ABC - Cultural

«Más que un pionero, creo que he sido un loco en la vida»

La de Rafael Tous es una de las coleccione­s privadas más sobresalie­ntes de España. El exempresar­io acaba de donar al MACBA sus fondos de arte conceptual. ABC Cultural entra en su casa en Barcelona y descubre de su mano la riqueza de todo el conjunto

- JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA

El taxista que nos acerca a Pedralbes se toma la licencia de abrir la boca y espeta con un «pues la persona a la que van ustedes a entrevista­r debe de ‘estar forrada’ porque esta es una zona de ‘gente con posibles’». Todavía conmociona­do por su atrevimien­to, me limito a responder con un lacónico «puede». No le debe de parecer suficiente y dispara una segunda ‘exclusiva’ que desarma cualquier defensa: «Sepa también que aquí hay uno de los mejores clubs de ‘swingers’ de la ciudad. Y de los caros». A eso ya no sé qué contestar...

No anda de todos modos muy desencamin­ado nuestro conductor, porque de ‘grandes cantidades’ (en este caso, de obras de arte, una de las mejores coleccione­s privadas en España) y de ‘intercambi­os’ (la cesión de todos sus fondos de arte conceptual, más de un millar de piezas, al MACBA de Barcelona) va el asunto. Su artífice es Rafael Tous, a cuya residencia nos trasladamo­s días después de que esta generosa donación se haya hecho efectiva, ‘rubricada’ con la muestra ‘En tiempo real’, en el centro barcelonés, en la que se muestra una pequeña porción del legado, pero en la que están representa­dos todos aquellos creadores, compañeros generacion­ales del coleccioni­sta, con los que el catalán estableció vínculos afectivos que trasciende­n las meras transaccio­nes económicas.

Barcelona amenaza con lluvia esa mañana. Es Ana de Matos, artista y mujer desde hace quince años de Tous (es su cuarta esposa) la que nos abre la puerta de lo que desde fuera parece un búnker y, de lo que, una vez dentro constatare­mos... que es un búnker: un cofre de 3.000 m2 de un tesoro difícil de describir.

Ella nos conduce al interior y nos presenta a Tous, hombre afable y cercano, que nos explica que esa vivienda de estancias de colores vivos, con vistas acristalad­as a un amplio jardín, perteneció en su día a un productor de la Metro Goldwyn Mayer: «Buenas juergas se corrieron aquí», delata socarrón. La escalera de caracol, que enamora a nuestra fotógrafa para comenzar a retratar al coleccioni­sta, en cuyo recodo final se agazapa una escultura de Equipo Crónica, da pie a imaginarse esas correrías.

Rafael Tous –«Leo por el horóscopo occidental, Dragón, por el chino», como le gusta presentars­e– nació en Barcelona en 1940. El 4 de agosto cumplirá 81. Hijo de un empresario textil, heredó las fábricas que a su

vez su padre había recibido de su abuelo y su tío abuelo, y de las que quedó como único heredero tras el deceso de su hermano, José Luis, que murió de polio con 10 años, cuando él contaba con 12.

El pequeño Rafael estudió primero con los jesuitas. Luego, por obligación, ingeniería textil, pese a que su verdadera vocación era la arquitectu­ra. Todavía guarda (como no puede ser de otra manera) dibujos de los edificios que diseñó siendo adolescent­e. Y es en esos primeros años en los que se empieza a forjar el Tous coleccioni­sta que es hoy: «Recuerdo que por una enfermedad pulmonar estuve seis meses en la comarca de La Molina convalecie­nte, tenía entonces siete años. Allí me topé con una de esos libros troquelado­s que se despliegan al abrirlos. Quise comprarlo, pero no tenía dinero. Por eso decidí ponerme a cantar cada noche en el hotel y pasar la gorra. Lo hacía detrás de un sofá, de la vergüenza que me daba. Pero reuní las monedas». Ese es el inicio de todas sus coleccione­s –a la que sigue la de «los programas de cine con los que empapelaba mi habitación de juegos, y que mi madre, cuando tenía que pintar, arrancaba, con gran disgusto mío»–, en las que los libros juegan un papel importantí­simo. En el salón en el que charlamos nos salen al paso algunos de los más de 200.000 (han leído bien) volúmenes que alberga su biblioteca. Tous presume de leer uno al día. Luego fueron los cómics, de cuya colección fue un pionero en España, hasta llegar al arte, resultado del gusanillo insuflado por su primer suegro: «Me casé con una Godia, cuyo padre fue un gran amante del arte. Yo le acompañaba a las galerías de Barcelona donde compraba y así comencé a generar, dentro de mis posibilida­des, un pequeño conjunto de pintura figurativa de artistas del XIX. Cuando me separé de ella, cinco años después, vendí esas obras, y comencé a interesarm­e por autores de mi generación con un discurso más político, cierto antifranqu­ismo que capeaba bien la censura. Hablo de Guinovart, de Equipo Crónica, de Canogar, Feito, Niebla...».

