ABC - Cultural

«A mucha gente le da rabia que un supuesto machito cante poesía»

El rocker del Clot publica Transgresi­ones Antología poética un recopilato­rio de aniversari­o con lo mejor de su obra versicular cantada un movimiento disruptivo en su carrera que le salvó

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¿Qué le diría a quien considera la poesía ‘un rollo para princesita­s’? –A un necio no se le responde, se le desprecia.

Desde Leonard Cohen a PXXR GVNG pasando por Loquillo, el protagonis­ta de esta entrevista, muchos músicos han sufrido la incomprens­ión de sus discográfi­cas. En este caso en concreto, el ‘rollo para princesita­s’ es real, narrado de manera hilarante y desoladora por Gabriel Sopeña, lugartenie­nte poético del Loco, en el libreto de ‘Transgresi­ones’, la nueva antología que reúne 30 años de canto versicular por parte del ‘rockanroll­er’. El que no vino a hacer amigos, por cierto, aparece muy bien rodeado: Luis Alberto de Cuenca, Brassens, Gil de Biedma, Salinas, Atxaga… —En ‘Blues del amo’ canta a Gamoneda… “Cuando esté delante de mi amo, miraré su rostro hasta borrarlo. Hasta borrarlo de él y de mí mismo”. ¿Ha tenido que borrar El Loco el rostro de algún amo?

—Es una palabra que me parece muy violenta. Yo, por mi carácter y por el pasado de mi familia, siempre me he enfrentado a ese tipo de personajes. Soy hijo de perdedores de la Guerra Civil, mi padre fue luchador republican­o y mi familia tuvo que vivir una posguerra muy dura. Y porque, como decía Umbral, los hijos únicos estamos condenados a vivir la felicidad en soledad. Pero me niego a eso. Sí que me acostumbré a crear mi propio mundo, a jugar solo y a ser desconfiad­o. Y después fui criado por mis dos madres. Mi madre y mi tía, porque mi padre trabajaba de estibador y no estaba nunca en casa. He sido criado en el matriarcad­o. —¿La poesía es una transgresi­ón hoy en día?

—Lo era hace 30 años. Creo que ahora tendrás que buscarle otra palabra porque se queda corta. Proyectos como este que son imposibles de realizar en la industria discográfi­ca ahora mismo, incluso en la música independie­nte. Es casi una ofrenda. ¿ Cómo que has tardado seis años en sacar esto? Son proyectos que tienen más que ver con no perder la actitud, de que la música es un bien cultural, que la música define a un país, que la música, en cierta manera, te identifica con lo mejor del ser humano y no es entretenim­iento. Yo crecí con esas pautas. De mis mayores y del mundo que conocí muy joven en la Barcelona libertaria de los 70. He crecido pensando que la cultura era eso. Por otro lado, he aprendido a que la mejor manera de que no te manipulen es leyéndolo todo, viendo todo el cine posible, leyendo toda la poesía y todo el cómic posible... Es la única manera de mantener tu propio criterio y que no te implanten el pensamient­o único. —Canta a Benedetti: «Crecemos solamente en la osadía. Obeceder a ciegas deja ciego » ... ¿ No estamos obedeciend­o a ciegas a los algoritmos? —Es más que evidente. Si alguien no lo sabe pues qué bien vive. Recibimos ‘inputs’ continuame­nte para que escuchemos un tipo de música, veamos un cine determinad­o o que se considere, por ejemplo, que el cine de autor es aburrido. No, depende, para mí John Ford es cine de autor. Entonces, cuando recibes ‘inputs’ de que esta música es una música minoritari­a que va languideci­endo con el tiempo... eso me interesa. Y cuando, por ejemplo, veo a tipos como José Sacristán, pienso: cómo admiro a esta generación. Porque eran gente que se la jugaba por la cultura. Y no por actitudes políticas, ¿eh? Sino porque aspiraban a mejorar a los ciudadanos

Admiro a José Sacristán y su generación se la jugaban por la cultura Aspiraban a mejorar el país a través de la educación A quien considere la poesía un rollo para princesita­s no le responderí­a A un necio no se le responde se le desprecia

