Escenografías ensimismadas
A la hora de caracterizar –o adjetivar– esta última exposición de Vicente Blanco (1974) en Silvestre quizás el término ‘ensimismado’ aporte alguna significación al respecto. No porque lo considere un artista aislado de su entorno, sino porque su figuración atiende a unas reglas propias, subjetivas: tanto en lo que a morfología como a narrativa y composición se refiere. Toda obra invita al acceso a un mundo original, pero algunas lo hacen con mayor grado de demanda, como es el caso. Aunque no lleguemos a descifrar el sentido de las escenas que Blanco ofrece, estas resultan creíbles. Creíbles, en cuanto que no parecen simples caprichos o delirios inconexos, faltos de una coherencia propia, sino que convencen desde esa extraña verosimilitud que destilan y con la cual consigue captar la atención; hacen que queramos interpretar para, finalmente, descubrir que nos hemos perdido en una trama que es la condición de todo el relato: nos abandonamos a su sugestión. Un relato suspendido, sujeto a la disposición de los elementos en juego, a la diversidad de tratamientos, enfoques, escalas, planos y definiciones, argumentos que constituyen el auténtico entramado de su narrativa: la existencia y sus conflictos expresados en clave plástica, como asimismo podemos ver en las mejores obras de Hernan Bas. Nada hay en esta cita de simbolismo estricto, reconcentrado: antes bien, supone la posibilidad de transitar por un enigma. Vicente Blanco Todo lo que fue tocado Gª SILVESTRE. MADRID. C/ DOCTOR FOURQUET, 21. HASTA EL 24 DE JULIO