ABC - Cultural

UN PUÑADO DE TÍTULOS IMPRESCIND­IBLES

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A Marta Salís se le ocurrió ‘Viajeros’ leyendo ‘Un viaje a Citera’, de Margaret Drabble. «Recordé a Ulises, aquel hombre ‘de variado ingenio que por largo tiempo anduvo errante y conoció muchas ciudades y el modo de pensar de muchos hombres’, el prototipo del viajero aventurero, así como del que liga la experienci­a a un aprendizaj­e. El viaje muchas veces es un pretexto, una especie de escenario móvil, para plantear dilemas de identidad, tribulacio­nes psíquicas, conflictos sociales, relativiza­ción de valores culturales, visiones políticas».

La lista de los mejores libros sería larguísima, pero Salís nos deja esta selección: ‘Gilgamesh’, la ‘Odisea’ de Homero, ‘Los cuentos de Canterbury’ de Geoffrey Chaucer, la ‘Divina Comedia’ de Dante Alighieri, la ‘Vida de Lazarillo de Tormes’, ‘Don Quijote de la Mancha’ de Miguel de Cervantes, ‘El progreso del peregrino’ de John Bunyan, ‘Los viajes de Gulliver’ de Jonathan Swift, ‘La isla del tesoro’ de R. L. Stevenson, ‘Las aventuras de Huckleberr­y Finn’ de Mark Twain, ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad, ‘Viaje al fin de la noche’ de Louis-Ferdinand Céline, ‘En el camino’ de Jack Kerouac… Obras que deben su estructura narrativa y buena parte de su imaginació­n a los pormenores y distintas etapas de un viaje.

Pilar Rubio Remiro, directora editorial de La Línea del Horizonte, sello que ha rescatado clásicos como ‘Las tierras altas de Albania’, de Edith Durham. En el otoño lanzará una verdadera joya: la edición completa, por primera vez, de ‘Cuadros de viaje’ de Heinrich Heine.

Los hay, como Fernando Castillo, que desde el escepticis­mo por el tópico que esconde la tarjeta postal o el destino presuntuos­o buscan algo más modesto, incluso azoriniano: combinar imaginació­n y recuerdos. «En realidad los distintos viajes que he hecho son casi siempre un solo viaje: aquel que se lleva a cabo desde las obsesiones propias, de manera que probableme­nte hay en mis libros más del escritor que de los lugares visitados», comenta el autor de ‘Atlas personal’ (Renacimien­to), ‘Un cierto Tánger’ y ‘Rapsodia italiana’ (ambos en Confluenci­as). «De los lugares busco lo que fueron, y eso se encuentra en lo que se ve y en lo que se imagina, en los restos del pasado y en el presente de las ciudades, en lo que cuentan de ellas la literatura y el arte, las canciones y el cine».

Regresar mejores

«En mis textos están los viajes que resultaron más propicios para la literatura –continúa–, lo que no deja de ser un misterio, pues nunca se sabe por qué Fontilles o Zamora dan lugar a la escritura mientras que destinos más cosmopolit­as y exóticos no me han animado nada. Escribir del África profunda, de las cumbres del Himalaya, de la selva amazónica, de desiertos abrasadore­s o de los Polos siempre está a tiro, como han demostrado Julio Verne o Emilio Salgari, maravillos­os viajeros que nunca salieron de su casa. Salvo que seas Julio Camba, Josep Pla, Claude LeviStraus­s o Paul Morand, y no es el caso, es mejor dejar las selvas y sabanas, París o Nueva York a quienes quieren presumir de ‘connaisseu­r’, pues ya han pasado esos días en los que el cosmopolit­ismo y la exploració­n eran un valor seguro para la literatura».

Nunca dejaremos de buscar la otredad para escapar del tedio de todos los días –últimament­e corregido y aumentado por un virus–. «Si deseas viajar lejos y rápido, viaja ligero. Quítate todas las envidias, los celos, el rencor, el egoísmo y el temor», apunta Cesare Pavese. El viaje, leído o vivido, sí que nos ayuda a regresar mejores, recorriend­o senderos tranquilos o, tal vez, las procelosas aguas de Escila y Caribdis hasta llegar a nuestra particular Ítaca.

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El ‘viajero metafísico’ Pessoa visto por Damián Flores

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