LA MEMORIA DE PILAR DE VALDERRAMA
Alicia Viladomat reivindica la figura de su abuela «mucho más allá del estereotipo de Guiomar como musa de Antonio Machado»
uardaba un tesoro. Metido en cajas y arrumbado durante años. Y ahora en proceso de recuperación al completo. El archivo familiar de los Martínez Romarate-Valderrama, de los que es la última, la única descendiente. La familia fundada por la abuela, Pilar de Valderrama, la Guiomar de las canciones de Machado, y por el abuelo, Rafael Martínez-Romarate, el gran iluminador del teatro María Guerrero. Y por las hijas de estos: Alicia y María Luz, así mismo actrices, escritoras… artistas. Una familia, la suya, que ahora Alicia Viladomat trae al presente en la exposición ‘Pilar de Valderrama en Pintor Rosales (1889-1979)’, abierta en el Centro Cultural Moncloa de Madrid hasta finales de junio. Libros, cartas, manuscritos, pinturas, escenografías, fotografías… Algo más que palabras.
Desde hace unos años, Alicia Viladomat vive su propia cruzada. La de darle a la figura y a la obra de su abuela el lugar que verdaderamente le corresponde en la cultura española de la Edad de Plata. Un «gran honor», dice. Pero también una «enorme responsabilidad». Y un cierto apremio, al ser ella la ‘estación termini’ de la línea sucesoria. La Guiomar de Machado, sí. Pero algo más, «mucho más» que la musa del poeta. Una escritora que dejó al menos cinco libros: ‘Las piedras de Horeb’ (1923), ‘Huerto cerrado’ (1925), ‘Esencias’ (1930), ‘Holocausto’ (1943) y ‘Espacio’ (1958), a los que se sumaría más tarde ‘De mar a mar’, en edición póstuma de 1984 de Carlos Murciano. Y ahora, desde hace unos meses, ‘Evocación’, una antología publicada por Torremozas y precedida de estudio de Fran Garcerá. Una investigación que da cuenta de las verdaderas relaciones antes, durante y después de Machado, que tuvo Pilar de Valderrama con el mundo cultural de su tiempo; de la recepción de su obra en los periódicos o de su vinculación como fundadora del famoso
GMaría Dueñas Planeta
Lyceum Club, aquella sociedad femenina que funcionó entre 1926 y 1939 y en la que figuraban desde la reina Victoria Eugenia hasta María Teresa León, Zenobia Camprubí o Elena Fortún.
HILO ARGUMENTAL. Tras la desaparición de su padre, el pintor y cineasta Domingo Viladomat, en 1994, Alicia recibió el legado familiar. Ahora, ella misma escribe sus recuerdos de esta familia, con la que convivió hasta los 22 años. Un texto que acompañará a la reedición de ‘Sí, soy Guiomar’, las memorias de la escritora que se publicaron en 1981, dos años después de su muerte, bajo la supervisión de Jorge Guillén. Una tarea, dice, que va siguiendo la «línea rigurosa» que van marcando los nuevos hallazgos de un archivo «al que todavía le quedan por dar sorpresas». Desde la correspondencia personal de Valderrama con personajes como Concha Espina, Azorín, Guillén o Heliodoro Carpintero hasta la creación, en su propia casa, del teatro de bolsillo Fantasio. Un «hilo argumental» tras el que Alicia Viladomat sigue descubriendo nuevas facetas de su familia, como por ejemplo la labor teatral desarrollada por su abuelo, Rafael Martínez Romarate, como ingeniero de iluminación con los directores más renombrados del momento. «Muchas ramificaciones artísticas –dice– de las que no he llegado ser plenamente consciente hasta ahora».
AMOR SECRETO. De la intensa relación entre Pilar de Valderrama y Antonio Machado, los dos se esforzaron por mantener el secreto. En 1950 Concha Espina prácticamente lo desveló, sin dar la identificación completa de Guiomar, en su libro ‘De Antonio Machado a su grande y secreto amor’. Y en 1964, como se puede leer en una carta de Valderrama a Jorge Guillén ella le dice: «Me pregunta usted si he tomado precauciones para el futuro. Pues sí las he tomado en lo posible. Mi mayor deseo –para después– sería el silencio total pero, por si alguien lo rompiera –lo que mucho me temo– querría dejar bien clara la verdad». Mientras vivió, sus confidentes respetaron su voluntad. Y a su nieta nadie le dijo una palabra hasta que se encontró con la publicación de ‘Sí, soy Guiomar’.
Un silencio que para Alicia Viladomat ha sido «contraproducente». Hubo quien dijo que Guiomar era un fantasma. Una invención poética del autor de ‘Campos de Castilla’. Y en el mejor de los casos redujeron a la escritora a un eterno cliché literario: el de musa de su escritor. Vencer los estereotipos lleva su tiempo. Y se hace necesario recordar, acaso, esos dos versos que Pilar de le regaló a Antonio («el corazón de la Lola / sólo en la copla se entrega»), y que cambiaron por completo el sentido final de ‘La Lola se va a los puertos’. O la espléndida relación que la poeta mantuvo con su hermano Manuel, como prueba el prólogo (en verso) que éste le escribió para ‘Holocausto’. «Así, en el fondo del crisol, el oro. / Así, la sal, en la marina onda… / Así, en la cifra mágica, el secreto», dice ahí Manuel Machado. Secreto de precio muy alto.
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