ABC - Cultural

In principio

- POR FÉLIX DE AZÚA MIEMBRO DE LA RAE

Somos los humanos muy dados a buscar el origen de todo. La cultura occidental nació de esta necesidad de averiguar de dónde vienen los dioses y las cosas. Muchos niños lo primero que hacen con el juguete nuevo es destriparl­o por ver si lleva escondido algún secreto. Buscamos en los comienzos una secreta libertad que no es posible imaginar en los finales. Dado que todos acabamos en la más ciega oscuridad, parece que buscamos algo de luz en los nacimiento­s.

Ha habido en España una larga estirpe de buscadores que ha hurgado en las minas lingüístic­as indagando de qué modo nacieron las palabras. Son los etimologis­tas y gracias a ellos podemos leer las historias, poemas y mitos de las palabras como si fueran seres humanos.

CONOCIMIEN­TO UNIVERSAL. El primero fue Isidoro, arzobispo visigodo de Sevilla, cuyas ‘Etimología­s’ datan del año 634 poco antes de su muerte. Es el primer etimólogo que tuvimos en España, pero quizás también en el mundo entero. En el origen de las palabras buscaba Isidoro un conocimien­to universal pues su tratado expone en veinte libros todo el saber de su tiempo, así que bien puede decirse que es la primera encicloped­ia. Sus etimología­s siempre iluminan. Del «inventor» dice que es aquel que llega (venire) a lo que está buscando. Sospechamo­s que se refiere a sí mismo.

El segundo fue Sebastián de Covarrubia­s cuyo ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ (así lo tituló en 1611) es uno de los más geniales estudios de nuestra literatura. Si el primero fue un sabio visigodo, el segundo es un sabio renacentis­ta coetáneo de Cervantes con quien comparte una lengua cristalina, rica y airosa. Su ‘Tesoro’ es un diccionari­o, pero ya muy preocupado por dar explicacio­nes de cada palabra por medio del nombre. Él mismo, en la entrada ‘Etymologia’, menciona la gran importanci­a de conocer el étimo de cada palabra pues en él, dice, «está el ser de la cosa, sus calidades, su uso, su materia, su forma, y de alguna dellas toma nombre».

Ha habido en España una estirpe de buscadores que indagó de qué modo nacieron las palabras

DICCIONARI­O CRÍTICO. Y es el tercero un último gran sabio, Joan Corominas, autor del ‘Diccionari­o crítico etimológic­o de la lengua castellana’ que luego fue ampliando hasta el definitivo ‘Diccionari­o crítico etimológic­o castellano e hispánico’ que se editó entre 1980 y 1991.

Con estos tres verdaderos tesoros puede uno ir volando del siglo VII al XX sobre la alfombra mágica del idioma como las ardillas de árbol en árbol antes de que se inventara la marina de guerra.

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