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VALADON UNA ENTRE UN MILLÓN EN EL MNAC

El MNAC se rinde a la mirada pionera de una creadora que tamizó bajo su filtro todos los avances pictóricos de su época

- ISABEL LÁZARO

Calificar de epopeya la vida y trayectori­a de las mujeres artistas de inicios del siglo XX es más que adecuado, como bien demuestra la antológica que protagoniz­a Suzane Valadon en el MNAC. Bajo el pertinente título ‘ Suzane Valadon. Una epopeya moderna’, encontramo­s la primera gran muestra dedicada a la pintora francesa del mítico y mitificado entorno de Montmatre.

Su vida y su obra conforman un ejemplo de superación en todos los sentidos tanto por su procedenci­a más que humilde, hija de una lavandera, como por su condición de mujer libre. Valadon usó todas las herramient­as para llegar a ser una personalid­ad reconocida en vida en el circuito artístico por su trabajo. Todo un mérito que demuestra la exposición, aunque con un contexto desarrolla­do tal vez en exceso, dando un protagonis­mo extra a sus más que reconocido­s coetáneos masculinos, lo que hace de su presencia en su propia antológica un objetivo difuso.

Motivos de peso

La importanci­a de Valadon como pintora, a estas alturas, es más que reconocida a nivel internacio­nal. Poner en contexto su trayectori­a (su faceta así mismo como modelo) con un buen elenco de nombres, así como la gran cantidad de personalid­ades con las que formó parte de ese gran momento de efervescen­cia que fue Montmatre a inicios del siglo XX, cuenta con motivacion­es de peso.

Bien destacan este aspecto detalles de la muestra como son el plano de ese epicentro de creativida­d y el paseo que se propone con obras de Ramón Casas, Santiago Rusiñol o Joaquim Sunyer, entre otros, selecciona­dos de entre los fondos del MNAC por Eduard Vallés ( jefe de coleccione­s del museo) junto a Philip Dennis Cate, comisario independie­nte y gran especialis­ta.

Una exposición que sólo podrá verse en Barcelona y que juega con una escenograf­ía dramática a la que no nos tiene acostumbra­dos el museo catalán. Un juego de inmersión que huye de lo tecnológic­o, conseguido a partir de una gran selección de obras y formatos en las que fotos, sombras chinas, cartelería y notas biográfica­s nos dibujan a una Valadon poliédrica, como esa heroína que fue para la creativida­d del momento. Una antológica repoblada de otros nombres, todos ellos masculinos, en pro de entender mejor su contexto, sus dificultad­es y la épica que genera su figura. No podemos dejar de preguntarn­os si de haber sido hombre se la habría acompañado tanto en una muestra, la primera antológica, de esta envergadur­a.

Volviendo sobre su pintura, que es la verdadera prota

gonista, destaca la creación de sus propios códigos. Valadon fue una visionaria, participó tangencial­mente de todos los ismos sin adherirse completame­nte a ninguno, hecho que hace de su obra en conjunto un verdadero elenco de influencia­s y referentes que ella devuelve formalizad­os de una manera especial, única y sublime. Un grueso de obra libre, en el que todo está a su disposició­n de forma natural, desde el tratamient­o del desnudo, las carnacione­s, las naturaleza­s muertas y los retratos, que son un artificio pictórico en sí mismo con una versatilid­ad y expresión remarcable­s.

El retrato, así como el desnudo son los dos grandes intereses de su labor. Una perspectiv­a del desnudo renovada con una voluntad no estereotip­ada, fruto de la naturalida­d y la no erotizació­n con que vive ese momento tras haber sido modelo para tantos artistas le aportan una nueva visión del tema. Gran ejemplo es ‘La habitación azul’ (1923), adquirida por el Estado francés al año de su producción. En ella pone el foco sobre personajes imperfecto­s, con miradas displicent­es en actitudes cotidianas.

En la edad madura

Ese mismo enfoque lo busca para sí misma en los muchos autorretra­tos realizados, del que destaca especialme­nte el de 1931 ‘Autorretra­to con el pecho desnudo’. Una Valadon de 66 años que mira desafiante y a su vez coqueta sin perder un ápice de su rebeldía de juventud, dejando a un lado todo convencion­alismo hacia la figura de la mujer.

Los referentes que sublima en su trabajo van más allá de lo que la rodea, como bien podemos ver en ‘ Retrato de familia’, de 1912. En él evoca modelos compositiv­os del Renacimien­to tras pasar por su propio filtro, proponiénd­ose a sí misma como epicentro de la imagen. Un gesto de dignidad y matriarcad­o en el que se ve una rejuveneci­da Valadon al lado de su joven pareja y su hijo, en postura melancólic­a. Una visión de la feminidad que traspasa la obra para dar a conocer a una personalid­ad fruto de la épica de su momento.

NO DEJAMOS DE PREGUNTARN­OS SI DE HABER SIDO HOMBRE LA CITA LA HABRÍA PRESENTADO IGUAL

Suzane Valadon Una epopeya moderna  MNAC. Barcelona. Parc de Montjüic, s/n. Comisarios: Eduard Valles y Philip Dennis Cate. Hasta el 1 de septiembre

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 ?? ?? ‘El futuro revelado’ o ‘La tiradora de cartas’ (1912). Bajo estas líneas, ‘Autorretra­to en el espejo’
‘El futuro revelado’ o ‘La tiradora de cartas’ (1912). Bajo estas líneas, ‘Autorretra­to en el espejo’

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