STANISLAW LEM, SI LAS MÁQUINAS VENCIERAN
En septiembre se celebra el centenario de quien está considerado uno de los mayores exponentes de la ciencia ficción
Ya está bien de descripciones! Esto es lo que puede exclamar el lector, agotado de seguir a los astronautas de Lem por el planeta Regis III, al llegar a la página cien o, quizá, ciento cincuenta. Hay algo ligeramente extraño en este ponerse a describir de forma obsesiva un lugar que no existe. ¿Para qué se hace? ¿Qué tipo de arte es este? Lo llaman «literatura», pero seguramente la literatura puede ser esto o también otras mil cosas totalmente distintas. Raymond Roussel ya mostró en ‘Impresiones de África’ (y algo más tarde Robbe-Grillet en ‘Topología de una ciudad fantasma’) que la descripción es, o puede ser, una especie de actividad de palabras insecto que se dedican, una por una, a definir lugares, objetos, máquinas, etc. que no tienen otra realidad que las palabras que las nombran. Este es el juego, pero en el caso de Lem no hay juego: él está convencido (y la verdad es que Lem estaba convencido de muchas cosas sobre sí mismo) de que nosotros sí las imaginaremos y sí las veremos. Pero ¿qué son «una especie de matorrales metálicos que llegaban casi a los bordes del cañón»? Los matorrales están hechos de hojas y pueden tener infinitas formas y tonalidades. ¿Qué son «una especie de matorrales metálicos»? Y ¿cómo es el cañón? ¿Dónde estoy yo, con respecto al cañón? Si lo veo desde abajo, ¿qué importa que lleguen «casi a los bordes»?
‘El invencible’ pertenece al género de ciencia ficción de ingenieros, subgénero de averías. Tengo que confesar que siento poco interés por el subgénero de averías, que no cuenta historias, sino la sucesión de averías (también tediosas puesto que son de máquinas que no existen y que, al ser imaginarias, bien podrían funcionar perfectamente), la sucesión de averías, digo, que hacen que esa historia no sea posible. En cuanto a las historias de ingenieros, llenas de máquinas, reostatos, campos electromagnéticos, etc. ya no es tanto que no me interesen en exceso, sino la risa de ver que estos escritores se creen de verdad que la «ciencia ficción» es una combinación de ciencia y de ficción. La verdad es que la ciencia ficción tiene tanto que ver con la ciencia como un soneto a una rosa con la botánica o una oda al mar con la oceanografía.
Los lectores duros de ciencia ficción disfrutarán de esta fábula de Lem, que trata de la invasión de lo inanimado. «El invencible» es el nombre de una enorme nave espacial que ha sido enviada al distante planeta Regis III para que investigue la desaparición de otra nave idéntica, llamada «El Cóndor».
Límites de lo humano
La novela suscita muchos temas interesantes y conflictivos: máquinas que evolucionan, los límites de lo humano, los límites de la comprensión, incluso nuestra condición «galáctico céntrica». La nube de ‘nanobots’ inanimados me ha recordado las hordas normópatas que cazan seres humanos en internet, los acorralan y destruyen. ‘El invencible’ es una advertencia de lo que nos podría suceder a nosotros si las máquinas ganan la batalla. Voy a citar una frase: «la máquina, liberada del control humano, se adentró en la inmensidad del desierto». La traducción, algo que tampoco solía abundar en el género, es excelente.
LA NOVELA SUSCITA TEMAS INTERESANTES, COMO LA CONDICIÓN «GALÁCTICO CÉNTRICA» DEL SER HUMANO