LEILA SLIMANI, EL MESTIZAJE COMO IDENTIDAD
La escritora y periodista de Rabat aborda la conflictiva descolonización de Marruecos, con las mujeres como grandes olvidadas
ecientemente, a los ochenta y nueve años, fallecía en El Cairo la prolífica escritora y médico, gran icono del feminismo en los países árabes, Nawal El Saadawi. Intelectual de gran coraje que llevó a cabo una lucha sin cuartel contra el extremismo religioso, la violencia ejercida contra las mujeres, la poligamia, el velo islámico como signo de sumisión y, en general, contra «la injusticia ejercida por el Estado, el padre o el marido dentro de la familia», como ella decía, en 1958 El Saadawi ya escribió unas rompedoras ‘Memorias de una joven doctora’ (Lumen), libro considerado como pionero en la narrativa moderna feminista árabe. En 1972 publicaría otro de sus más conocidos estudios, ‘Mujeres y sexo’ que, entre otros temas, abordaba el trauma de la ablación, que ella misma había sufrido a los seis años.
RCuestiones tabú
Desde los años setenta, la crítica de El Saadawi hacia el sistema patriarcal y otras cuestiones tabú en la sociedad árabe como el aborto, el abuso de menores, las múltiples formas de opresión a la mujer o el patriarcado compartido por las principales religiones, sería incansable. Señalada por los islamistas radicales como una de las personalidades mundiales para abatir, fue encarcelada por Anuar El Sadat en 1981. Tras ello El Saadawi escribiría «en un rollo de papel higiénico y con un lápiz de ojos» sus ‘Memorias de la cárcel de mujeres’ (editorial Horas y Horas).
El recuerdo de la valerosa y fundamental obra y biografía de El Saadawi tiene mucho que ver con la reciente y magnífica novela, ‘El país de los otros’, de la joven escritora y periodista franco-marroquí Leila Slimani (Rabat, 1981). Una autora que en 2016 fue galardonada con el Premio Goncourt por su excelente obra ‘Canción dulce’ (Cabaret Voltaire). Cambiando totalmente de escenario, en 2020 Slimani inició el proyecto de una saga familiar, inspirada en su propia biografía. Una trilogía que arrancaba con la historia de sus abuelos, encarnados por la «pareja mixta» protagonista de ‘El país de los otros’, el marroquí Amín y la alsaciana Mathilde.
El título no podía ser más revelador de ese constante y tenaz rumor de fondo que invade todas y cada una de las brillantísimas páginas de su novela: «los otros» son siempre los que determinan el lugar, la identidad de cada cual o el sentido final de la vida y de las cosas. «Aquí las cosas son así», será lo que más escuchará la joven Mathilde, recién casada, al llegar a Marruecos.
Momento turbulento
Un país, Marruecos, plasmado de forma apasionante en esta obra que refleja los momentos turbulentos de su descolonización. Un país envuelto en revueltas constantes, represión y atentados sangrientos que desembocarían por fin en la independencia en 1956. Entre 1947 y 1955 la historia de la novela será narrada a través de los ojos de una inocente pero muy decidida mujer
REIVINDICACIONES. francesa, Mathilde, que en 1944 se enamoró en Alsacia de un apuesto soldado marroquí del ejército francés, durante la Segunda Guerra Mundial. Comprendiendo enseguida que tan sólo es «una extranjera», mirada con sospecha y muy pronto decepcionada por lo que había creído su gran aventura amorosa en un país exótico, en las cartas que le escriba desde Marruecos a su hermana en Alsacia simulará vivir «como en las novelas de Karen Blixen, Alexandra David Neel o Pearl S. Buck».
La joven pareja se instala en las afueras de la ciudad de
Meknés, en una finca soñada que tenía que darles grandes beneficios pero que, árida y pedregosa, apenas logra sacarlos de la miseria. Conviviendo entre rudos y brutales colonos, campesinos aferrados a supersticiones y costumbres atávicas, antiguos militares, apátridas llegados de otros lugar que sin cesar «se reinventan», en este matrimonio fuera de los cánones no son más que «dos seres híbridos, incapaces de poner nombre a su lealtad». «Dos excomulgados», a los que les es negada la entrada en ningún templo.
Con un racismo que florece
EL SAADAWI ESCRIBIÓ EN PAPEL HIGIÉNICO Y CON LÁPIZ DE OJOS SUS ‘MEMORIAS DE LA CÁRCEL’
SLIMANI INICIÓ UNA SAGA FAMILIAR INSPIRADA EN LA HISTORIA DE SUS ABUELOS
a cada paso, a través de miradas desdeñosas o directamente insultos al ver pasear cogidos del brazo a dos «no iguales», la joven Mathilde, Amín y sus hijos, la pequeña Aicha, niña prodigio en un colegio católico donde van «las europeas» y el pequeño Selim, padecen el ser «de ningún lugar». Así pasa con ese árbol del jardín que Amín se ha inventado: un árbol injertado, mitad limonero mitad naranjo.
Potente trilogía
No es de extrañar que Leila Slimani abra su potente trilogía con una frase del gran escritor y filósofo martiniqués del mestizaje y la «criollización», Édouard Glissant: «Maldición de una palabra: mestizaje». Leila Slimani logra con su gran y palpitante fresco atrapar como pocas veces se ha hecho en la literatura, con una enorme y sutil lucidez a cada paso, ese incesante y oscilante número de matices, de luchas interiores, de contradicciones, de miedos, de dogmatismos e hipocresías que llevan a cabo las personas en su lucha por la emancipación. Una emancipación política que aquí queda entrelazada a una emancipación mucho más dura, más costosa, que generación tras generación esos «poderes», de los que hablaba la fallecida Nawal El Saadawi, niegan ferozmente: la emancipación de las mujeres. Una emancipación siempre pendiente, tras guerras, revoluciones y «celebraciones de la libertad» cuando un país se declara, por fin, oficialmente independiente y libre. Aunque no para ellas.