Clasicismo y videojuegos
La ética y la estética de una de las mayores industrias culturales de nuestro tiempo está presente en ‘Viajeros de un mar de nubes’ desde el principio, desde ese ‘reparto’ donde se explica quién es quién en la aventura que estamos a punto de emprender, y continúa con una narración ágil y una descripción de universos sorprendentes que nos tientan a ser coprotagonistas, a coger un mando inalámbrico y enrolarnos en la partida. Borja Vaz no oculta sus pasiones: es crítico y profesor de diseño de videojuegos y fan de la imaginería del fantasy japonés, pero esta novela es mucho más que un posible guion para un producto de consola. Quizás la mayor virtud del autor sea combinar las características narrativas del videojuego –el ritmo vertiginoso, la complejidad del tablero, los decorados que estimulan nuestra imaginación, como ese volcán suspendido en el cielo donde estallan furiosas tormentas– con el steampunk especulativo y el clasicismo de las novelas de aventuras (el viaje como indiscutible elemento literario, simbolizado aquí en esos aerobarcos surcando el mar de nubes y atracando en torrepuertos que, sin duda, tendrían la aprobación de R. L. Stevenson). En este debut también hay un elemento de crítica socioeconómica y de defensa ecológica que vemos en los clásicos del género, desde Bradbury a Kim Stanley Robinson: la lucha de los personajes por tratar de preservar sus mundos –ya sea la Tierra, Marte o la ciudad de Mercuria– de un cataclismo, por buscar una solución solidaria a unos males nada utópicos.