«Los fondos europeos se han olvidado de la cultura en vivo»
El productor teatral Jesús Cimarro nos desvela las claves del Festival de Teatro Clásico de Mérida –que dirige–, recuerda sus orígenes en el mundo del espectáculo y vindica el hecho cultural como imprescindible motor económico de progreso
uando Jesús Cimarro (Ermua, 1965) recibió a ABC Cultural estaba preparando las maletas para instalarse en Mérida, y seguir día a día el festival, que arrancó ayer y concluirá el 22 de agosto. Aún le quedaban por cerrar algunos asuntos en Madrid, pues Cimarro no sólo es el director de la cita emeritense. Además de presidente de la Academia de las Artes Escénicas de España, entre otros cargos, es el responsable de Pentación, la empresa de iniciativa privada en la que se engloba la gestión del Festival de Mérida, y la de los madrileños Teatros La Latina, Bellas Artes y Reina Victoria. Pentación nació en 1988, cofundada por Cimarro, quien recalca: «Lleva treinta y tres años con el mismo nombre y con el mismo CIF. Creo que es importante que empresas culturales lleven tanto tiempo». Quizá la joya de la corona sea el Festival de Mérida, con unos orígenes de lujo. En su inauguración en 1933, el maravilloso teatro romano de la ciudad extremeña acogió ‘Medea’, de Séneca, en versión de Miguel de Unamuno, protagonizada por la mítica actriz Margarita Xirgu. Y hoy, como ayer, nos sigue acercando a los autores grecolatinos, que son, como señaló Jan Kott de Shakespeare, nuestros contemporáneos.
—Este año afortunadamente el Festival recupera su duración habitual...
—En 2020 a causa de la pandemia se redujo a cinco semanas y tuvo un aforo máximo del cincuenta por ciento. Pero contra viento y marea, optamos por evitar su cancelación tanto en Mérida como en sus extensiones de Medellín, Cáparra y Regina. Me parecía decisivo mantenerlo. Ahora hemos logrado volver a los dos meses acostumbrados desde que en 2012 asumí la dirección del festival. Y lo hacemos con una programación muy variada y ecléctica Mi función fundamental es intentar que en cada edición haya un poco de todo: comedia, tragedia, música... Los gustos del público son diversos y cambiantes, y eso es positivo. Los espectadores no son monolíticos. —¿Hacer frente a la pandemia ha sido el momento más difícil?
—No el único con dificultades, pero sí enormemente complicado. El año pasado fue atípico, y la pandemia lo trastocó todo. Hemos tenido que luchar contra unos imprevistos desconocidos. Tuvimos que reinventarnos, estar continuamente improvisando para trasladar al público la seguridad del espacio. Porque había cierto temor, lógico, pues nadie sabía qué nos podía deparar la situación. Salimos adelante cumpliendo todas las restricciones marcadas por la Consejería de Sanidad de la Junta de Extremadura y por el Ministerio de Sanidad. Los protocolos eran claros tanto para los artistas como para el personal de sala y técnico y para los espectadores. Pero como le decía, había que levantar el telón. De alguna manera, los festivales fueron la punta de lanza, el laboratorio que demostró que la cultura, el teatro, son seguros. De hecho, en septiembre abrieron los teatros en Madrid y en otras partes de España con ese lema, la cultura, el teatro son seguros. —Un mensaje que ha calado. Desde que se pusieron a la venta las entradas para la edición 2021, la acogida ha resultado masiva.
—Sí, ya está en la mente de todos. Sobre todo por la sencilla razón de que prácticamente no ha habido contagios. En las reuniones del sector con el ministro de Sanidad nos los reconoció. Si se hubieran producido casos, nos habrían cerrado. —El teatro en vivo no se contempla como merece en los fondos europeos. ¿Otro reto? —En efecto, la cultura, los espectáculos en vivo, sólo aparecen de forma muy colateral. Se han olvidado de ellos. Estamos trabajando con el Inaem, con el ministerio de Cultura, hemos lanzado distintas propuestas para que esas ayudas se aproximen lo máximo posible a la realidad del sector. Si no es así, no tienen sentido.
—¿Cómo ha sido la respuesta?
