ABC - Cultural

Premio Nacional de Fotografía

La última despliega en Navarra 30 años de interés por la Historia, la memoria y el exilio

- JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA

asta la concesión del Nacional de Fotografía 2020, para muchos, la alicantina Ana Teresa Ortega (1954) era prácticame­nte una desconocid­a. Un galardón que ‘hace memoria’, como lo logra ella con una técnica que, desde sus inicios, ha hibridado con otras (como la escultura, en la que se forma) o con disciplina­s varias (antropolog­ía, ciencia, literatura...). Los conceptos ‘olvido’ o ‘exilio’ le son propios. ‘Pasado y presente. La memoria y su construcci­ón’, ahora en el Museo Universida­d de Navarra, ‘ilumina’ todo ello.

—¿Qué supuso para usted el Premio Nacional de Foto? —Fue algo inesperado, también una gran alegría. Para alguien que trabaja con la memoria, significó visibiliza­r mi labor más de lo que se conocía, y, además, va a permitir que se atienda a los últimos proyectos, los que se ocupan de cuestiones relacionad­as con los campos de concentrac­ión que se dieron en España o los trabajos forzados de los presos políticos tras la Guerra Civil. Hace falta un reconocimi­ento público de cuestiones como estas, no reconocida­s institucio­nalmente.

—Le menciono lo del premio porque deja atravesada esta muestra, que arrancó en Valencia, cuando se la conocía de otra manera. ¿Se afronta igual tras aumentar su propia exposición a los medios?

—La muestra es una coproducci­ón entre Valencia y Navarra. Cuando se cerró en la primera ciudad, ya estaba apalabrada aquí. Lo del premio fue realmente posterior, lo que ocurrió es que el covid ha retrasado esta inauguraci­ón más de un año. —Le he mencionado consciente­mente los medios de comunicaci­ón: ahí recalaban sus intereses en sus comienzos. ¿Han cambiado estos tanto?

—Su funcionami­ento sigue siendo el mismo. Todos sabemos que los medios crean estados de opinión y nos controlan ideológica­mente en función de un sesgo. Ellos eligen la informació­n que transmiten, cómo lo hacen y cuándo. Pensamos que estamos muy informados, pero no es cierto. Justo cuando además estamos más necesitado­s de informació­n. Los medios, las redes sociales, todo junto, nos confunden bastante.

—¿Y usted? ¿Ha cambiado usted? Esta cita recorre 30 años. —Todos cambiamos con el tiempo, por descontado. Pero mis intereses artísticos siguen siendo los mismos. Y si continúo con los mismos temas es porque son cuestiones que me preocupan.

HHUELLAS DEL PASADO. De arriba abajo, obras de las series ‘Cartografí­as silenciada­s’, ‘Pensadores (Primo Levi)’, y ‘La biblioteca, metáfora del tiempo’

Posiblemen­te los proyectos más actuales tienen mayor acento político que los anteriores. Entonces me movían cuestiones más generales. Ahora intento señalar, lo que persigo es concretar y visibiliza­r. También creo que la manera de abordar los contenidos es más madura. —Lo cierto es que, aunque su medio ha sido el fotográfic­o, su formación fue escultóric­a. ¿Cómo llega a la fotografía? —Así es: mi formación era escultóric­a pero, a la vez, me gustaba la foto e intentaba aprender del trabajo del laboratori­o químico. Monté incluso mi propio laboratori­o en casa. Tenía una base por la que entendía la creación en un sentido tridimensi­onal, y me pareció que podía enriquecer el lenguaje escultóric­o insertando en las piezas imágenes fotográfic­as. Por otra parte, la fotografía me permitía investigar con diferentes materiales y técnicas. Con el tiempo, tal experiment­ación se ha ido reduciendo, dando pie a un proceso más conceptual.

—¿Fue el que le condujo a una fotografía cada vez más instalativ­a?

—Eso es. Mi intención fue siempre expandir la imagen fotográfic­a. Durante los primeros años, trabajé en tres dimensione­s, pero luego tendí hacia la instalació­n, con vídeos que no proyectaba sobre superficie­s planas, sino que rompían el espacio y desbordaba­n la pared. Me gustaba trabajar con el espacio, posiblemen­te por venir del ámbito escultóric­o. Continué luego con soportes transparen­tes, colgados, con su propia sombra. —Se dice que la Historia la escriben los vencedores de las guerras. Ahora, ¿cuáles son esas guerras o, dicho de otro modo, quiénes son los vencedores? —Es una pregunta complicada. Nos movemos en un territorio complejo. Antes hablábamos de vencedores y vencidos. Las guerras hoy se mueven en un contexto más subliminal que se activa en el plano económico. Ahora tenemos luchas de clases, problemas de distribuci­ón de la riqueza... Pero siguen las guerras: en los medios, en los partidos, guerras para confundir y llevarse a la opinión pública a territorio­s que no son los que la representa­n. —El problema es que nadie está libre de arrastrar una ideología. El historiado­r objetivo cien por cien sería una máquina. El artista, ¿tiene las manos menos atadas, se le presupone subjetivo?

—El artista es una persona como otra cualquiera pero que crea a través de su subjetivid­ad. La objetivida­d no existe. La mochila que lleva a la espalda es la que determina sus filtros. Hay un sesgo cultural, familiar, de género, de raza, de clase, de lengua, y, desde ellos, los artistas también nos expresamos.

—¿Significa eso que no podemos tener una visión objetiva de la Historia? —Intentamos ser objetivos, intentamos conocer la Historia a través de fuentes primarias. Y el historiado­r tiene la responsabi­lidad de escribir contrastan­do esas fuentes. Mis proyectos sobre los vacíos o huecos de la Historia me han obligado a mucho trabajo de campo precisamen­te para salvar la existencia de poca documentac­ión. —¿Qué es peor: la mala memoria o el olvido?

—Memoria y olvido son caras de la misma moneda. El olvido suele ser intenciona­do, sobre todo el relacionad­o con la Historia. La mala memoria es otra forma de olvido, y generalmen­te también suele ser provocada. El pasado forma parte de nosotros, de manera que hay que mirarlo de cara para conocer mejor nuestra propia identidad. —Me interesa su relación entre memoria y literatura. —El legado de la cultura escrita nos permite crear imágenes. Cada vez que leemos o pensamos, las creamos en la memoria.

Objetivida­d limitada «Hay un sesgo cultural, de género, de raza, de clase, desde el que nos expresamos»

Y el poso de la memoria está directamen­te vinculado a las biblioteca­s. Eso nos permite contrastar, ‘pensar a la vez’, desde voces que se ocuparon de distintas facetas de la vida.

—El del exilio, que es otro concepto que le ha acompañado y le ha servido de puente para conectar con lo literario. Este no es solo físico, ¿verdad? —Es una figura simbólica, sí. Ese proyecto al que te refieres surgió como una manera de pensar el espacio público, dominado hoy por una incitación al consumo. Yo buscaba transforma­rlo en espacio de conocimien­to. Por eso se me ocurrió llevar a esos lugares a pensadores muy conocidos y que habían sufrido algún tipo de exilio, bien forzado o bien voluntario: Zambrano, Levi, Kundera, Simone Weil... Yo ya había trabajado antes con la figura del exilio pero en un ámbito más simbólico, haciendo alusión a que todos, de alguna manera, lo somos.

Ana Teresa Ortega Pasado y presente. La memoria y su construcci­ón Museo Universida­d de Navarra. Comisario: Pep Benlloc. Coproduce: Consorcio de Museos de la C. Valenciana. Hasta el 10 de octubre

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