«Detestaba la figura del cinéfilo listillo»
MIGUEL ÁNGEL VILLENA ‘Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente’ (Tusquets), de Miguel Ángel Villena, retrata al director desde todos sus ángulos
que se fijaran mucho más en problemas morales, por el gran peso que tenía la Iglesia católica en los comités, que en los asuntos políticos o sociales. En ‘El verdugo’ les preocupa más la sordidez del maletín del verdugo o las escenas minímamente eróticas entre Emma Penella y Nino Manfredi que el propio alegato de la película contra la pena de muerte, y contra la dictadura. Su película más machacada es ‘Los jueves, milagro’, porque es la parodia de una falsa caridad cristiana, de utilizar los milagros como negocio. Berlanga vivió siempre del cine, pero en momentos determinados se pudo permitir pasar varios años sin rodar por estos problemas —¿No llegaba a desesperarse ante tanta espera?
—Con todo ese aire que él tenía de pasota, de hedonista, muy a la valenciana, luego él era alguien muy paciente… Piense que escribe el guion de ‘La vaquilla’ en los años 40 y tarda cuarenta años en rodarse. Tenía claro que quería rodar una comedia sobre la Guerra Civil, y tarda décadas, pero lo hace.
—¿Y cómo se llevó con los intelectuales de la época, siempre más afines al gesto adusto, a la falta de sentido del humor? —Con la gente que mejor se llevó de la intelectualidad es con la gente de ‘La codorniz’, gente de oposición, aunque conservadora o de derechas, que practicaba un humor del absurdo, muy iconoclasta…
—El año que fue nominado al Oscar por ‘Plácido’, el premio se lo lleva Bergman. —A Berlanga el cine intelectualizado no le gustaba nada. Más de una vez dijo que le horrorizaba el cine de Antonioni. Él bebe de dos grandes tradiciones: el gran cine clásico de la comedia norteamericana y la tradición del sainete español. Y esto está a años luz de Bergman o Antonioni. Detestaba la figura del cinéfilo, el típico listillo que ha visto todo el cine noruego de la posguerra…
—No podemos acabar sin hablar de su relación con las mujeres...
—La primera experiencia sexual de su generación, la mayoría varones de clase media alta, era irse de putas. Berlanga en su vida cambió un pañal y no sabía prepararse un café. Era un inútil en el ámbito doméstico, pero eso era así en el noventa por ciento de los hombres españoles nacidos en aquellos años. Lo mismo que la relación con las mujeres: una especie de misoginia y, al mismo tiempo, fascinación. —¿Cómo se llevaría con la ‘dictadura’ de la corrección política actual?
—La corrección política es un término relativamente reciente… y Berlanga todo eso lo dinamitó. Creo que ha envejecido muy bien su cine porque apela a una sociología muy universal.
—Sin duda, es uno de los grandes directores del cine de todos los tiempos. —Berlanga es uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos y uno de los más grandes artistas de la España del siglo XX. No se puede entender la España del siglo XX sin las películas de Berlanga, lo mismo que no puedes entender la del siglo XIX sin la obra de Galdós.
resultarían prácticamente inaccesibles. «Somos la única plataforma que, dentro de poco, tendrá disponible la filmografía completa de Berlanga».
Y no únicamente sus largometrajes como director: FlixOlé ofrece también ‘Tuset Street’ (1968), de Luis Marquina, y ‘Días de viejo color’ (1967), de Pedro Olea, películas en las que Berlanga intervino como intérprete, además de ‘Se vende un tranvía’ (1959), piloto de una serie que nunca llegó a hacerse realidad, dirigido por Juan Estelrich y donde Berlanga tuvo una aparición. En la plataforma puede verse el documental en clave de homenaje ‘Por la gracia de Luis’, que dirigió José Luis García Sánchez en 2009.
«Por supuesto que se perciben las huellas de Berlanga en la cinematografía española actual, pero su manera de hacer cine es irrepetible», defiende Cerezo, cuya productora estuvo detrás del último proyecto del director: el cortometraje ‘El sueño de la maestra’, protagonizado por Luisa Martín y Santiago Segura –uno de sus principales discípulos, junto al Álex