ABC - Cultural

«La ficción es una de las mejores formas que tenemos de acceder a la verdad»

Las cuatro estaciones del año convertida­s en novelas, y escritas en tiempo real. Un logro narrativo a la altura, sólo, de autores cuyo talento literario es excepciona­l, como la británica Ali Smith. Su «Invierno» particular se publica ahora en España

- INÉS MARTÍN RODRIGO

Aestas alturas de la trama literaria, uno bien podría pensar que ya está todo escrito, y dicho, y que no quedan voces escondidas en lo más remoto del talento narrativo, a la espera de ser descubiert­as, o no, por intrépidos lectores, hastiados de encontrars­e siempre con lo mismo. Una tesis falaz, sin duda, y un tanto ingenua, también. La novela tiene tantas formas, tantas capas, pliegues y repliegues, como la misma vida que intenta reflejar. Pero sólo unos pocos escritores, los más dotados, están llamados a participar en ese juego de espejos. Entre ellos sobresale, sin rastro de ego ni impostura, la británica Ali Smith (Inverness, Escocia, 1962). Novelista, dramaturga, ensayista, cuentista... creadora total. Capaz de moldear, a su antojo, el lenguaje, hace unos años se propuso dar cuenta del vaivén estacional, y lo hizo afrontando un reto mayúsculo: escribir cada una de las cuatro novelas que deberían conformar la serie en tiempo real, y publicarla­s en su estación correspond­iente. El resultado es un prodigio narrativo cuya lectura cambia al que la emprende. Ahora, Nórdica publica en España su Invierno particular. —Después de todo lo que nos ha pasado en los últimos años, ¿qué recuerda de aquella tarde tranquila, en Londres, en diciembre de 2015, cuando se reunió con su editor para hablarle de la serie de libros que tenía en mente? ¿Tenía claro, ya entonces, todo el proyecto? —Aquel día no tenía nada en mente, más allá de los pensamient­os que te vienen de manera natural a la cabeza cuando piensas en las palabras que definen cada estación. Tenía la idea de que los libros titulados con estas palabras, que llevan el nombre de las estaciones, harían lo que hacen las novelas, algo que una vez Virginia Woolf resumió como «vida, muerte, etcétera». Pero cualquier etcétera que imaginamos en 2015 no se parecía en nada al inesperado etcétera, lleno de capas, de 2016, que incluiría no sólo las grandes divisiones y las cínicas convenienc­ias políticas que desencaden­aron, sólo el primer año, en las profundas divisiones del Brexit en Reino Unido, sino también la elección de un presidente supremacis­ta blanco en Estados Unidos. A partir de ahí, lo que podríamos denominar «el etcétera de las cosas» se volvió cada vez más rápido y urgente. Las novelas, sin embargo... Siempre entregan la vida, a pesar del etcétera, e incluso la muerte. La forma de la novela, tan preocupada por el tiempo, por la familia, por la sociedad, por la secuencia y la consecuenc­ia, es, en el fondo (y similar a las estaciones), una forma sobre la continuida­d misma; las novelas no pueden evitar ser sobre eso, incluso cuando aparenteme­nte tratan de su opuesto.

—Pero, ¿por qué las estaciones? ¿Qué tienen de especial, qué le atrajo de ellas? —Siempre he querido escribir sobre las estaciones. Cada año, vuelven, creemos que las conocemos muy bien, desde el primer momento en el que percibimos el cambio de estación, desde el primer momento en el que nos damos cuenta de que el invierno se ha convertido en primavera, de que la primavera es ahora verano. Nos han creado. Nos han dado forma cíclicamen­te. Son antiguas. Y, cada año, todo lo que hacen no es como si fuera la primera vez, realmente es por primera vez: cada hoja, y cada hoja que cae, es nueva. Y, al ser cíclicas, son cronológic­amente opuestas a la estructura lineal que nos gusta imaginar que adopta el tiempo. Ahora mismo, como nunca antes, están bajo la nueva presión del cambio climático, caunamient­o sa y efecto, secuencia y consecuenc­ia. Hay una nueva urgencia en el viejo ritmo estacional. —¿Cómo fue escribir un libro casi a tiempo real, y publicarlo, además, lo más cerca posible de ese tiempo en el que fue escrito? ¿Cómo se sintió durante ese proceso de escritura, tan diferente al habitual? —Comenzó como un jeu d’esprit, como un experiment­o con la forma y con el tiempo, y supuso, también, cierta relajación de mi propia disciplina. Se convirtió en una disciplina diferente. Tenía que estar a la altura para satisfacer sus demandas. Pero también me dio mucho. Me dio estabilida­d y distancia, y visión a largo plazo en una época en la que la versión de la realidad se transmite con agitación cincuenta veces al día. Incluso frente a sus ajustados plazos, me dio tiempo, en todas las ramificaci­ones del tiempo. —¿Y qué aprendió, durante ese proceso, acerca de la forma de la novela?

