INTELECTUALES DEL S. XX PARA PENSAR EL XXI
Fusi ha escrito un trabajo referente para entender cómo hay qué interpretar España de la mano de los eruditos
l maestro de historiadores Juan Pablo Fusi acaba de publicar, con el título de ‘Pensar España’, un libro, sin duda, nada pretencioso en su planteamiento, pero extraordinariamente lúcido, que pretende ser una aproximación a la historia intelectual de nuestro siglo XX, rastreando las huellas de la intelectualidad de este siglo, para captar la identidad del llamado ‘problema de España’ y sus presuntas alternativas.
Desde el 98 y su amplio rosario de interpretaciones respecto a España, hasta intelectuales actuales como Savater, por el libro de Fusi desfilan los interrogantes y las respuestas que a lo largo del siglo XX y a través del Guadiana de nuestras peripecias políticas han ido construyendo los intelectuales en torno a España. La primera novedad que aporta el libro es que no solo se registran intelectuales españoles, sino que también se incorporan reconocidos hispanistas británicos como Brenan o Carr, el maestro de Fusi. En esta historia intelectual, el autor contrasta muy sutilmente la imagen de España que tenía Ortega con la de Azaña, con especial referencia a lo que constituyó un referente obsesivo en los dos intelectuales: el Escorial. Fusi subraya lo que tuvo la República de construcción intelectual tan apasionada como irreal muchas veces, se pasea magistralmente por el escenario de la postguerra española y el franquismo, asumiendo el diagnóstico de Julián Marías, que reiteró que la vida intelectual española nunca se interrumpió, y ahí están Cela, Aleixandre, Delibes, Carande, Caro Baroja, y tantos otros, para demostrarlo, más allá del telón de fondo político. Y, por último, nos analiza los aportes que significan los horizontes de libertad que la democracia española abrió.
Supervivencia vital
Los últimos capítulos los dedica a Jorge Semprún, como prodigioso caso de capacidad de supervivencia vital y de trascendencia cultural y, al mismo tiempo, política hasta su muerte en 2011, al análisis de lo que ETA supuso desde 1968 hasta su agotamiento en el mismo año 2011 y, por último, a Julián Marías como el intelectual que más y mejor supo conjugar en sus análisis la problemática filosófica identitaria con la realidad histórica de lo que fue España, siempre sabiendo diferenciar la España oficial de la real, la intelección y la proyección emocional. Este libro entiende, en todo momento, la evolución del pensamiento político del siglo XX a partir de las diversas coyunturas de la realidad histórica. No hay en él afán alguno de exhaustividad –fuera del recorrido de Fusi quedan cuestiones como, por ejemplo, el debate Castro-Sánchez Albornoz–. Creo ver en el libro un cierto afán reivindicativo respecto a los intelectuales que han escrito sobre el ‘problema de España’, tema este muy debatido actualmente. Ciertamente, en el siglo XX se ha abundado mucho en el llamado ‘problema de España’ sobre el que polemizaron, entre otros, Laín y Calvo Serer, el uno ahondando en el reconocimiento del problema, el otro fustigando la obsesión por el mismo (España como problema y España sin problema). Hoy, parece que el debate debería estar superado. Unos, como Félix Ovejero, creen que el problema es un pseudoproblema fruto de un concepto esencialista de nación. Otros creen que tanta insistencia en el ‘problema de España’ ha acabado por alimentar la fracasología y ayuda a construir la leyenda negra.
Emocional
Por mi parte, considero que, más allá de la retórica sobre el problema de España en el siglo XX, sigue existiendo una cuestión relativa a España pendiente, no ya desde 1978 sino desde 1812, que es la de dotar de fuerza racional y emocional al guion que une los términos Estado y Nación, para soldar ambos conceptos, superar con la estructura política del Estado común las peripecias coyunturales de la Historia, los tirones identitarios de los nacionalismos periféricos y enterrar de una vez por todas la ecuación tendenciosa, que sigue haciendo estragos, de franquismo y nacionalismo español, como si España fuera un producto inventado por Franco.
Para construir este consenso ideológico y político, para aprobar esa asignatura pendiente, nos siguen haciendo falta los intelectuales que hoy precisamente no sobran en nuestro país. Intelectuales independientes del padrinazgo político, que reflexionen sobre España más acá de la metafísica y más allá de las dependencias partidistas. Intelectuales no narcisistas, concienciados de la realidad poliédrica del país y de la capacidad de la propia sociedad para superar los disensos desde el propio sistema, abandonando la obsesión de la excepcionalidad española respecto a Europa y al mundo.
En este sentido, los intelectuales del siglo XX que son objeto del excelente libro de Fusi constituyen una referencia muy útil para los ciudadanos que vivimos en el siglo XXI. Pensar España en el siglo XXI no solo implica hacer ejercicios de futurología, implica aprender de cómo han interpretado España los intelectuales que nos han precedido. Con sus aciertos y sus errores.