Pero eran blancos
La corrección política alcanza cotas esperpénticas
demás de deleitarnos con su belleza, muchas músicas nos elevan. Lo define Juan Ramón Jiménez: «La música / se clava / en medio del corazón».
Bach busca «la gloria de Dios y el alivio del espíritu». En el ‘Aleluya’, del ‘Mesías’ de Haendel, Stefan Zweig ve «un monumento que llega al cielo, como el aliento de Dios». Para Galdós, Mozart era «un divino instrumento». Beethoven nos lleva –como quería Goethe– «por el dolor a la alegría».
Pero todos ellos tenían una terrible tacha: eran de raza blanca. Para colmo, vivieron cuando existía la esclavitud. Por eso, unos doctos profesores de Oxford quieren «descolonizar la música clásica, porque puede producir angustia a los estudiantes negros» y sustituirla por músicos africanos, globales o que se han opuesto a Trump.
Esta genial idea ha surgido en Oxford, donde nació el madrigalista Orlando Gibbons y donde el cardenal Newman (hoy, santo) tocaba los cuartetos de Beethoven con el exiliado español
Blanco White. En una Universidad donde estudiaron escritores como John Donne, Samuel Johnson, Shelley, Oscar Wilde, T. S. Eliot, C. S. Lewis, Tolkien, Aldous Huxley, Graham Greene... ¿Qué sentirían, si pudieran escuchar esta propuesta?
También eran blancos y vivieron cuando había esclavos Cervantes, Shakespeare, San Juan de la Cruz, Quevedo, Montaigne, Molière, Pascal, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt, Vermeer... Para lograr ‘un currículum académico diverso, actualizado y paritario’, ¿deberemos olvidarnos de todos ellos?
¿Cómo se llega a esta locura? El tartaja Juan Belmonte explicó cómo su banderillero llegó a gobernador civil y jefe provincial del Movimiento: «Dede-de-degenerando». Antes, la Biblia: «El número de estultos es infinito». Creía yo que algunas necedades españolas actuales eran imbatibles: en Oxford nos hacen una fuerte competencia.
AUnos doctos profesores de Oxford quieren «descolonizar la música clásica»