Por el fin de las epopeyas
La colectiva ‘Estado de sitio’, en Logroño, traduce a lo artístico diferentes situaciones de emergencia vividas por la sociedad actual
Estado de sitio, de alarma, de emergencia sanitaria, social y climática… Diríase que el estado crítico –jalonado de ‘recuperaciones’– en el que nos desenvolvemos desde 1973 colapsa en la experiencia traumática del confinamiento. Un trauma político y económico más que sanitario, advierte Harari, que exige respuestas urgentes (el avispado Zizek publica ‘Pandemia’ en mayo de 2020) y, en ese sentido, se agradece esta exposición, enmarcada en los actos conmemorativos del V centenario del Sitio de Logroño (un asedio que tuvo lugar entre el 25 de mayo y el 11 de junio de 1521 y que se saldó con la derrota de las tropas francesas), en la que se aborda el colapso de la posmodernidad o, por decirlo de algún modo, el lógico desenlace de la crisis de los relatos.
Los ocho artistas, con obras específicas para la muestra, responden admirablemente a las tres cuestiones planteadas por los comisarios: la reclusión, la emergencia climática y las nuevas narrativas. Paula Rubio Infante y Nüria Güell abordan el paradigma de la reclusión, la cárcel, insertando en la sala su transcripción literal: la primera reproduce un siniestro elemento arquitectónico de la de Carabanchel; la segunda ha dispuesto un teléfono al que podrán llamar cientos de reclusos de cárceles españolas para hablar con los visitantes de la cita. Una pieza terrible que nos confronta con la realidad perenne del confinamiento.
Eugenio Ampudia y Julio Sarramián abordan cuestiones ecológicas centrándose en el territorio riojano: Ampudia propone, junto a una serie de deliciosos dibujos, una lluvia virtual de vino, y Sarramián un conjunto de objetos e imágenes de los efectos de las riadas y la contaminación del Ebro. La crisis de las narrativas –tras la que se encuentra el relato del Sitio de Logroño, que tuvo lugar poco después de la epidemia de peste negra– es hábilmente evocada por los otros seis artistas. Alan Carrasco cuestiona el relato de la transición española al documentar parte de los 600 asesinatos políticos que se cometieron entre 1975 y 1992. Una historia oculta, una desmemoria voluntaria, muy por encima de los habituales ataques a esta época. Carlos Aires, que trabaja habitualmente con papel moneda, evoca el periodo de un modo más irónico en la reproducción, sobre una gran cortina, de un antiguo billete de 5.000 pesetas. Por su parte, Maider López insiste en la posible existencia de nuevos baremos y escalas al medir el perímetro de la sala de exposiciones usando como unidad de medida el número de bolígrafos y de tiempo consumidos en pintar su zócalo. Un planteamiento parecido al de Cristina Lucas, que reevalúa el progreso humano en función del carbono consumido en una escultura negra en forma de castillo de naipes hecha de materiales fósiles.
«Algunos pensadores como Benjamin ya plantearon que estos estados excepcionales son, en realidad, la norma. Por eso resulta tan importante buscar esos otros relatos “escamoteados” que se deben encargar de construir los discursos diferenciales de la Historia», recuerdan los comisarios de esta perturbadora cita. Es urgente, cumplida la profecía de Lyotard, abandonar la Historia en forma de epopeya. Por eso, no puede uno menos que aterrarse al asistir al tosco inicio de nuevas odiseas –como ‘la colonización del Planeta Rojo’– en pleno Estado de sitio.
Estado de sitio Colectiva
Sala Amós Salvador. Logroño. C/ Once de Junio, s/n. Comisarios: Blanca de la Torre y Fernando Gómez de la Cuesta. Hasta el 15 de agosto