MUSEO DE ARTE ABSTRACTO CUANDO EL TAMAÑO SÍ QUE NO IMPORTA
Homenaje en la Fundación Juan March de Madrid al primer centro de arte contempo ráneo en España a través de la voz de uno de sus artífices el pintor Fernando Zóbel
Pues sí: afortunadamente, a veces ocurren pequeños milagros en la vida. Y también en el arte, que no deja de ser sino uno de sus principales espejos-reflejos. Les voy a explicar por qué. A mediados de la década de los años 60, el panorama artístico español presentaba un aspecto bastante desolador que me atrevo a asegurar no se diferenciaba demasiado del paisaje magistralmente trazado por T. S. Elliot en ‘La tierra baldía’. En aquellos años no existían apenas museos en nuestro país y menos aún de arte contemporáneo. Además, su infraestructura era mínima, sin apenas presencia ni peso de los agentes fundamentales del sector: galerías, crítica especializada, coleccionistas… Y, sin embargo, sí que había ya artistas muy importantes dentro del panorama internacional, caso de Chillida, Oteiza, Tàpies, Saura o Millares. Las políticas culturales oficiales se aprovechaban de estas figuras con fines propagandísticos para presentar internacionalmente una imagen más moderna del país pero sin apostar realmente por un cambio profundo y estructural de modernización.
Pequeño milagro
La aparición en 1966 del Museo de Arte Abstracto Español en Cuenca es sin duda uno de esos ‘pequeños milagros’ a los que me refería. Se trataba del primer museo de arte contemporáneo surgido en nuestro país, totalmente independiente de las políticas culturales oficiales del franquismo, y suponía el inicio de un nuevo y esperanzador capítulo dentro del panorama artístico nacional. Fue además uno de los primeros espacios creados, concebidos y dirigidos por artistas. Así, un conjunto de creadores de primer nivel contribuyeron de esta forma con su apoyo y su entusiasmo a hacer posible un proyecto hasta entonces desconocido en España.
Cuenca, la ciudad destinada a ser su sede y, más aún, el mismo espacio elegido para su ubicación, las llamadas Casas Colgadas, unos edificios absolutamente singulares del siglo XV, dramáticamente suspendidos sobre las hoces de los ríos Huécar y Júcar, conferían a este proyecto museístico una originalidad única e insólita. No resulta pues sorprendente que al visitarlo un año después de su apertura Alfred H. Barr, fundador y primer director del MoMA, lo calificase como «el pequeño museo más bello del mundo».
Fernando Zóbel (1924-1984), figura destacada y referencial dentro del arte español de este tiempo, sería el ‘alma mater’ del nuevo museo, aglutinando y gestionando a través de su propia colección un importante número de nombres fundamentales de nuestra creación artística.
Una cita espléndida
Para conmemorar este acontecimiento seminal, la Fundación Juan March inaugura en su sede madrileña, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Zóbel, una espléndida exposición, ‘El pequeño museo más bello del mundo’, rememorando la frase de Barr. Propuesta que supone la etapa final de una itinerancia expositiva presentada anteriormente en Granada, Barcelona, Dallas (EE.UU.) y Coblenza (Alemania) durante 2022 y 2023.
La muestra alberga obras de muchos de los principales representantes de la abstracción española de las décadas de los
50 a los 80, como Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Jorge Oteiza, Pablo Palazuelo, Antonio Saura, José Guerrero, Fernando Zóbel, Gustavo Torner, Eusebio Sempere, Modest Cuixart, Elena Asins, Eva Lootz, Sole
dad Sevilla o Miguel Ángel
Campano, entre otros muchos nombres destacados. Hay que subrayar y recordar una vez más que todas estas obras fueron coleccionadas por el propio Fernando Zóbel.
Para llevar a cabo este magnífico proyecto expositivo –que cuenta igualmente con un no menos excelente montaje–, se ha contado con un equipo de comisarios formado por Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March, Celina Quintas, responsable del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, y la historiadora del arte norteamericana Anna Wieck. Según palabras de Manuel Fontán, «el museo supuso un espacio de libertad en la España de entonces. Libertad para aprender a ver y enseñar a ver; libertad para conocer y contemplar el arte abstracto en el espacio más propio para su exposición: el ‘cubo blanco’ característico de los espacios museísticos modernos».
Un punto fuerte
Junto a un abundante conjunto de pintura, escultura, dibujo, obra gráfica y libros de artista, procedentes de la colección de Zóbel, podrá verse asimismo una amplia selección de material fotográfico y documental (catálogos, folletos, fotos, libros, carteles, revistas…) sobre la propia historia y evolución del Museo de Arte Abstracto Español. Sin duda, este apartado es uno de los puntos fuertes del proyecto. Del mismo modo se ha editado una excelente publicación profusamente ilustrada.
Precisamente, al disfrutar de la contemplación de este catálogo, mi mirada y mi atención se centraron en una de las fotografías del inicio en la que puede verse a un grupo de niños –por su ropa deben ser de aquellos años inaugurales– contemplando muy interesados algunas de las obras en exposi
HAY QUE RECORDAR UNA VEZ MÁS QUE TODAS ESTAS OBRAS FUERON COLECCIONADAS POR EL PROPIO ZÓBEL
ción. Esto me lleva a reflexionar sobre la importancia que pudo tener esta iniciativa pionera en la formación del gusto y el criterio estético de las nuevas generaciones de nuestro país con respecto a las últimas manifestaciones artísticas. No puede haber cultura sin formación y sin educación ya desde las primeras etapas de vida de las personas.
Como suele ser habitual en la Fundación Juan March, la muestra se complementa con una serie de actividades paralelas, especialmente un ciclo de conferencias sobre la figura y la obra de Fernando Zóbel, impartidas por Felipe Pereda, profesor de la cátedra Fernando Zóbel de la Universidad de Harvard, así como una charla explicativa sobre la exposición a cargo de Dolores Jiménez Blanco, Lalo Azcona y Manuel Fontán.
El pequeño museo más bello del mundo Colectiva Fundación Juan March. Madrid. C/ Castelló, 77. Comisarios: Manuel Fontán del Junco, Celina Quintas y Anna Wieck. Hasta el 30 de junio