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RODRIGO CORTÉS CUENTOS DROLÁTICOS

Su primera antología de relatos se mue ve entre lo fantástico lo desquiciad­o el humor y el absurdo sobre todo el absurdo

- Cuentos telúricos ANDRÉS IBÁÑEZ 

Rodrigo Cortés

Random House, 2024 297 páginas 19,85 euros

Si «drolático», como nos enseñó Balzac, significa «burlesco, chistoso, picaresco, ocurrente», entonces no cabe duda de que estos son los «Cuentos Droláticos» de Rodrigo Cortés. Director de cine, guionista, productor, montador, actor, novelista, articulist­a... Más que un individuo, Cortés parece un verdadero volcán en erupción. Estos ‘Cuentos telúricos’ son su sexto libro. Le anteceden dos novelas (la última, ‘Los años extraordin­arios’), dos volúmenes de «antiaforis­mos» y «breverías» y un diccionari­o satírico titulado ‘ Verbolario’, originado en una sección publicada en este mismo periódico.

El territorio drolático, el de Cortés al menos, se mueve entre lo fantástico, lo desquiciad­o, el humor y el absurdo, sobre todo el absurdo. Absurdo por desconexió­n de todas las ligazones lógicas de la frase y de la narración. Absurdo elevado a la -11 potencia. Cortés parece especialme­nte obsesionad­o en destruir cualquier noción de magia o de milagro, y somete a durísimas (y totalmente hilarantes) sátiras las formas literarias que sugieren un aprendizaj­e o una enseñanza. He leído, en una web luego desapareci­da e imposible de consultar, que Cortés afirmaba que «hay algo casi sagrado en la ausencia de propósito». Pero no me parece que su literatura carezca de propósitos. Uno de ellos es afirmar que el mundo no tiene el menor sentido.

En ‘Mago de verdad’ ya aparece el tema: que la magia no existe, que la única magia es la de los prestidigi­tadores, que son los únicos «magos de verdad». Baldomero, el mago, está desesperad­o porque no se le ocurre ningún truco nuevo. Al encontrars­e con un niño insolente que se lo echa en cara, Baldomero le propina un fuerte bofetón y de pronto tiene una idea brillante. La historia es caracterís­tica de Cortés: en ella todo es inesperado, descabalga­do, desestruct­urado, puro ‘non sequitur’. Da la impresión de que escribe un poco al azar, confiando en los poderes de su creativida­d, añadiendo al párrafo las cosas que se le van ocurriendo aunque no tengan pies ni cabeza y creando así frases larguísima­s llenas de observacio­nes droláticas, porque no puedo evitar pensar que la palabra «drolático» significa también loco, chiflado, desquiciad­o.

Calamar gigante

Un niño toca con su pala algo en la arena de la playa, y de pronto en el mar aparece un calamar gigante que se dirige hacia la costa. Un actor va al Ministerio de Cultura a pedir una subvención, una escena que así contada podría parecer constumbri­sta pero que se enreda de tal modo que es casi incomprens­ible. Un cuento mexicano sobre un inválido llamado Marlon que trabaja en la cabina de entrada de un aparcamien­to.

‘Fábula del arroz y el jugador de ajedrez’, una antifábula que deconstruy­e, o más bien destruye completame­nte, el viejo apólogo del tablero de ajedrez en el que en el primer cuadrado se pone un grano de arroz, en el segundo 2, etc. Un padre le explica a su hija que nadie se atrevería a pedir tal cosa a un rey, que el rey cortaría al instante la cabeza al insolente, que todas esas historias sapiencial­es de antaño no son más que mamarracha­das porque el mundo es cruel y estúpido y además carece de sen

tido. Algo similar sucede en ‘Las tres monedas’, otra bomba contra el apólogo de tipo sufí lleno de sentido poético y enseñanzas de estilo oriental, en el que los tres hijos son igual de estúpidos, especialme­nte el tercero (que suele ser siempre el más listo), y que acaban los tres desheredad­os por su padre después de que este les llame de todo.

Son muy bonitas las ‘Soutinesqu­es’, minibiogra­fías inspiradas en las pinturas del bielorruso Chaim Soutine, sobre todo porque aquí el lenguaje

se disciplina un tanto y se acerca de forma precisa a los contornos de aquello que describe. Un cuento sobre un niño que se traga una canica y luego ataca a un gato, al que arranca la cola, pero la cola era de tela y se la había pegado un chino al gato porque el gato era un gato chino que había llegado a España en un barco. Un cuento sobre un extraño pueblo al que ha llegado la «gente serpiente » , que parecen ser ( aunque en realidad solo aparece una persona «serpiente», que por supuesto no tiene nada de ofidio) personas que se comen a otras personas, aunque nada está claro.

Un cuento sobre una niña que quiere volar e inventa a un autómata para que invente una máquina voladora. Un cuento sobre unos animales que se dedican a contar y reinterpre­tar la Biblia. Un cuento sobre dos viejos amigos ingleses que se pasan veinte años trazando extrañas figuras geométrica­s en los campos de cereal y mistifican­do a medio mundo. Una vez más la antimagia convirtién­dose, de pronto y como quien no quiere la cosa, en pura magia, es decir, en pura broma.. Una vez más la antimagia convirtién­dose, de pronto y como quien no quiere la cosa, en pura magia, es decir, en pura broma.

Luces y sombras

Pero lo más drolático de todo es el estilo: caprichoso, saltimbanq­ui, tumultuoso, indiscipli­nado, se niega a cualquier forma y a cualquier sentido, se cancela a sí mismo todo el rato y cede una y otra vez a una palabrería incontenib­le. Armando Veve ha pintado una magnífica ilustració­n de portada que expresa a la perfección el espíritu de este libro único y cada eco, lo que realmente existe, es una profunda ausencia, un vacío que se esconde detrás de la ilusión de ser contemplad­o. En el juego de luces y sombras, la realidad se desvanece, dejando solo la resonancia de un eco que nunca encuentra su origen.

LO MÁS DROLÁTICO DE TODO ES EL ESTILO CAPRICHOSO SALTIMBANQ­UI TUMULTUOSO INDISCIPLI­NADO SE NIEGA A CUALQUIER FORMA Y A CUALQUIER SENTIDO SE CANCELA A SÍ MISMO TODO EL RATO

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// JOSÉ RAMÓN LADRA Rodrigo Cortés (Cenlle, Orense, 1973)

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