POR QUÉ UN ESPECIAL CONRAD
Hacen falta más de cien años para saber si un hombre ha muerto. En este númeromero tan especial comprobamos que, en el caso de Joseph Conrad, existen muchas razones para seguirseguir leyéndolo cuan-cuando se cumple el centenario de su muerte. La gran biografía de la historiadora de Harvard Maya Jasanoff, de inminente aparición en español, ha desarmado a quienes trataban de encerrar al autor en las pequeñas cancelaciones de esta época. No hay modo de huir de la complejidad de este explorador de los límites de la experiencia humana que jamás perdió el rumbo y dejó un retrato incómodo del alma de nuestro mundo. Pero más allá de estas consideraciones, el escritor de aventuras que publicó ‘Lord Jim’, ‘El duelo’ o ‘El corazón de las tinieblas’ está vigente, como demuestran los artículos que hemos reunido en estas páginas. Arturo Pérez-Reverte y José Carlos Llop se adentran en las cartografías íntimas de Conrad. Juan Gabriel Vásquez y Rodrigo Cortés, en las consecuencias, advertidas o no, de los oscuros mundos de la ficción en lo real. Javier Moscoso, en los antagonismos de nuestra sociedad poscultural, desde el cristal de ‘El duelo’. En el peso de Rusia, entonces y ahora, en nuestras vidas, se adentra César A. Molina. Jorge Fernández Díaz, Karina Sainz Borgo y Manuel Lucena Giraldo ahondan en el peso literario de su figura. Recuperamos la voz de Javier Marías, y glosa sus personajes femeninos María José Solano, así como su presencia en el cine Oti R. Marchante. Y sumamos la mirada de dos grandes artistas. Las ilustraciones de Ángel Mateo Charris y los dibujos sonámbulos de Juan Muñoz, obsesionado con un relato del autor.
importante apreciación: «De todos los seres vivos de la tierra y el mar, son los barcos los únicos a los que no se puede engañar». Y en la adversidad desafiada por un pequeño grupo de hombres entre la soledad infinita y hostil del mar –siempre injusto, siempre indiferente al valor, la lealtad y la solidaridad–, cuando los marinos están de verdad a la altura de su barco «éste se mantendrá de su parte, fiel en la lucha contra fuerzas de las que no avergüenza acabar derrotado». E incluso en la derrota, en el desastre, Conrad aún encuentra las palabras justas para honrar la memoria de un buen barco vencido: «Ningún otro podía haberse portado tan bien. Estaba completamente agotado, eso es todo. Resistió días y días bajo nuestros pies, pero no podía resistir eternamente. Nunca se ha dejado hundir en el mar un barco mejor en un día como éste».
Hombres y barcos, en fin. Barcos y hombres. En muchas de sus novelas, sin duda las mejores, Joseph Conrad rinde un emocionado tributo a las sombras que de unos y otros vagan por su memoria: «Al mar imperecedero, a los navíos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyos días ya han concluido » . Y en ‘ El negro del Narcissus’ lo resume con este extraordinario epitafio: «¡ Adiós, hermanos! Erais buenos marineros. Nunca mejores hombres embridaron con gritos salvajes la ondulante lona de un pesado trinquete, ni balanceados en la arboladura, perdidos en la noche, respondieron con más coraje, grito por grito, a la furia de un temporal del Oeste».