IDA APPLEBROOG: EL DEDO EN LA LLAGA
Inmensa, en todos los sentidos, la retrospectiva de la pionera del feminismo Ida Applebroog en el Museo Reina Sofía
si alguna vez me callo es que ya no habrá nada que decir, aunque no se haya dicho todo, aunque no se haya dicho nada». Sirvan estas palabras de Samuel Beckett, escritor de enorme influencia en el pensamiento de Ida Applebroog (Nueva York, 1929) como inicio discursivo de la exposición ‘Marginalia’, la retrospectiva más completa hasta la fecha de una artista de la que, debo confesar sin pudor y con humildad, no había tenido apenas noticias hasta ahora. Sin embargo, no hagamos aquí demasiado caso al gran iconoclasta irlandés y en vez de callar, digamos.
Una de las características más señaladas de esta propuesta es la amplia diversidad de estrategias expresivas que la componen (dibujos, acuarelas, pinturas, esculturas, vídeo, libros de artista, instalaciones, textos...), que a su vez reflejan igualmente la extensa variedad de lenguajes e intereses visuales empleados por la artista.
«YIda Applebroog pertenece a una de las primeras generaciones de artistas feministas en su país, estando vinculada ya desde mediados de los setenta al colectivo feminista Heresies, y posteriormente, en 1992, como parte integrante de la Women´s Action Coalition (WAC), a la que también pertenecieron otras figuras referenciales como Mimi Shapiro, Judy Chicago o Lucy Lippard. Esa militancia dotará pues a su producción de una activa crítica a la sociedad patriarcal, pero no como un síntoma aislado, sino siempre como un signo más de una estructura social enferma y manipulada.
Esta idea más holística de un mundo lastrado por lo que podríamos calificar de ‘patologías sociales’, vinculadas al control y dominio de las relaciones patriarcales normalizadas, actúa en su obra como un seminal hilo conductor que, al tiempo, se ramifica y bifurca en otra serie de intereses relacionados con el brumoso limes existente entre lo público y lo privado, las corrientes de violencia que amenazan al ser humano, el grado cero de sensibilidad hacia el dolor de los demás con el que nos bombardea el aparato mediático y la preocupante corriente de medicalización que asola a las sociedades más desarrolladas, aspecto este que se convertirá en una de sus señas de identidad creativas más personales.
Dentro de la diversidad de su corpus artístico uno de los rasgos más significativos es a mi juicio la gran importancia que lo performativo, entendido como una suerte de escenario en el que se plasma y despliega el carácter de ficción de las experiencias vitales, ocupa en él. Una temperatura de escenificación que desarrolla especialmente en sus ‘Stagings’ (teatrillos), en los que se suceden constantes como el uso del pergamino, el telón o la repetición de escenas, y que a su vez la sitúa en la órbita de influencia de Beckett, tal como hemos señalado.
Este profundo y rico aroma escenificado e instalativo puede aspirarse prácticamente en todas las demás obras expuestas. Ejemplos como ‘Monalisa’ –impactante–, ‘Everything is Fine’, ‘Living’ y ‘Catastrophes’ dan buena cuenta de ello.
En suma, una exposición valiente y potente que pone el dedo (sanador) en la llaga (social) de algunas de las taras que nos afectan e infectan como colectivo humano, sin dejar, eso sí, de hacerlo con un humor crítico, irónico y regenerativo. Muy recomendable.
Ida Applebroog Marginalias
Museo Reina Sofía. Madrid. C/ Santa Isabel, 52. Comisaria: Soledad Liaño. Hasta el 27 de septiembre