ABC - Cultural

Naturaleza­s nada efímeras

Ricardo Calero recorre en las salas de La Lonja de Zaragoza toda su trayectori­a, rica en matices y en estilos

- LAURA REVUELTA

Ricardo Calero nace en Jaén, en Villanueva del Arzobispo, en 1955, pero su relación con Zaragoza viene de largo. Actualment­e pasa largas temporadas en Fuendetodo­s, el pueblo de Goya, donde tiene su estudio en una casa pegada a la natal del universal pintor. No son baladíes estos detalles porque la obra de Calero, casi desde sus inicios, anda muy atada a la Naturaleza y sus asuntos. Esta tierra aragonesa podrá ser y tener muchas cosas pero, ante todo, tira, cual imán, la inmensidad de un paisaje compenetra­do con lo esencial, con lo limítrofe. Del desierto a la recortada montaña. Del frío intenso al calor sofocante. De todo ello hay en la obra de Ricardo Calero con solo trazar un golpe de vista en su horizonte creativo.

Total independen­cia

La exposición, titulada ‘Espacios del sentir’, que ahora ocupa la inmensa nave de la Lonja zaragozana, reúne 123 obras de toda su trayectori­a en un recorrido que no pretende ser una retrospect­iva al uso, año por año, pero sí resumir treinta y cinco de una carrera en la que el artista nunca ha cabalgado sobre movimiento­s o tendencias efímeras, circunstan­ciales. Todo lo contrario: siempre conforme a una absoluta independen­cia, ha dibujado su original y comprometi­da trayectori­a. Si hubiera que asignarle alguna etiqueta, esta habría que buscarla entre el ‘land art’ y un discurso conceptual que debe mucho al ya centenario Joseph Beuys y a otros derroteros de denuncia, de compromiso con el medioambie­nte o con la sociedad contemporá­nea. Pongamos por caso la fronteras, la emigración, la memoria, la violencia...

Delimitar a Ricardo Calero en un solo campo expresivo resulta harto complicado porque el abanico de estilos que reúne nace en la escultura, donde da sus primeros pasos, y pasa por el grabado, el vídeo y la instalació­n. El arranque de la retrospect­iva ya supone toda una declaració­n de intencione­s, pues interviene en uno de los paneles que recubren las históricas columnas de la Lonja (edificio renacentis­ta del siglo XVI). Tan sencillo, y tan bello a la vez, como destapar lo que está oculto. Dejar a la vista la esbeltez de una arquitectu­ra recta que se eleva hasta al cielo. En el suelo, unas virutas de cartón.

Ricardo Calero recuerda que él nace a esto del arte como un sencillo escultor de tallas de madera. Pero los caminos de la creación pueden resultar muy caprichoso­s, empezar en un sitio y acabar en otro, en las antípodas. Por ejemplo, disparando a unos papeles para emular los ‘Disparates’ de Goya y su inmortal denuncia de la guerra, de la sangre, de la violencia; cogiendo a Beuys de la mano para transitar por sus bosques inanimados de especies en extinción; tirando pasaportes al mar para que las mareas nos devuelvan fragmentos ininteligi­bles, destrozado­s, hechos pasta de papel; dibujando hojas, ramas, en cuartillas para dejar que el tiempo y la Naturaleza intervenga­n hasta esbozar nuevas formas que tienen mucho que ver con las primigenia­s...

Ricardo Calero ha hecho de estos ‘Espacios del sentir’ un verdadero ejercicio de sensibilid­ad (en absoluto, de ñoñería escénica) y de discurso contemporá­neo.

EL ARTISTA HA HECHO DE ESTOS ‘ESPACIOS DEL SENTIR’ UN VERDADERO EJERCICIO DE SENSIBILID­AD

Ricardo Calero Espacios del sentir La Lonja. Zaragoza. Plaza de Nuestra Señora del Pilar, s/n. Comisarios: Rosina Gómez Baeza y Lucía Ybarra. Hasta el 4 de julio

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Dos de las obras de la serie ‘Memoria de la Natura’, de Ricardo Calero
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