EL PROBLEMA DE LOS LIBROS DIBUJADOS ‘A TRAICIÓN’
Últimamente se han adaptado al cómic libros de Cartarescu, Abad Faciolince o Melville, con desigual fortuna
La relación entre cómics y literatura es, desde hace mucho, fructífera, pero tensa. Los tebeos siempre han querido quitarse el sambenito de hermanos pequeños de los libros. Pero, al mismo tiempo, es indudable que la literatura ha servido de fuente de inspiración a muchos autores de la viñeta.
Quizá sea por ello que hay un buen número de cómics sobre escritores, letraheridos y personajes literarios varios. Un ejemplo reciente es ‘Warburg & Beach’ (Salamandra Graphic), en el que la fundadora de la librería Shakespeare & Co. y el coleccionista que creó una de las bibliotecas más singulares de todos los tiempos son conectados por Santiago García y Javier Olivares a ambos lados de un biombo de papel continuo. O ‘El ladrón de libros’ (El Mono Libre), de Alessandro Tota y Pierre Van Hove, una sátira más convencional, pero divertida, sobre bohemios, estafadores y la intersección de ambos en los ambientes literarios parisinos de los años 50.
Pero donde más claramente se expresa esta tensión entre cómics y libros es cuando los primeros adaptan obras literarias. En esos casos, hace falta un notable trabajo de elaboración para adaptar la historia al lenguaje del cómic y que el resultado no se quede en un libro ilustrado. Algo que ayuda mucho para lograrlo es que lo narrado se adapte bien al estilo del autor de cómic. Es lo que sucede con ‘Travesti’ (Impedimenta), de Edmond Baudoin. El francés es un veterano en estas adaptaciones, que ya había transformado en viñetas obras de Genet, Pasolini o Fred Vargas
y, además, en este caso, ha consultado directamente con Mircea Cartarescu, el autor de la novela –publicada en España bajo el título de ‘Lulu’– que adapta. Pero, sobre todo, Baudoin da en el clavo con una de sus reflexiones: «Cuando escribes, no puedes dejar de traicionar la verdad, de travestirla. Y yo traiciono una traición».
Arañas y muñecas
Y la traiciona muy bien, buscando en Bucarest a Cartarescu mientras este busca a su ‘alter ego’, desarrollando en su propio estilo, tenebrista y exagerado, las visiones del protagonista, llenas de arañas y muñecas siniestras. El estilo de Baudoin le va tan bien a la historia de Cartarescu que uno casi desearía que le traicionase un poco más, eliminando alguna de las descripciones que toma directamente de la novela para simplemente dejarnos ver la alucinada historia a través de su propia mirada.
Otras narraciones, sin embargo, no se amoldan tan bien al estilo del cómic, no importa lo buena que sea la novela original o el autor que la adapta. Es el problema del que adolece la adaptación de ‘El olvido que seremos’ (Salamandra Graphic) –el libro de Héctor Abad Faciolince– que ha hecho Tyto Alba. Pese a su talento como dibujante, sigue tan de cerca el libro –con largos extractos del mismo agolpados en cada viñeta– que le cuesta aportar algo que no esté ya en el texto. Tan solo en las terribles escenas del asesinato del doctor Abad consigue crear un gran dramatismo sin depender de palabras.
Una buena forma de romper los moldes del libro que se adapta puede ser usar recursos puramente comiqueros para traducirlo. Eso lo hace bastante bien la versión que el guionista canadiense Ryan North y el dibujante español Albert Monteys han hecho de ‘Matadero cinco’ (Astiberri), la novela de Kurt Vonnegut. Ambos le echan mucho ingenio a crear representaciones gráficas de pasajes del libro: la línea temporal de la vida de Billy Pilgrim, Ronald Weary como un muñeco recortable rodeado de una cantidad ridícula de equipamiento militar o las últimas páginas de viñetas totalmente negras. O el convertir los relatos de Kilgore Trout en cómics, lo que no solo funciona muy bien visualmente, sino que tiene la gracia adicional de poner a Trout (el habitual trasunto de Vonnegut en sus novelas) aún más bajo en la escala profesional: ya no es un escritorzuelo cuyos relatos aparecen en revistas porno, sino –horror de horrores– un autor de cómics. Y los alienígesuales nas ‘tralfamadorianos’ resultan aún más ridículos dibujados que descritos, lo que ayuda a poner de manifiesto que su visión del universo es no menos absurda.
Otro cómic que hace un buen trabajo empleando códigos vipara transmitir lo que el autor original –en este caso Knut Hamsun– hizo con palabras es ‘Hambre’ (Nórdica), de Martin Ernstsen. Mientras que la novela original es un dramático retrato del artista famélico perdido en la ciudad de Oslo (cuando esta aún se llamaba Christiania), a Ernstsen no le da miedo recurrir a mezclar las viñetas en sobrio blanco y negro con otras en las que el protagonista se convierte en una caricatura, un perro, una babosa o literalmente se derrite para mostrar lo abyecto que se siente mendigando dinero, atención o afecto.
Atrapar la visión
En otra doble página –y en la portada del cómic, que recoge esa imagen– imagina hormigas entrando por sus oídos para comerse su cerebro. Y, en ocasiones, se siente literalmente aplastado por el dedo de Dios, que entra en la página desde arriba, imponente e imparable. Todo ello da forma a una historia que no sólo transmite el drama del libro de Hamsun, sino que crea una experiencia que atrapa los ojos del lector de una forma muy distinta a la de la novela.
Y, a veces, simplemente un buen diseño de personajes y centrarse más en los diálogos y en la acción que en descripciones textuales tomadas del libro basta para crear una buena adaptación. Es el caso del trabajo que José Luis Munuera ha hecho con ‘Bartleby, el escribiente’ (Astiberri). Aunque su versión no añade mucho al maravilloso relato de Herman Melville, su buen dibujo y la expresividad de los protagonistas consiguen hacer muy amena la lectura.