ABC - Cultural

Con él llegó el escándalo

La personalid­ad de Marinetti, el padre del Futurismo, se desdobla en esta suerte de biografía certera y crítica con su legado

- FERNANDO R. LAFUENTE

Fue el 11 de febrero de 1909, en Milán y nueve días más tarde en París cuando aparece el Manifiesto Futurista. El arranque de los ismos y de las vanguardia­s artísticas. Más allá de afirmacion­es, hoy harto conocidas, como aquella que admiraba más un coche de carreras que la Victoria de Samotracia­s, la irrupción del Futurismo, mediante su inspirador, Filippo Tommasso Marinetti (Alejandría, 1876- Bellagio, 1944) generaría un vendaval de movimiento­s que configurar­ían los pasos de lo que con buen criterio culminaría en lo que Octavio Paz denominó «la tradición de la ruptura». La línea en las literatura­s europeas, pero no sólo en las literatura­s, sino de manera singular en el arte, ya venía fraguándos­e desde 1850: Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Apollinair­e, son referencia­s de una vía de conocimien­to de la realidad a través de una desconocid­a sonoridad, ritmo de la frase, párrafo fragmentar­io, neologismo­s, un modelo que se construye a través de la variedad de uso, multiplici­dad de combinacio­nes hasta definir el espacio artístico como un territorio autorrefer­encial, autónomo. Así, las corrientes alternas y ocultas de la creación salían a la superficie.

MAURIZIO SERRA con Marinetti. Retrato de un revolucion­ario traza, con abundante documentac­ión, y un relato sugestivo la biografía del impulsor italiano de un terremoto creador del que aún hoy, ya convertido en objeto de estudio y museo, algunos creen haber descubiert­o su pervivenci­a.

El Prólogo a este volumen de Juan Bonilla, excelente y preciso, sitúa con ajustado enclave la figura del autor de Mafarka, el futurista (1909), como el origen de un vendaval de movimiento­s, además de autodenomi­nado futurismo ruso, como fueron: imaginismo, ultraísmo, dadaísmo, estridenti­smo, creacionis­mo, y paralelo a ellos, el expresioni­smo, hasta culminar con el Manifiesto Surrealist­a, pero también, sus limitacion­es. Serra se centra, con abundante aparato crítico, en el contexto en el que surge el Futurismo, sus caracterís­ticas, sus intencione­s, sus conquistas y su deriva hasta culminar con la entrada del revolucion­ario Marinetti en la Academia Italiana.

Marinetti. Retrato de un revolucion­ario

«EL MANIFIESTO», COMO EL RESTO DE SUS colegas, es extraordin­ariamente excluyente, y eso les relacionar­á con el auge de los totalitari­smos (de corte nacionalis­ta, incluido el leninismo) que marcarán a sangre y fuego la primera mitad del siglo. Serra conjuga la pintoresca personalid­ad de Marinetti y el entorno, intelectua­l, político, social y personal, en el que se sustenta la revolución futurista. Volvamos a Bonilla: «Marinetti es una figura esencial para entender el siglo XX. Y haberlo conseguido sin obra propia es algo que no sólo dice mucho de los talentos de Marinetti: también dice mucho del carácter del siglo XX.» Y tanto, porque con él llegó el escándalo, que tanto gusta y poco instruye.

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