto contoneo que no guarda ni la más mínima distancia de seguridad.

Hortera hasta decir basta, pero ahora evoca al pasado, a aquella normalidad a la que todavía no se sabe muy bien qué banda sonora colocarle. Ennio Morricone nos ha legado la partitura de su Cinema Paradiso con ecos de películas de verano al aire libre, bajo la luz de la luna y las estrellas. Pero dan ganas de llorar. Los prebostes del rock y el pop de todos los tiempos se pusieron dale que te pego a componer en el encierro infinito de la pandemia. Pero no me veo bailando al son de Bob Dylan, ni de Mick Jagger, ni de Michael Stipe, ni de Neil Young… Ni siquiera de Lady Gaga. Quizá volvamos a los ritmos de Georgie Dann, con barbacoa familiar incluida, y a las coreografí­as, alocadas y con dos metros de distancia entre bailarines, de Valerio Lazarov. Obvio, cualquier tiempo pasado sonaba y se tarareaba mejor. Fundamos, no a negro, sino a los colores chillones de la psicodelia setentera y a bailar (malditos) que son dos días.

EVolveremo­s a las coreografí­as de Valerio Lazarov, con los bailarines a dos metros de distancia

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