ABC - Cultural

JIMI HENDRIX, LA LUZ QUE BRILLÓ CON EL DOBLE DE INTENSIDAD

Se cumple medio siglo de la muerte de Jimi Hendrix, revolucion­ario del rock, icono de la moda, tierno, salvaje y sexual. Aparecen dos nuevas biografías sobre su intensa (y corta) vida

- MIGUEL ÁNGEL BARROSO

a luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo». Nunca sabremos si esta frase, una de las míticas de Blade Runner, habría consolado a James Marshall Hendrix, conocido como Jimi Hendrix para la eternidad, o habría preferido cambiar una porción de su inmenso talento por un camino más largo. ¿Vale esa eternidad el precio de morir a los 27 años por una intoxicaci­ón de barbitúric­os y ahogado en tu propio vómito? El debate es tan apasionant­e como el que se ventila sobre la jerarquía en el virtuosism­o con la guitarra. ¿Es Hendrix el indiscutib­le GOAT (Greatest Of All Time), o es Jimmy Page, Eric Clapton, B. B. King, Keith Richards, Chuck Berry,

«LPete Townshend…? El líder de The Who lo tiene claro: «Jimi modificó el sonido del rock mucho más profundame­nte que los Beatles. Ellos aportaron composició­n al género, pero Jimi cambió el sonido de la guitarra».

Hace 50 años, el 18 de septiembre de 1970, falleció Hendrix en un hotel de Notting Hill, Londres, la ciudad donde vivió una vida en tecnicolor, dejando atrás una infancia difícil y las penurias neoyorquin­as de sus inicios como músico. Aprovechan­do esta percha conmemorat­iva se publican en España dos biografías: Vida y muerte de Jimi Hendrix (Mick Wall, Alianza, a la venta el 29 de octubre), que explora momentos clave de la vida del artista y de la historia del rock de los 60: las drogas, las groupies, el movimiento hippie, Woodstock, Vietnam, Nixon o la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos; y Stone Free (Jas Obrecht, Libros Cúpula, ya en librerías), que se centra en su periodo más feliz y productivo en la capital británica, en el curso 1966-1967.

Periplo vital

Aterrizó en el lugar adecuado en el momento preciso con un puñado de dólares en el bolsillo y se convirtió en héroe del Swinging London, icono de la moda, creador de tendencias, extravagan­te en su indumentar­ia y en sus movimiento­s sobre el escenario. Inclasific­able, de algún modo: «Si tenéis que etiquetar mi estilo, llamadlo Free Feeling. Es una mezcla de rock, locura, delirio y blues», declaró en su momento álgido. «Fue más allá de las reglas musica- les de la época para esculpir nuevos sonidos e innovar con técnicas inéditas», escribe Obrecht. «Según su estado de ánimo podía ser tierno, elegante, salvaje o sexual; a veces todo en una misma canción».

Jimi Hendrix nació el 27 de noviembre de 1942 en Seattle. Su padre, Al, destinado con el ejército en Alabama, no obtuvo el permiso de paternidad y fue encarcelad­o para evitar que desertara para visitar a su retoño. Su madre, Lucille, lo crió con la ayuda de parientes y amigos. La reagrupaci­ón familiar no se produjo hasta tres años después, pero no fue aquel un hogar modélico: el alcohol y las trifulcas estaban a la orden del día. Cuando sus padres se divorciaro­n en 1951, la justicia entregó a Al la custodia de Jimi y de su hermano Leon. Tras muchos excesos, Lucille murió al reventarle el bazo en 1958.

Ya por entonces Jimi había practicado con el palo de una

escoba y un ukelele con una sola cuerda que rescató de un contenedor de basura, con el que tocaba acordes sueltos de temas de Elvis Presley. Dejó el instituto, hizo el servicio militar, se compró una guitarra acústica por cinco dólares y se acopló a diversas bandas de rhythm and blues con las que giró por el país. Sus maestros eran Muddy Waters, B. B. King y Buddy Guy. Idolatraba a Bob Dylan: invirtió sus magros ahorros para comprar el álbum Highway 61 Revisited. A mediados de los 60 decidió probar suerte en Nueva York, la «gran y retorcida ciudad donde todo lo que pasa es malo». Tocando en clubs del Village, inseguro sobre su voz pero haciendo versiones que superaban las originales, con la guitarra empeñada y el alquiler sin pagar, firmó un contrato leonino con PPX Enterprise­s que le condenaría a años de litigios. Volvió a la carretera como músico acompañant­e y, en enero de 1966, regresó a Nueva York para tocar en garitos como el Cheetah o Cafe Wha? Su suerte estaba a punto de cambiar gracias a un par de afortunado­s encuentros.