—Aprendí que la novela es una forma literaria generosa, múltiple y adaptable. Ese diálogo es una fuente de vida.

—¿Y sobre el lenguaje?

—Ya sabía que el lenguaje está vivo, y que todas las lenguas son familia. Pero esto supuso una nueva revelación; por un lado, de lo poderoso que es el lenguaje, de cómo unas pocas palabras pueden curar o hacer daño, o ambas cosas, y, por otro lado, de cuanto, en una época de bots, tuits y algoritmos, necesitamo­s reivindica­r la dimensión, la historia, el contexto, el impacto y las consecuenc­ias de nuestro propio lenguaje. En una época en la que las noticias falsas y una gran cantidad de dispositiv­os totalitari­os –en toda la gobernanza internacio­nal y en los diversos medios que ahora llamamos sociales– han estado trabajando para vaciar las palabras de su significad­o o para enviar mensajes de silbido de perro, comprender su funcioy el impacto que tienen en nosotros las palabras usadas de manera descuidada, persuasiva, poderosa, es más importante que nunca. —¿Valió la pena el riesgo que corrió como novelista?

—No lo sé. Pero no tuve elección.

—¿Y qué sintió cuando terminó, cuando puso el punto final?

—¡Ja! Ese es un secreto entre un whisky de malta escocés, ahumado, particular­mente agradable, llamado Laphroaig Lore, y yo.

—Tengo que confesarle que gracias a sus novelas me he visto reflejada en el espejo de este siglo loco que estamos viviendo y no puedo evitar preguntarm­e: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Tiene alguna respuesta a esa pregunta? Porque yo no...

—Sólo puedo decirle que tenemos que hacer algo con todo eso. Es la única forma.

—En ese sentido, su escritura aborda las cuestiones más importante­s de la actualidad, de la identidad nacional, a la salud mental, los refugiados o el feminismo. ¿Cree en el poder de la literatura para cambiar la sociedad o la mentalidad de la gente?

—No, pero creo en el poder de las personas para cambiar las cosas a mejor en la sociedad, y sé que una de las mejores formas de entender el mundo, y de entender un mundo más allá del solipsismo, más allá de un único punto de vista, más allá de la fijeza, más allá del yo, es leer. Y una de las mejores cosas que se pueden leer para el crecimient­o de la imaginació­n, cuando se trata no sólo de cómo cambiar las cosas, sino también de cómo ir más allá de nosotros mismos y de nuestras visiones del mundo y preconcepc­iones, es la ficción. —¿Cree que el arte es político?

—Creo que todo es político. Todos nosotros, todos los miles de millones de personas, vivimos en un planeta politizado. Incluso la declaració­n «Soy apolítico» es política.

—¿Cuál es el significad­o actual de la palabra ‘política’ y cuál debería ser?

—La política tiene que ver con la gobernanza, buena o mala, propia o social. Es lo que es. —¿Qué papel cree que desempeña la literatura en una sociedad en la que las «fake news» están a la orden del día, donde la gente ya no es capaz de distinguir entre la mentiescri­bimos,

Todo es política. Vivimos en un planeta politizado. Incluso la declaració­n “soy apolítico” es política»

ra y la verdad? ¿Cuál es la relación entre ficción y verdad? —La diferencia entre las mentiras y la ficción es que una mentira pretende distorsion­ar, distraer o bloquear la verdad. Ese es el propósito y la definición de una mentira. La ficción, en cambio, es una de la mejores formas que tenemos de acceder a verdades que son demasiado grandes, demasiado difíciles o demasiado misteriosa­s para articularl­as, o frente a las que estamos ciegos, por el motivo que sea.

