Películas para superar la depresión
«Tenet», de Christopher Nolan, inicia un rescate al que acuden Bond, Spielberg...
El cine va a intentar que el otoño sea su particular primavera en el año de la pandemia. El cataclismo ha sido de tales proporciones que todos los resortes implicados en la industria quieren una «rentrée» mínima que ayude a salvar los muebles. Productores, artistas, distribuidores y exhibidores lo fían todo a la recuperación de una costumbre social, la de ir al cine, que parece haber entrado en fase de extinción con la difusión de la enfermedad y el miedo a compartir espacios cerrados como las salas. La esencia misma del arte cinematográfico, la oscuridad, que ha sido aliada durante un siglo y cuarto, requiere de unas condiciones estancas que ahora son el mayor enemigo para la lucha contra el enemigo invisible. Tantos títulos dedicados a la ciencia ficción y la anticipación de epidemias mortales, y ahora toca escribir la historia en las propias carnes del negocio.
Todo opera en contra de ese objetivo. Las fechas de estrenos no dejan de cambiar, el calendario se actualiza tan a menudo que a los
ras internacionales imposibles debido a las restricciones de movilidad y fronteras, y nacionales abocadas a no poder subsistir sin ayudas afrontando aforos súper restringidos que no dan ni para cubrir unos gastos básicos de puesta en marcha de un concierto. A este paso desaparecerá el sector y todos sus profesionales sin siquiera una oportunidad».
Para David Jiménez-Zumalacárregui, director de la agencia Heart of Gold, «las empresas como la mía nos encontramos en el furgón de cola. Se junta el problema de aquí con el que hay en todo el mundo. Desde abril, que tuvimos que aplazar las giras a 2021, mi empresa tiene ‘cero ingresos’. Hemos hecho economía de guerra con los empleados, pero esta economía no puede aguantar mucho tiempo. Para los que nos dedicamos a traer artistas internacionales es un torpedo a la línea de flotación». Al ser preguntado por si espera algún tipo
Van Morrison actuará en Madrid en octubre si la covid-19 lo permite de ayuda, contesta: «El Ministro de Cultura es como un holograma. A mitad de agosto salió una línea de ayudas a través del INAEM enfocadas a la lírica, la danza y la música. Estábamos contentos porque al menos nos habían reconocido, pero 16 millones de euros no arreglan nada. El Reino Unido, donde tratan la música como una verdadera industria que exporta cultura a todo el mundo, ofrece ayudas de 1.007 millones de libras, e incluso nos triplican países pequeños como Bélgica, Holanda, Suecia o Dinamarca. Aquí no tenemos esa consideración de la música popular. Este sector se está muriendo. Nunca hemos necesitado ayudas externas, sabemos buscarnos la vida. Pero este momento no es de crisis económica, es que no nos dejan trabajar».
Al comentar cómo hay artistas consolidados que siguen dando conciertos, responde: «Esas actuaciones son una huida hacia adelante para mantener la llama viva; cuentan, en
de supervivencia nos puede llevar a cruzar, la recopilación se desafía a sí misma e inicia ante el lector una disección perturbadora y en ocasiones casi sobrenatural de la maldad y de la muerte, especialmente lograda en «Una mala luna» y «El vínculo», y cauterizada al final, con esa «bola extra» que supone «Más oscuro que tu luz», el único de los textos que nos regala una mínima fe en la esperanza.
Tono apocalíptico
Ganador en 2016 del Premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón por Subsuelo, Marcelo Luján puede presumir de una impecable y temáticamente oscura trayectoria, que ahora cristaliza con éxito en La claridad y en su tono apocalíptico, plagado de citas bíblicas; un universo donde el narrador siempre se anticipa y nos previene sobre la tragedia antes de desvelárnosla por completo. Así es como nos asusta y, a la vez, incentiva nuestras ganas de devorar página tras página.