ZADIE SMITH, PENSANDO EN VOZ ALTA
La brillantez en la mirada y en la escritura define este libro con variadas reflexiones de la afamada autora británica Zadie Smith
ueno, tú llevas quince años usando la escritura como psicodrama», le espeta alguien durante una cena en Roma a la novelista y ensayista británica Zadie Smith (Londres, 1975). Aunque al principio le duela el comentario –como afirma en el prólogo a su excelente y heteróclita reunión de ensayos Con total libertad– la frase la llevó a reflexionar. Como, por otra parte, hace siempre que se topa con algún escollo o desacuerdo en su vida que le conduzca inmediatamente a hacerse preguntas y «dar explicaciones».
Especialista consumada en el matiz, en el sesgo casi invisible, en la superstición, pose cultural o idolatría de la raza, de lo políticamente correcto y de los muchas veces borrosos orígenes en nuestras sociedades del mestizaje, Zadie Smith saca oro puro, de forma más o menos irónica, más o menos provocadora y paradójica, de cualquier cliché o reflexión precipitada. Reflexión que ella misma confiesa haber hecho también en algún momento de su vida o reflexión que ha observado por lecturas o a su alrededor. Al mismo tiempo, y para advertir a un lector que actúe como comisario político de lo «puro» y lo académicamente incuestionable, Smith no duda en rebajarse con humildad, cuando añade: «Es cierto que llevo años pensando en voz alta. No soy ni filósofa ni socióloga, ni catedrática de literatura o cine, ni licenciada en ciencias políticas, ni crítica profesional de música ni periodista titulada. Mis bases, por así llamarlas, son casi siempre íntimas, de mi propia experiencia afectiva».
Autora de un clamoroso éxito que la catapultó a una fama planetaria, Dientes blancos (2000) publicado con tan solo veinticuatro años y de cuatro novelas más, Zadie Smith divide su vida entre Londres y Nueva York, da clases de escritura creativa y es igualmente articulista en publicaciones como The New York Review of Books, The New Yorker, Harper’s o The Guardian. Varios volúmenes excelentes de ensayos suyos –sostenidos sobre todo, como ella
«BTrad.: Eugenia Vázquez Nacarino Salamandra, 2021
445 págs.
23 euros misma dice, por una enorme «libertad»– han aparecido estos últimos años. A medio camino entre la narración, fuertemente ensamblada por un «yo individual» de enorme magnetismo y sugestión, y el comentario crítico que toca un variado campo de estímulos e inspiraciones, todos sus textos sin excepción atestiguan una indudable e inusual categoría como ensayista contemporánea. Volúmenes como Cambiar de idea o como Contemplaciones, este último escrito al hilo del confinamiento, con unos traumas y miedos compartidos al modo de las guerras mundiales del pasado siglo.
Acidez y agudeza
Con el humor de las prosas de la poeta Wislawa Szymborska, la acidez y agudeza de las obras de no ficción de Margaret Atwood o con el compromiso ligado estrechamente a su tiempo pero no a ideologías concretas de Doris Lessing, Zadie Smith siempre consigue aplicar en cada uno de sus textos esa fascinante y no gravosa «libertad» de la que hablaba en su prólogo. Como los pasos de un baile, ejecuta fabulosos zigzags
AMOR FERVOROSO. y asociaciones de ideas libres como el viento, no atadas a corsés, junto a momentos de erudición tranquila, relajada, no aplastante, que logran atrapar y cautivar plenamente al lector.
El suyo es un tono y ritmo sostenido en la prosa que no pierde en ningún momento su magia, ya hable de Mark Zuckerberg («supongo que soy de la generación de Zuckerberg, yo estaba en Harvard en 2003, cuando nació Facebook, pero tenemos maneras de ver el mundo e ideas distintas de lo que es o debería ser una persona»); de El buda de los suburbios de Kureishi como «clase paralela de historia» que circulaba por su escuela; de la narrativa de raíz entre poética y antropológica de una gran autora como Ursula K. Le Guin; de James Baldwin y la historia de Harlem; de su odio reconducido en amor fervoroso por Joni Mitchell (en uno de los mejores y más bellos capítulos del libro, «Notas sobre la entonación»); de su amor incondicional por Virginia Woolf que «la ayuda a seguir siempre adelante» («admiro a Beckett, respecto a Joyce pero amo a Virginia Woolf»); del jazz entre el que creció y su pasión por el claqué; del registro «minucioso de existencias banales» de Knausgard, o bien de emocionantes capítulos dedicados a revisar, «en momentos de vorágine retrospectiva», la historia de su familia («la familia es un suceso que entraña cierta violencia», dirá).
Con total libertad Zadie Smith
Su padre
Entre ellos destaca, en especial, la figura de su padre desaparecido, evocado en un entrañable y divertido viaje a Italia, cuando
SACA ORO PURO, DE FORMA MÁS O MENOS IRÓNICA, MÁS O MENOS PROVOCADORA, DE CUALQUIER CLICHÉ
«él ya era viejo y yo, aún joven, y me cayó un poco de dinero». Zadie creyó que había llegado el momento de moverse más allá «de la tierra de nuestros ancestros, el Caribe». Su padre llevaba a cuestas una dura vida laboral iniciada con trece años que había acabado en la penuria, un divorcio y en el comienzo melancólico de la vejez. Aun así, a pesar de ella ya haber comenzado a ganar dinero, precozmente, con la escritura, como contará, «mi padre seguiría con la costumbre de meter un billete de diez o veinte libras en las cartas que me mandaba».