El hechizo eterno de Leonard Michaels
Se recupera «El Club», la primera novela de un autor que en los 70 deslumbró por la calidad y el atrevimiento de su prosa
En la lista de autores de culto a rescatar, el nombre de Leonard Michaels (N. York, 1933-Berkeley, 2003) se escribe con letras góticas. Protagonista de un debut deslumbrante en 1969, estaba llamado a ser uno de los grandes de su generación. Por su oído para el ritmo de las frases, por esa obsesión con la palabra exacta, por extravagancias como la que le llevó a querer demandar a un crítico que le había dejado mal y también por su origen judío lo pusieron a la altura de Bellow o Philip Roth. Aún mantuvo el hechizo seis años después con su segundo libro de cuentos. Escritor de trago lento, dejó pasar otros seis años para lanzar su primera novela, El club, con la que sería candidato al National Book Award envuelto en una nueva polémica, esta vez con las feministas, por juntar a siete hombres hablando a calzón quitado durante una noche regada con copas de vino.
SUS SIGUIENTES obras, ya fueran nuevas colecciones de relatos, novelas, ensayos o diarios, no solo no tuvieron el éxito acostumbrado, sino que lo fueron relegando a un estatus secundario que acabaría con Michaels dando clases de escritura y sin querer saber nada del mundillo literario. La recuperación de El club es el tercer intento que se hace en España por sacar a Michaels de los márgenes. De nada sirvieron las reseñas entusiastas que en 2010 celebraron la publicación de Los cuentos (Lumen). Michaels no dejó de ser un «escritor de escritores», y lo siguió siendo en 2017, cuando Libros del Asteroide se atrevió con Sylvia: ni siquiera consiguió redimirlo una obra de corte autoficcional que desvelaba la tormentosa relación que mantuvo con su primera mujer. ¿Lo conseguirá El club?
El club
LA APUESTA DE MALAS TIERRAS es arriesgada. Una novela que ya en los 80 fue tachada de misógina, escrita por un autor que hoy suscitaría fobias en el feminismo, no parece la mejor carta de presentación. Se puede dar la vuelta al argumento, y eso han hecho, presentándola como una novela que parodia la antigua masculinidad. Pero la mejor defensa es literaria: Michaels entrega su crédito a una suerte de transcripción de una charla de siete machos que cosifican a las mujeres, se insultan entre ellos porque yo soy más fantasma que tú y se desquitan tirando cuchillos a una puerta. El resultado es un juego literario de primer nivel que, desde su aparente sencillez, con un lenguaje cercano al habla coloquial, nos interpela desde varios niveles, desde lo que los personajes nos quieren contar y lo que no, siempre más interesante. Esta edición incluye un prólogo añadido a posteriori en el que un personaje ajusta cuentas con el autor. «Michaels nos traicionó, y también a su género –escribe–. Sin duda debe de odiar a los hombres. Los únicos personajes de su novela con cerebro y entereza son mujeres». Es un recurso inteligentísimo, típico de un «escritor de escritores».