—Por lo menos, nos están escuchando. Habrá que ver el resultado final. Además, debe tenerse en cuenta que no sólo depende del gobierno de España. Es preciso convencer a Bruselas, a sus mujeres y hombres de negro.
—¿Esa carencia en las ayudas es un nuevo ejemplo del desinterés de los políticos hacia la cultura? En el caso del teatro estimar, aparte de su valor artístico, su faceta de industria...
—Los políticos, sea cual sea su color, no aprecian el hecho cultural, las artes escénicas, sobre todo por desconocimiento. Especialmente, la cultura en vivo produce suspicacia. Quedan muy bien proclamando que apoyan a la cultura, pero cuando se entra en materia, todo es «vamos a ver, vamos a ver». La industria cultural genera un 3,4 por ciento del PIB, y crea más de setecientos mil puestos de trabajo directos al año, y existen más de cien mil empresas centradas en la cultura. La cultura posibilita un movimiento económico importantísimo. El año pasado logramos reunirmos por primera vez con el ministerio de Hacienda, y le trasladamos esa idea, que a veces se olvida. Por ejemplo, en Mérida
una entrada ocasiona alrededor de ciento cincuenta euros en viajes, hoteles, comidas. Recientemente, el director del parador me comentó que en un sólo día se habían reservado más de seiscientas habitaciones. Hace poco estuve en un encuentro de la Organización de Ciudades Patrimonio. Hice hincapié en la idea de que no servía que únicamente se vea un monumento cuando se puede ofrecer más: representaciones en el teatro romano emeritense, conciertos maravillosos en catedrales... También hay que hacer un poco de autocrítica al sector cultural que quizá no sabe siempre «vender» con eficacia su envergadura económica y hablar de números.
—Es una dura batalla... —Claro. Es un trabajo de pico y pala, pico y pala. No nos cansaremos de concienciar a la clase política y a la propia sociedad de que apoyar la cultura, el teatro es una inversión, no un gasto.
—En su libro ‘Producción, gestión y distribución del teatro’ refleja su experiencia. ¿Anima a quienes deseen adentrarse en esta tarea? —Escribí el libro, del que ya preparo la cuarta edición y se estudia en másteres y escuelas de Arte Dramático, porque es con el que a mí me habría gustado contar cuando empecé. En ese momento apenas había bibliografía, sólo en inglés. Por supuesto que les animo, es una labor apasionante. Implica muchos desafíos y la materia prima con la que se trabaja son personas. A mí esto me resulta muy gratificante.
—¿Cómo surgió su entusiasmo por el teatro?
—Desde siempre me ha atraído el mundo del espectáculo. En el colegio y en las colonias a las que mis padres me llevaban de pequeño, hacíamos teatro. Muy joven, fundamos un taller teatral en Ermua, el primero en Euskadi. Comprobé que sobre todo me gustaba organizar, gestionar, y que, la verdad, se me daba bien. Con poco más de veinte años me vine a Madrid y me profesionalicé. —La gran sorpresa del festival de este año es el debut de Carlos
Estoy seguro de que vamos a descubrir la faceta de gran actor de Carlos Latre, que debuta este año en el festival»
El apoyo a la cultura, al teatro no es un gasto, sino una inversión. Nunca me cansaré de hacérselo ver a las administraciones»
Latre como actor. ¿Cómo se gestó su incorporación? —‘Golfus de Roma’ se planteó como una coproducción con Focus. Hablamos sobre quién podría protagonizarlo. Su director, Daniel Anglès, experto en musicales, es amigo de Carlos, y se lo propuso. Latre es un prodigioso imitador, pero también canta y actúa en sus espectáculos. Estoy seguro de que vamos a descubrir a un extraordinario actor.
—Mérida es un desafío para un artista...
—Para Carlos es un desafío, y con riesgo. Pero está muy ilusionado, emocionado, y con muchísimas ganas. Cada año intento que debute un actor, una actriz. El año pasado, Belén Rueda. Llevaba un lustro procurando convencerla. Trabajar en el grandioso escenario del teatro de Mérida es una decisión sustancial para un artista.
—Se la juegan...
—Sí, y no todo el mundo está dispuesto a ello.