Vilariño: imágenes trascendentes
eda de caballo es el título de una muestra y una ambiciosa monografía de Manuel Vilariño (1952) en Vigo, adquiriendo aquí su versión más sintética y afinada, posiblemente la más lograda. Y es que, si a un artista debemos valorarlo por la cumbre más alta que haya escalado, en esta selección encontramos el núcleo indiscutible, imprescindible incluso, de cimas alcanzadas por este autor que ya en 2007 fuera reconocido con el Nacional de Foto.
En MARCO, la idea de concentración parece ser la que se ha impuesto a la hora de montar las obras, beneficiándose el espectador de la concisión y rotundidad del conjunto, que siempre podrá ampliar gracias a la publicación asociada.
Naturalezas muertas, bestiarios y paisajes conforman el universo del artista, quien se maneja con ellos entre lo escatológico y el pasmo contemplativo, impregnándolos de una visión mágica y casi religiosa de la existencia, de todo lo vivo. La pegajosa presencia de las cosas últimas, de los estados finales de la Naturaleza, domina las estudiadísimas composiciones en las que aparecen calaveras y esqueletos, animales muertos o disecados, frutos caídos, herramientas de corte o golpe… Mil maneras de aludir a la muerte que se extiende a cómo Vilariño contempla una playa, unos acantilados o un mar de hielo. Lo demás
Ses silencio, sueño quizá. Él mismo reconoce como «aparte del animal, lo más importante en mi obra es el silencio».
El recorrido se pauta con la voz del propio Vilariño, fragmentos poéticos de su producción literaria impresos en las paredes, que de algún modo nos indica hacia dónde tenemos que mirar más allá de las imágenes. La palabra poética, inspirada, no permite las preguntas frontales, obligándonos a seguir la pista de las alusiones, los más leves destellos del significado. Es crucial que los aspectos más angustiosos de la vida aparezcan tratados con semejante refinamiento. Toda agonía, todo tránsito y toda pérdida él las cubre con una delgada capa de teatralidad que, como el Barroco en sus vánitas, hace soportable la consciencia de fragilidad.
Como en esos animales (reptiles, aves, insectos...) que, sobre la tierra, se separan de lo vivo por los pigmentos rituales previos al enterramiento: polvo al polvo, y que la carne putrefacta enriquezca el desierto mineral, convirtiéndolo en humus. O como en esas playas de arena negra, cuyo dramatismo sólo es comparable a su belleza. O como en esos sucintos bodegones, también terribles…
Manuel Vilariño Seda de caballo MARCO. Vigo. C/ Príncipe, 54. Comisario: Fernando Castro Flórez. Hasta el 31 de enero