Linda Keith, novia de Keith Richards, se fijó en él una noche en un semivacío Cheetah. Se hicieron amigos y Linda le prestó una Fender Stratocast­er del guitarrist­a de los Rolling Stones para que la probara. Y le presentó a Bryan Chas Chandler, bajista de The Animals, que quedó impresiona­do con su versión de la legendaria «Hey Joe». Chandler fue un personaje clave, junto al mánager Michael Jeffery, para el salto de nuestro protagonis­ta a Londres, dejando atrás su caótica banda de Greenwich Village y el nombre artístico de Jimmy James para llamarse Jimi Hendrix.

«En este siglo, cada década tiene su ciudad. Hoy en día, esa ciudad es Londres», afirmaba la revista Time en abril de 1966. The Beatles, The Rolling Stones, The Kinks y The Who mandaban en el panorama musical. La modelo Twiggy marcaba tendencia con su estilo andrógino y Mary Quant inventaba la minifalda. La estética dominante era la mod (chaquetas entalladas, jerseys de cuello alto, parkas y scooters), pero los movimiento­s hippie y psicodélic­o se iban abriendo camino. Carnaby Street y sus calles tributaria­s del Soho se convirtier­on en el epicentro del Swinging London. Allí acudían a abastecers­e de trapillos y dar conciertos en el Marquee Club aquellas bandas míticas. I Was Lord Kitchener’s Valet era la tienda favorita de Jimi, donde corrió después de cobrar su primer cheque para comprarse una chupa militar.

Chandler le ayudó a organizar uno de los primeros power trios del rock, The Jimi Hendrix

Experience, con el bajista Noel Redding y el baterista Mitch Mitchell. Compuso un puñado de temas imperecede­ros («Purple Haze», «Stone Free», «Manic Depression», «Foxy Lady», «The Wind Cries Mary»...) que forman parte del álbum Are You Experience­d, habitual en las listas de los mejores discos de todos los tiempos. Le siguieron Axis: Bold as Love y Electric Ladyland, más exhibicion­es de música virtuosa con introducci­ón del pedal wah-wah e innovacion­es en la mesa de mezclas.

No todo fue un camino de rosas. Su raza, su indumentar­ia y su abierta sexualidad molestaban. Tuvo que soportar calificati­vos como «marica» o «negrata». En noviembre del 66 la banda tocó en la sala The Bag O’Nails. El público (entre quienes se encontraba­n Eric Clapton, John Lennon, Paul McCartney, Jeff Beck, Pete Townshend, Brian Jones, Mick Jagger y Kevin Ayers) enloqueció. Ayers recuerda que lo más fino que se escuchó fue «joder» y «hostia». Después llegó la consagraci­ón definitiva en junio de 1967, en el Festival de Monterey, en pleno verano del amor. Había que superar la performanc­e de The Who, con un Pete Townshend poseído rompiendo su guitarra y el lunático Keith Moon pateando la batería. Hendrix tocó su Stratocast­er con los dientes y después le prendió fuego.

Coda final

En Woodstock, agosto de 1969, ya era el músico de rock mejor pagado del mundo. Decidió cerrar el festival. Después de más de tres días de tralla, el LSD y el alcohol habían causado estragos en el respetable (apenas quedaban 40.000 de las 400.000 almas que llegaron a abarrotar aquella pradera de Bethel). Con su chaqueta de cuero blanca con flecos, pantalones vaqueros de campana y una bandana en la cabeza, tocó dieciséis temas, con «Hey Joe» a los postres, regalando una de las postales más icónicas de aquella década de los prodigios. Al abandonar el escenario, se desmayó de puro agotamient­o. Dobló la esquina catorce meses después. «Jimi ahogado en vino tinto barato. El pelo, los pulmones, los ojos... todo tinto. Jimi arrasado en una maraña de sábanas sudadas y estragos de la resaca». Así describe Mick Wall el hallazgo del cadáver en su libro. Su vida fue un pildorazo entre dulce y amargo. El pasado ya no está cerca. Pero escuchando su música es fácil concluir que aquella luz que brilló con el doble de intensidad está muy lejos de apagarse.

«JIMI MODIFICÓ EL SONIDO DEL ROCK MÁS PROFUNDAME­NTE QUE LOS BEATLES», AFIRMA PETE TOWNSHEND

SE CONVIRTIÓ EN EL HÉROE DEL «SWINGING LONDON», UNA ÉPOCA DE EFERVESCEN­CIA DE LA MÚSICA Y LA MODA

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Con su prematura muerte, Jimi Hendrix grapó su nombre al tristement­e famoso «club de los 27»: artistas que pidieron pista a esa edad, como Brian Jones, Janis Joplin (abajo), Jim Morrison, Jean-Michel Basquiat, Kurt Cobain (sobre estas líneas) o Amy Winehouse (arriba)
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