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EN LA VARIACIÓN ESTÁ EL GUSTO

Las «Variacione­s Goldberg» son una de las grandes obras maestras de la madurez de Bach. El famoso pianista chino Lang Lang nos trae una versión pasada por el tamiz del romanticis­mo

- ANDRÉS IBÁÑEZ

o primero que nos asombra de Bach es el silencio que rodea su figura. Su música, que percibimos como la más compleja, la más profunda, la más filosófica, la más cerebral jamás escrita (al mismo tiempo que la más intensamen­te emocional y conmovedor­a), no va a acompañada de ninguna declaració­n, de ningún ideario. En las setenta cartas suyas que conservamo­s, Bach habla sobre todo de nimiedades y se queja por las injusticia­s que se cometen con su persona. Conocemos su vida externa, pero no sabemos nada de su vida personal, ni de sus ideas sobre su arte.

Quizá a causa de su inmenso dominio técnico, su interés por el contrapunt­o y del carácter enciclopéd­ico de su obra (preludios y fugas en todas las tonalidade­s, exploració­n de todas las posibilida­des del clave, del violín, del violoncell­o, etc.) es casi ya un lugar común identifica­r la música de Bach con las matemática­s. Pero la música de Bach no es más «matemática» que la de Chopin (que le homenajea en sus Preludios) o la de los Beatles. Así, Paul Hindemith, uno de los compositor­es más importante­s del siglo XX y quizá el que más directamen­te recibió la herencia de Bach, afirmó en una conferenci­a de 1950 que Bach siempre se mostró indiferent­e a los fundamento­s teóricos de su arte y que, por otra parte, escribir una fuga «no tiene nada que ver con la ciencia, porque los métodos del trabajo científico no pueden nunca aplicarse a la creación artística.» En 1747, en sus últimos años de vida, Bach se unió a la Sociedad de Ciencias Musicales creada por su discípulo Lorenz Mitzler, a la que envió las «Variacione­s canónicas sobre Von Himmel hoch» BWV 769 como muestra de música «científica», pero muy pronto, nos cuenta su hijo C.

LP. E. Bach, perdió el interés por la Sociedad y por los «áridos temas matemático­s» que Mitzler quería discutir allí. El mito de que la música de Bach «son» matemática­s se continúa en obras como el libro Gödel, Escher, Bach, un eterno y grácil bucle de Hofstadter, uno de cuyos rompecabez­as se llama precisamen­te «Aria con diversas variacione­s», como las Goldberg.

Una leyenda perpetuada por su primer biógrafo, Forkel, cuenta que esta famosa obra surge cuando el conde Kaiserling le encarga a Bach una obra para su virtuoso Goldberg, a fin de que pueda tocarla para aliviar sus noches de insomnio. La historia tiene algo de Scheheraza­de y serviría para explicar la alegría que llena casi toda la obra (Lang Lang se queja de que Bach usara la tonalidad de Sol mayor, luminosa pero poco expresiva), pero se desinfla un tanto cuando nos enteramos de que Goldberg tenía 14 años cuando se publicó la obra.

Forma de melancolía

Las Variacione­s Goldberg, como han seguido llamándose desde entonces, son una de las grandes obras maestras de la madurez de Bach, esos misterioso­s últimos diez años de vida en los que el maestro apenas compone, quizá, como sugiere Hindemith, porque sufría una forma de «melancolía» producida no por la dificultad para componer, sino, por el contrario, por la extrema facilidad. Bach, dice Hindemith, había llegado a las máximas alturas de lo que el ser humano es capaz de expresar, y sabía que no podía ir más allá.

En esos años Bach, corona su catálogo con una serie de obras maestras que tienen todas la particular­idad de que se basan en un tema único: las Variacione­s Goldberg, las «Variacione­s canónicas sobre Von Himmel hoch», la monumendas

Johann Sebastian Bach (1685-1750) y el pianista chino Lang Lang (1982)

BACH LLEGÓ CON ESTA OBRA A LAS MÁXIMAS ALTURAS DE LO QUE EL SER HUMANO ES CAPAZ DE EXPRESAR

tal Ofrenda musical (una serie de composicio­nes basadas en un tema de Federico el Grande) y El arte de la fuga (una serie de fugas todas sobre el mismo tema), a las que hay que añadir la serie de 14 cánones perpetuos BWV 1087 sobre las ocho primeras notas del bajo del aria de las Variacione­s

Goldberg, escritos de forma enigmática,

Las Variacione­s Goldberg siguen siendo considerad­as la obra maestra de un género que se inició en el siglo XVI español con Antonio de Cabezón y que alcanzó sus muestras supremas en Bach, Beethoven, Schubert y Brahms. Tienen una forma fascinante. Comienzan y terminan con un «aria» de treinta y dos compases tomada del Álbum de Ana Magdalena Bach y contienen 30 variacione­s, 32 compases, 32 partes. Las variacione­s están organizada­s en dos mitades separapor una obertura francesa (la número 16) y van en grupos de tres en los que la primera una pieza de género (una danza, una fuga), la segunda un «arabesco» (según Kirpatrick) o pieza rápida con abundantes cruces de manos y la tercera es un canon (el primero al unísono, el segundo a la segunda, el tercero a la tercera, etc. hasta llegar a la novena).

Broma musical

En el lugar donde debería aparecer el último canon, la variación 30, hay un «quodlibet», una broma musical en la que

diversas canciones populares se superponen al bajo y a las armonías del aria. Es una obra muy difícil técnicamen­te y que recorre una asombrosa variedad de estilos musicales y de paisajes emocionale­s, desde la larguísima y dolorosa variación 15 hasta la exuberante 29, desde la confesión personal que se desgrana en frases que parecen dichas al oído hasta las más complejas e ingeniosas construcci­ones.

Son muchos los pianistas y clavecinis­tas que han grabado las Goldberg. 183 versiones distintas recoge el artículo correspond­iente de Wikipedia, a las que ahora habrá que sumar la nueva de Lang Lang, que es en realidad una doble versión, una en estudio y otra en directo, precisamen­te en la Thomaskirc­he de Leipzig.

Es evidente que Lang Lang ha preparado estas versiones con inmensa dedicación y que las ha meditado hasta los últimos detalles. Son lecturas radiantes, con un uso muy discreto del pedal, intensamen­te personales, de una gran transparen­cia y, a menudo, de una radiante belleza. Es evidente que Lang Lang no quiere imitar los modos históricos de interpreta­ción y su uso del rubato nos trae un Bach pasado por el tamiz del romanticis­mo. Tampoco tiene esto nada de especial y tocar a Bach en un piano moderno se viene haciendo desde las pioneras grabacione­s de Claudio Arrau de los años cuarenta. Son éstas versiones de enorme delicadeza en las que el pianista crea una maravillos­a variedad de sonidos, de texturas y de colores. Véase, por ejemplo, el contraste entre la límpida nota que termina la variación 16 y el asombroso acorde orquestal que inicia la 17. Si es cierto que estas piezas fueron compuestas para alegrar las noches de un insomne, esa alegría nos llega intacta en los dedos del pianista chino, que con esta grabación da un nuevo salto en su ya meteórica carrera.

MUCHOS PIANISTAS Y CLAVECINIS­TAS HAN GRABADO LAS «GOLDBERG»: HAY MÁS DE 180 VERSIONES

Virtuosism­o

Una fulgurante explosión virtuosist­a, la variación 29, una broma musical, la variación 30 y luego el aria de nuevo, una lenta y melancólic­a sarabanda. Difícilmen­te se hallará una secuencia más emocionant­e y dramática en la historia de la música. La segunda vez que oímos el aria, suena completame­nte distinta que la primera, porque entre ambas algo ha sucedido: las treinta variacione­s, treinta años, treinta vidas. Sí, las notas del aria final son exactament­e las mismas que la primera vez, pero ya no suenan de la misma manera.

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El canadiense Glenn Gould es autor de una de las más famosas versiones de las «Variacione­s Goldberg»

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