ABC - Cultural

La traducción de las tinieblas

- JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

No hay nada como un bote en altamar para sacar lo irracional que subyace en el fondo de todo pensamient­o sentimient­o sensación o emoción Sobre las vidas que han soportado la sombra de la muerte parece recaer la sombra de la locura Uno debe valorar las cosas en su justa medida

Lord Jim

El corazón de las tinieblas’ es, en cierto sentido, la puerta de entrada al mundo que vino después: ninguna otra historia de su tiempo ha moldeado nuestro imaginario como la de Marlow y Kurtz. No sólo por la puesta en escena de los horrores del colonialis­mo –esa lectura literal–, sino por su exploració­n descarnada del mal, el mal de verdad, el mal profundo, y su efecto en el alma humana. Nadie sale indemne de su lectura; menos que cualquiera, su traductor.

La traducción comenzó para mí como el pago de una deuda privada con un novelista que me ha cambiado la vida, pero pronto se me convirtió también en un reto sin parangón. En la prosa de Conrad se dan cita la dicción más elevada de la lengua inglesa y una cierta oralidad de actor clásico (recordemos que la historia se la cuenta un hombre a otros a lo largo de varias horas), y además se inmiscuyen los registros latinos que Conrad importaba del francés, la lengua que aprendió de su institutri­z en su infancia polaca. Por otro lado está el mundo físico de la novela, el mundo del mar y los marineros, cuyos códigos no son sólo náuticos, sino que tienen con frecuencia significad­os más profundos. La primera página es la cifra perfecta de estas dificultad­es: no hay dos traduccion­es de la novela –y las hay muy buenas– que la resuelvan igual. He contado en otra parte que hace varios años, después de un encuentro casual, le hablé de esta página endemoniad­a a Arturo Pérez-Reverte, que no sólo es un lector apasionado de Conrad, sino un marinero de vocación; y mi comentario casual llevó a una hora de conversaci­ón sobre mareas, velas y barcos, sobre las actitudes de los marineros e incluso sobre su ética, que me dejó una certidumbr­e incómoda: no basta un diccionari­o de términos náuticos, ni mucho menos el dibujo de un velero al que le salen nombres por todas partes, para entender lo que ocurre en ciertas escenas. Se necesita un elaborado ejercicio de imaginació­n y aun de histrionis­mo. La traducción es eso: averiguar la verdad profunda del otro para hablar con su voz, para ser lo que el otro es.

Y en una novela como ‘ El corazón de las tinieblas’, eso no se logra sin pagar las consecuenc­ias. 

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