EL EJÉRCITO ROJO, CAZA Y CAPTURA EN PRUSIA ORIENTAL
El tema afrontado por Alvydas Slepikas, considerado ‘marginal’ durante un tiempo, es el de los llamados ‘niños lobo’
o hace mucho aparecía una excelente obra, la novela ‘Todo en vano’ de Walter Kempowski (Libros del Asteroide), escrita desde el lado alemán, por un escritor de esa lengua, que narraba de forma extraordinaria la gigantesca diáspora que se produciría entre los alemanes del Este, en concreto de la Prusia Oriental, ante el avance, por lo esperado no menos temible, y dominado por los más terribles presagios, del Ejército ruso que avanzaba victorioso. Ahora, de mano de Alvydas Slepikas (1966) uno de los más prolíficos creadores lituanos contemporáneos nos llega un impresionante episodio olvidado durante años por historiadores y autores relacionado con ese imparable avance del Ejército Rojo en la Prusia Oriental y sus consecuencias más inmediatas entre la población civil. Es decir, entre los vencidos, antaño protegidos por un devastador Tercer Reich. El tema afrontado por Slepikas0, considerado «marginal» durante tiempo, es el de los llamados «niños lobo». Tras las Segunda Guerra Mundial, muchos niños se quedaron sin padres que les ayudaran para afrontar la más mínima sobrevivencia: el hambre, el frío en zonas con temperaturas glaciales, o simplemente el encontrar un techo bajo el que cobijarse cuando todo les había sido arrebatado y tan solo había ruinas y edificios quemados por doquier.
Miles de niños y niñas de Prusia Oriental se vieron separados de sus familias durante las últimas fases de la guerra. Los padres habían perecido en la guerra o simplemente no habían regresado del frente y muchas de sus madres murieron o fueron enviadas a gulags. Víctimas tristemente invariables en todos los conflictos, aquellos niños se convirtieron en algo parecido a pequeños lobos errantes y hambrientos, aislados de la humanidad. Obligados a vagar por bosques, saltando de tren en tren, y atravesando ríos helados, su única esperanza era cruzar la frontera y alcanzar Lituania, en busca de comida, de trabajo en las granjas, y así poder traer de vuelta algo de alimento para los más pequeños y las pocas mujeres aún vivas que los cuidaban y se habían quedado atrás.
Se convirtieron de repente en soportes de restos escuálidos de familias agonizantes, cubiertas con harapos. Muchos, como el pequeño Heinz, como su hermana Renata, tienen que sortear la brutalidad de los soldados rusos que los tratan de «fascistas» y que muchas veces disparan por diversión en cuanto los ven. Un mensaje clavado en la frontera del río Niemen advierte de dónde están los vencedores: «¡Soldado del Ejército Rojo, ante ti comienza la guarida de la bestia fascista!».
Fúnebre belleza
Estamos en 1946, son los inmediatos días de la victoria sobre Alemania. También los panfletos animan en ruso a la venganza a estos soldados exhaustos, que han sobrevivido a cruentas batallas y que vienen de una indecible violencia. En los pueblos, en los caminos, como se dice en la novela, «las mujeres regatean, vendiendo algunos de sus hijos a los granjeros lituanos por patatas... para que sus otros hijos sobrevivan». La Prusia de la posguerra, será retratada de forma tan realista como sobrecogedora, y con una poesía de sorprendente y fúnebre belleza añadida a la dureza del tema.
MUCHOS NIÑOS SE QUEDARON SIN PADRES PARA AFRONTAR LA MÁS MÍNIMA SUPERVIVENCIA