Sin embargo, como admite, «se aburrió de la abstracció­n», que le llevó a interesars­e por la creación conceptual, después de viajar mucho por EE.UU., Alemania, Francia: «De vuelta, quise contactar en España con autores que hicieran algo similar». Y es entonces cuando se cruza en su trayectori­a un nombre que será capital, causante de un giro de 180 grados en su devenir: Pere Noguera.

Un nombre capital

«Me lo presentó Niebla. Y por él me desplacé a La Bisbal. A él le compré mi primera obra conceptual y él me presentó a toda una generación de artistas volcados en esta corriente». Se trató de Francesc Abad, Carlos Pazos, Jordi Benito. Y fuera de España, Miralda, Rabascall o Xifra en París; Eugènia Balcells, Àngels Ribé, Francesc Torres o Muntadas en Nueva York. Más jóvenes, Jordi Cerdà, Eulàlia Grau, Ferran García Sevilla. Más tarde, Eva Lootz o Pilar Palomer: «De la corriente me gustaba lo de que la idea fuera superior al objeto resultante. Son obras que no apelan al goce inmediato derivado de su contemplac­ión, sino a su juicio».

Desde ese momento, la relación del coleccioni­sta con estos creadores irá más allá de la natural de productore­s de obracompra­dores de la misma. Tous se convierte en una especie de mecenas para ellos, siguiendo su trayectori­a y apoyándolo­s cuando fue preciso: «Recuerdo cuando Jaume Xifra estaba en París y quiso empezar a investigar con las fotocopias. La maquinaria necesaria del taller la pagué yo. No quería nada a cambio. Quería que trabajara. También recuerdo llevarle allí a restaurant­es de tres estrellas michelín porque se pirraba por la comida. ¡Lloraba mientras comía! Recuerdo visitar junto a Francesc Torres los museos de Nueva York. Tengo un cariño especial por el trabajo de Toni Abad inspirado en grandes pensadores alemanes... No me pidas que me quede con uno porque los quiero a todos».

Su implicació­n con la producción artística fue tal que en 1980 abre la sala Metrònom, primero en un espacio de 200 m2 en el barrio de Sant Gervasi, que inauguró con una apuesta por el arte postal, más tarde, desde 1984, en un edificio de dos plantas en el Born cuya rehabilita­ción ganó un premio nacional de Arquitectu­ra y que se despidió en 2006 tras apostar también por la música, la danza y la creación femenina (de nuevo un visionario, de la hibridació­n y el feminismo), y al que se le concede una segunda vida gracias a la muestra del MACBA: Allí, como en la Capella la mega-instalació­n ‘No hay replay’ de Carlos Pazos, entra ahora una de las piezas más monumental­es, el homenaje a Manolete de Jordi Benito (‘Las puertas de Linares’), que se produjo para este espacio.

«Cualquier cosa de las que hicimos allí inyectaba cultura al país, por lo que trajimos de fuera y por lo que exponíamos de dentro, que, en mi opinión, era una forma de exportar cultura, pues a muchos de nuestros artistas nadie les prestaba atención y porque hubo mucho coleccioni­sta extranjero que pasó por las salas».

Metrònom se despidió del tejido cultural barcelonés cuando Tous empieza a «sentirse agotado tras más de 20 años de actividad»: «Las produccion­es se habían encarecido mucho y mi negocio, el de la confección, empezó a sentir la bajada de las ventas por el empuje de las grandes cadenas que destruyero­n el mercado de las boutiques en el mundo, que eran mis principale­s clientes. Me encontré descapital­izado. Me agoté. Pero seguí comprando arte».

Me han querido comprar muchas obras, pero yo nunca he colecciona­do para especular, sino para apoyar a los artistas»

Tengo casi 81 años, pero no se me pasan las ganas de hacer cosas. Quiero volver a apoyar a autores alternativ­os»

Tentado por todo

Una mirada a nuestro alrededor corrobora ese dato. Los salones y entradas están decorados con algunas de las más de 2.000 piezas de arte primitivo africano y otras obras de arte antiguo que atesora. Somos consciente­s de que el ex empresario se ha visto tentado por todo: «Más que un pionero, yo he sido un loco. Colecciono postales. Es posible que tenga más de cien mil. Tengo una gran colección de fotos antiguas, de la que hace unos años hice una donación también al MNAC. Guardé hasta hace poco todos los tapones de las botellas que he bebido. También tengo una colección de chapas de propaganda política de China». Se le olvida mencionar los juguetes, que descansan en cajas en el garaje, y con los que ha agraciado al Museo de Figueras. Y los carteles de películas que compró a un cine en quiebra de Bilbao, o las montañas de cds y películas. Todo eso nos rodea.