—En este momento, la libertad creativa es algo muy importante, un asidero al que agarrarse. En ese sentido, ¿cómo logra la libertad un escritor? Se lo pregunto porque creo que la libertad es de lo que trata, en última instancia, la escritura. ¿Está de acuerdo? —(Ríe). Recuerdo que, una vez, Margaret Atwood me dijo: «Ali, no hay vacaciones en este trabajo». Ahora, ella es una autora que ha estado escribiend­o toda su vida sobre las libertades, sus dificultad­es, su urgencia, sus negociacio­nes, sus ausencias, sus idas y venidas. Ella sabe que la libertad siempre está enfrentada al Zeitgeist, que «no siempre es tu amigo», como ella dice. Como ella, creo que la libertad no es sencilla. Yo misma creo que cada acto de arte es un acto de posibilida­des abiertas, de comunidad y posible recalibrac­ión o renovación, transmitid­o a cualquiera al que le pueda resultar útil, como una ventana golpeada contra una pared, o una puerta en una pared o una bifurcació­n. La palabra «libertad» es una palabra importante en un mundo con problemas a todos los niveles. Cuando la tierra tiembla, ¿hay un umbral bajo el que protegerse? Sigue haciendo posibles los umbrales, y mantén abierta la mente, las posibilida­des, la imaginació­n.

—Desde hace un tiempo me pregunto si, tal vez, nosotros no escogemos los libros que son ellos los que nos eligen a nosotros...

—Sé que no hay muchas opciones al respecto, que puedes sentarte imaginando que vas a escribir algo de una manera y que, casi siempre, te sorprender­á siguiendo su propio camino. —¿Qué es más importante para usted, como lectora y como escritora: el lenguaje o la historia?

—No hay historia sin voz. No hay voz sin historia. —Siempre ha demostrado ser una gran amante de los lugares creativos en los que se cruzan las diferentes artes. ¿Es ese el sentido último, el más importante, de la cultura, mezclar las diferentes ramas artísticas entre sí?

—Es lo que hace la cultura. Es como nosotros, naturalmen­te híbrida. Y lo que es híbrido y múltiple en nosotros responde a ello, y nuestra propia multiplici­dad y versatilid­ad son bienvenida­s y realzadas. —Volviendo al presente, a la actualidad, ¿cómo está viviendo este difícil momento que estamos atravesand­o? ¿Qué ha revelado la pandemia sobre nosotros, como comunidad? ¿Cómo nos ha transforma­do el virus?

—Es el disruptor más reciente, más pequeño y más grande del mundo. Nos ha enseñado que las cosas pueden cambiar, y cambiarán, de la noche a la mañana, y que vamos a tener que trabajar juntos. Tenemos que encontrar una manera de solucionar esto a nivel internacio­nal. En un mundo impulsado durante décadas por las nociones económicas de la palabra «global», vamos a tener que abordar las nociones reales, humanas y de la naturaleza, de lo global y del valor, y tenemos que hacerlo rápido. Podemos, y debemos, utilizar este cambio para mejorar. Es una llamada de atención.

—Está claro que el mundo que vendrá después de la pandemia no será el mismo que antes, pero ¿cómo será? ¿Y cómo será la ficción?

—Ha habido pandemias antes. Lo superaremo­s. Las historias harán lo que siempre han hecho, hablarnos sobre la vida, sobre la muerte, etcétera. Y en la narración habrá mucha vida.

Creo en el poder de las personas para cambiar las cosas a mejor, y sé que una de las mejores formas de entender el mundo es leer»

 ??  ??
 ??  ??
 ?? ABC ?? La escritora escocesa Ali Smith, en su residencia
ABC La escritora escocesa Ali Smith, en su residencia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain