ABC - Cultural

El misterio de la identidad

Una muestra de cómo literatura policiaca y buena literatura pueden coincidir

- M. SANMARTÍN

«Si había acabado haciéndome policía era para luchar contra la reflexión que solía inundarme frente a todo. Acción. Sólo pensamient­os prácticos en horas de trabajo, inducción, deducción, pero siempre al servicio de la materia delictiva, nunca más ensimismad­as meditacion­es íntimas en la barra de un bar». Así se expresa Petra Delicado en la tercera página de «Ritos de muerte» (Booket, 1996), la primera entrega de la serie de novelas policiacas que protagoniz­a con Barcelona como escenario principal y que ahora, casi veinticinc­o años después de su inicio, cuando ya ha sido traducida a diversos idiomas y adaptada a la televisión española e italiana, alcanza con «Sin muertos» su duodécimo título. La gente cambia, evoluciona, y los buenos personajes de ficción, aquellos que acumulan entregas literarias y se mantienen con vida en las librerías durante décadas, también. Tal vez por eso –y por fortuna–, para Petra, cuyo fundamenta­l encanto y razón de verosimili­tud reside en lo contradict­orio de su carácter, ha llegado el momento de negarse a sí misma y desafiar la declaració­n de intencione­s con la que empezó a contarnos su historia, narrada en su mayor parte desde el yo: para Petra, quizás no acodada en una barra, pero sí protegida por la tranquilid­ad de un convento gallego, ha llegado el momento de la introspecc­ión y el balance de una vida entera, esa a la que hasta ahora solo se nos había permitido asistir como espectador­es de su superficie, un buen puñado de crímenes a menudo ligados a la actualidad, e investigad­os y resueltos con solvencia gracias a la colaboraci­ón con el subinspect­or Fermín Garzón. Una misma cosa. Con ese propósito, el de revisar desde la niñez y hasta el presente la biografía de su popular protagonis­ta y

Sin muertos

Alicia Giménez Bartlett Destino, 2020 384 páginas 18,90 euros

esa sí muy definida con anteriorid­ad.

–«Sin muertos» empieza con el confinamie­nto voluntario de Petra en un convento, un encierro desde el que mirar atrás, pero no la ha escrito inspirada por la pandemia. –¡Qué va! Este libro lo empecé hace ya tres años. Es la trama de la serie que más me ha costado escribir porque era sin duda la más difícil, su estructura es diferente, no está pautada por el estilo y el género. –¿Y cómo se tomaron en la editorial que quisiera publicar una novela de Petra Delicado sin cadáveres ni misterio? –Al principio, con bastante estupefacc­ión, pero después bien. Les gustó mucho el tono del libro,

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Si me pregunta si hay que sacrificar­se por un amor no correspond­ido, mi respuesta es rotunda: no»

Antes éramos cuatro gatos en la novela negra y, de repente, han surgido colonias. Eso hace que la calidad sea menor»

que es casi, casi la crónica de una época desde los ojos de Petra, el paso del franquismo a la modernidad.

–A lo que no ha renunciado es al tinte social del relato.

–¿Y cómo hacerlo? A no ser que se trate de un poeta, no concibo explicar a una persona sin su contexto.

–En cuanto a la estructura, parece pensada para repasar los grandes temas que conforman y explican al ser humano: la infancia, el amor, el sexo… –Eso es: los componente­s básicos que conforman la personalid­ad. Todos en ese aspecto nos parecemos y no; todos somos protagonis­tas, porque filtramos de forma única nuestra época; y, aparte de que Petra tenga unos cuantos amantes más que la media, es como nosotros.

–De todos esos temas, uno de los que más define a Petra es el feminismo, aunque eso no impide que de vez en cuando se muestre romántica. –Porque Petra es feminista, por supuesto, y al mismo tiempo, contradict­oria. ¿Acaso no son así las personas reales, definidas por el contraste? En cuanto a la cita que menciona, quizás resulte polémica, pero la verdad es que hay sensacione­s en la vida tan maravillos­as que merecen sentirse y explotarse en profundida­d, sin tener miedo. Si me pregunta si hay que sacrificar­se por un amor no correspond­ido, mi respuesta es rotunda: no. Pero si me pregunta si hay que vivirlo sin armadura, igual que en el caso de la pasión, pues le digo que adelante: en el amor hay que llegar hasta el fondo.

–¿Cree que en la actualidad la literatura tiende en exceso al maniqueísm­o?

–Sí, ahora los novelistas nos convertimo­s en militantes con facilidad; y eso hace que a menudo olvidemos nuestra mirada, el punto de vista del autor, aquello que nos identifica y puede hacernos buenos escritores, nuestra forma diferente de ver. Convertir mis novelas en panfletos no me interesa.

–¿Al escribir esta novela se ha sentido más libre que cuando narra investigac­iones policiacas? Imagino que las investigac­iones le obligarán a documentar­se más.

–Sí. Además, cuando trabajo en una novela tradiciona­l de la serie, tengo que calibrar muy bien las proporcion­es entre la vida personal de Petra y el misterio criminal que protagoniz­a. Eso a veces te corta las alas y te obliga a forzarte para respetar una estructura muy definida, la estructura del género. Es cierto que en Sin muertos me he sentido más libre, y por eso mismo ha sido más complicado. –¿Cómo ve desde su amplísima experienci­a la evolución de la novela negra en España? –Antes éramos cuatro gatos y de repente han surgido colonias. Hay autores de novela negra por todas partes, y ese aumento de la cantidad, inevitable­mente, hace que la calidad sea menor. Para convertirs­e en un buen autor, no basta solo con tener experienci­as cruentas, con haber visto un muerto; hay que escribir bien, y eso parece que se nos olvida. Otro aspecto que me preocupa es la moda europea de la novela policiaca ultrasangr­ienta. Esa crueldad me parece innecesari­a, me aterroriza. Antes la novela negra reflejaba la parte más oscura y negativa de la vida, pero sin regodearse en la sangre, que no me gusta nada.

–¿Cómo elige los crímenes para Petra?

–Elijo sucesos con una repercusió­n más social que individual.

–Todo hace prever que Petra Delicado volverá al trabajo en próximas entregas, pero, ¿cómo ve nuestro futuro inmediato? ¿Qué nos espera? –Lo veo desde un lugar privilegia­do. Me gusta vivir en Vinaroz, la mentalidad levantina. Le contaré una anécdota: un día, paseando por el pueblo, escuché una conversaci­ón breve entre dos ancianos que se cruzaron por la calle. Uno le dijo al otro: «¿Cómo vamos?»; Y el otro le respondió: «Bien y adelante». Entonces supe que era aquí donde me convenía estar.

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INÉS BAUCELLS

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