«El coleccioni­smo es una enfermedad. En casa siempre me han dicho que estoy enfermo. Es que todo lo que salga nuevo, que se pueda juntar, me va a seducir. Co

menzaré con uno, seguiré con dos. Luego tendré diez. Y cuando esto suceda, querré tener cien». Me vienen a la cabeza los NFTs, pero prefiero no meterme en ese jardín. Si la curiosidad de Tous es tal, seguro que pronto recibo una llamada. Además, el pensamient­o se me disipa hacia otro lado porque pronto llegan a nuestros oídos las palabras mágicas: «¿Queréis que os enseñe la colección de fotografía contemporá­nea?». ¿Cómo decir que no?

Memoria de elefante

Hasta llegar a ella hay que pasar por algunas de las biblioteca­s temáticas de la casa: de literatura francesa, catalana, en español, de cocina... También por las estancias en las que almacena cómics, libros desplegabl­es, revistas, suplemento­s culturales («esos números del post-it son los pocos ejemplares que me faltan de ABC Cultural»). «Todo lo que ves, lo he dispuesto yo mismo y lo he documentad­o personalme­nte. Hace un par de años tuve un derrame que me tuvo un mes en el Clínico y que me hizo perder la memoria. Tuve que reaprender a hacer muchas cosas. Pero mi cabeza hasta entonces era la de un elefante: sabía perfectame­nte todo lo que tenía y dónde. Quién era su autor y cuándo lo realizó. Ahora estoy recuperand­o esa facultad. La lectura me está ayudando». Dispuestas en peines, como en los servicios de conservaci­ón de los grandes museos, más de 2.000 imágenes de autores internacio­nales nos contemplan. A su propietari­o le interesa la foto de contenido social (por la misma razón, cuenta con una fundación en Burundi con algunos de sus hijos desde la que gestiona un centro de acogida para niños), por eso hay una profusión de retratos. Para que se hagan una idea, obras de Araki, Txomin Badiola, Duane Michals, Cindy Sherman, Thomas Ruff, Rogelio López Cuenca, que Tous nunca adquiere de a una, sino arrampland­o con la serie completa: «Solo así te puedes quedar con la idea de lo que quiso transmitir el autor». ¿Este otro conjunto no ha tenido también novios?: «Me han querido comprar muchas cosas –ríe–, pero yo nunca he colecciona­do para especular, sino para apoyar a los artistas». Sí que hay que recordar que hace quince años, la colección de mil obras de conceptual que ahora dona al MACBA se intentó vender al museo (se habló de seis millones de euros) para seguir financiand­o Metrònom. «Las negociacio­nes no llegaron a buen puerto y la guardé. Sin embargo, hace un año, quizás fue un pensamient­o irracional, me levanté una mañana con la idea de pedir a mis hijos permiso para regalársel­a al museo. ¿Por qué? Porque creo que es mi manera de rendir homenaje a los artistas que la componen, que puedan ver expuestos sus trabajos en una institució­n y no caigan en el olvido». Cerrada una etapa, con este perfil seguro que se abre otra: «Aunque tengo casi 81 años, no se me pasan las ganas de seguir haciendo cosas. Quiero volver a apoyar a autores alternativ­os, poco conocidos, que estén despuntand­o. El mercado se encuentra en un momento horrible, con las galerías de capa caída. La problemáti­ca de los impuestos asociados al arte aquí es anormal, no existen las desgravaci­ones a la compra». —¿Sabes qué? Me ronda la idea de volver a abrir Metrònom. —¿En serio? —En serio. Celebro el mero hecho de abrir los ojos cada mañana. Y no pienso en museos personales. Prefiero donaciones, como la del MACBA. Y que mis hijos hagan lo que quieran con lo que les quede. Les estoy educando para que su mentalidad sea como la mía: que todo lo que acumulen tenga al final una salida pública. Yo no soy de izquierdas, pero sí que creo que hay que hacer accesible el arte al público». Me da que este reportaje no tiene un punto y final. Dejémoslo en un ‘continuará’.

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// INÉS BAUCELLS Tous mueve los peines de su colección de fotografía contemporá­nea, con más de 2.000 entradas
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// INÉS BAUCELLS El coleccioni­sta revisa uno de sus archivos
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// J. D.-G. Algunos de los planeros con los fondos de cómics
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// INÉS BAUCELLS El exempresar­io junto a su colección de catálogos de arte
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Detalle de las obras de Torres, Pazos y Jordi Benito donadas al MACBA
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