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EL AMOR MÁS CIEGO

Los hijos de las series rara vez merecen a sus padres, siempre dispuestos a todo por ellos. «Your Honor» es un ejemplo imperfecto, pero elocuente

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Un hombre bueno y otro malo son idénticos en una cosa. ¿Qué harían por un hijo? Cualquier cosa. Demasiado en ambos casos. Insuficien­te en la vida. Your Honor (Movistar+) lo cuenta con la habilidad caracterís­tica de Peter Moffat (The Night of), talento al que se suman, sobre todo, los de Bryan Cranston y Michael Stuhlbarg. Me dirán que nada de esto es comparable al amor de una madre, pero en esta serie la cosa va de padres, sobre todo.

«YOUR HONOR». A Cranston le cambió la vida el personaje de Walter White, y el tipo se ha empeñado en demostrar que lo injusto era ser considerad­o un actor de las ligas medias. En Your Honor, además, dirige el último episodio, el mejor de todos junto con el primero. No es ninguna casualidad, porque en su currículum detrás de la cámara ya tenía experienci­a en sus series, como Breaking Bad y Malcolm, y en éxitos como Modern Family, The Office y Sneaky Pete, de la que también es cocreador.

Si el lector no sabe nada de Your Honor, en esta página puede sentirse seguro, pero es mejor que no lea ni la sinopsis oficial de la serie de Movistar. No lo necesita y se ahorrará que le arruinen alguna sorpresa. Lo importante no es describir el trabajo del protagonis­ta. Basta con saber que, al igual que Stuhlbarg, supone la prolongaci­ón de una larga tradición de grandes personajes castigados por los guionistas con unos hijos que no los merecen. Toni Soprano, Jack Bauer y Ray Donovan saben bien de lo que hablamos.

Hay una escena en ese último capítulo de Your Honor, en la que Stuhlbarg mira a su hijo con sufrida condescend­encia porque el chaval no sabe quién es Perry Mason, que en realidad es la más insignific­ante de sus demostraci­ones de ignorancia. El progenitor, todo lo contrario a una buena persona, le pide que, por una vez en la vida, actúe con cerebro y no con pelotas, como Luis Aragonés en su última gran misión. El chico entiende lo justo.

Michael Stuhlbarg puede hacer de mafioso en Boardwalk Empire y de padre intelectua­l en Call me by Your Name con la misma convicción. Aquí necesita los mínimos elementos para componer su personaje, aunque tanto él como Cranston son propensos a sobreactua­r cuando no les vigilan, lo justo para presumir un poquito sin arruinar sus personajes.

La conjunción de talentos prosigue en el reparto, pero sobre todo en el compañero de Moffat en las labores de creación. De Edward Berger conocemos The Terror y Patrick Melrose, y es aún mejor Deutschlan­d 83. Los productore­s ejecutivos tampoco son unos desconocid­os. A Robert y Michelle King se los conoce sobre todo por The Good Wife y The Good Fight. Puede que alardeen un poco en sus títulos, pero son buenos de verdad.

DEL REINO UNIDO A EE.UU. Arriba, una imagen de «Todas las criaturas grandes y pequeñas». Abajo, Bryan Cranston y Hunter Doohan en «Your honor»

Quizá en Your Honor se juntaron tantos tipos listos que a la serie le sobran trampas y le falta continuida­d. Lo mejor que se puede decir para recomendar­la es que empieza bien y termina fenomenal. De lo de en medio, como a los hijos, se le perdona casi todo.

«TODAS LAS CRIATURAS GRANDES Y PEQUEÑAS». Después de la maternal Los Durrell, lo natural y casi obligatori­o es ver esta miniserie británica en Filmin, nueva versión de una serie nacida en 1978 en la que el principal director fue, adivinen, Peter Moffat. Aquella aventura basada en los libros de James Herriot llegó a 1990, aunque con menos temporadas de las que cabría imaginar por los años transcurri­dos. La versión moderna ha sido el mayor éxito en la historia de Channel 5, una cadena privada y generalist­a que también sabe producir las mejores series, aunque sea imitando a la BBC. Aquí ni siquiera molestan las pausas y la cortinilla que indican dónde iban las interrupci­ones publicitar­ias en la emisión original.

No hace falta amar a los animales para disfrutar esta historia ambientada en un pueblo de los valles de Yorkshire. Es para todos los públicos y se acaba cogiendo verdadero cariño a sus personajes, incluido al más bobalicón de todos, al que interpreta Callum Woodhouse, el hijo tonto de la señora Durrell.

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