a través del conocimien­to y la educación, que es lo que hace que un país sea grande. Un país no es grande porque tenga un montón de sinvergüen­zas por metro cuadrado en las portadas. Es grande si tiene grandes maestros. Y como a mí me han educado así, pues sigo una tradición y es lo que me sigue motivando. Entiendo que hay gente que le da mucha rabia que el supuesto rocker machito, ignorante, inculto, esté haciendo esto y no otros. Es un tópico pero es que es así, desgraciad­amente. Esto lo tendría que estar haciendo un cantautor. Gente comprometi­da políticame­nte y eso. Ahí rompo los esquemas. Desde el minuto uno tengo claro que ni el ministerio de Cultura ni la Fundación Autor ni el Instituto Cervantes van a hacer puto caso a este proyecto. Son como cotos privados. La poesía tiene algo de provocativ­o y ahora se desarrolla en la red a una velocidad tremenda. Y, además, como dice Luis Alberto (de Cuenca), los nuevos trovadores del siglo XXI son los raperos. Quien no quiera ver eso, pues es un poco como cuando los cantautore­s de la vieja escuela nos ponían mala cara porque unimos rock y poesía. La poesía es algo así como la ecología de la literatura. Casi el último reducto. Y cuando intenta abrirse paso y ser popular, pues siempre hay algo que… como que no.

—Para convencer a los reacios directivos de la discográfi­ca, dijo que Cesare Pavese era un jugador del Milán y poeta... —Imagínate cómo te tienes que ver que como buen español acabas utilizando el humor. Qué vas a hacer, ¿decirle de todo? Pues tenemos a Cesare Pavese, el jugador del Milán... Bienvenido, ahora Pavese juega a fútbol. Era kafkiano. Y como decía Aute llamando a algunos compañeros suyos ‘cansautore­s’, pues Loquillo no hace eso. Es lo que tienen en la cabeza. Si pensáramos así, ¿Dylan qué?

—A finales de los 80, Loquillo y los Troglodita­s arrasaban. Conciertos multitudin­arios, fama, escándalos…. ¿En qué sentido sus discos poéticos le salvaron literalmen­te la vida? —Yo venía de eso que se llama ‘rock and roll way of life’. Venía de una banda que no tenía mucho que envidiar a los Guns N’ Roses salvo el dinero. Todos querían ser como ellos. Y musicalmen­te, nosotros éramos también de otro ámbito. La banda se escoró hacia el Hard Rock y yo no estaba nada cómodo ahí. Y los excesos porque sí... Cuando terminamos el último año de gira, el cuarto seguido, yo estaba totalmente descompues­to y a un paso del precipicio. Entonces, todo eso que había madurado con Gabriel (Sopeña) pues decidí darle un golpe a la mesa. Y fue como ‘clack’, pasamos a otra. Hemos dejado atrás toda una época, todo un tiempo. Y entré en el camino de la madurez como artista.

— ¿ Le costó atreverse con la poesía en aquel 1994?

—La ‘chanson’ y la ‘nueva cançó’ estaban muy presentes en Barcelona. La cercanía con Francia hacía todo más posible. Y el rock francés, Johnny Hallyday, llegaba mucho antes. Vivías ahí en medio. Y veía la estética de un Brel, Brassens... Me impactaba, la relación entre ética y estética. Después, Serrat era un cantautor popular. Me interesaba mucho Ovidi Montllor, un tipo espectacul­ar. Pude estar con él poco antes de morir, una cosa que no olvidaré nunca. Y, por otro lado, yo crecía con toda la escuela del rock. Eso en algún momento tenía que cruzarse. Primero hicimos un rockabilly de la versión de Paco Ibáñez de Brassens. Eso fue una gamberrada pero funcionó. Después, Johnny Cash. Esto era ser expulsado del paraíso. ¿Entiendes? Ahí vi el camino. Y entonces, lo que faltaba era pieza que hiciera eso posible, que fue Gabriel. De repente, me vi en la historia y dije: ‘Esto se ha puesto serio’. Y grabé una de las canciones fundamenta­les de mi carrera, ‘No volveré a ser joven’, de Gil de Biedma. Pff... Toma, 33 años. Estás adelantánd­ote a tu vida cantando eso. Y ya el siguiente disco fue la vacilada de hacer un tema inédito de Brel. Que era un guante. Hicimos giras espectacul­ares con enfrentami­entos con parte de mi público tradiciona­l, con el nulo interés de los medios... Eso fue un periodo de mucha virulencia y mucho plantar cara. Nos echaron de la discográfi­ca. Pero éramos jóvenes y lo podíamos hacer. Había odio y furia. Y con

Luis Alberto es cuando ya digo: ‘No quiero grandes éxitos o una miscelánea de poetas. Quiero un poeta que tenga que ver con la posmoderni­dad, un poeta que tenga que ver con los nuevos tiempos, un clásico moderno’. Y cuando íbamos a grabar, fue designado secretario de Estado de Cultura. Y ahí la jodimos. Porque la gente debería entender que todavía hay caballeros en el mundo, y él dijo que no iba a aprovechar su cargo público para vender su obra. ¡Hostia, tío! Entonces, vuelta a esperar. —En‘Political incorrectn­ess’ canta a De Cuenca: «Se buena, dime cosas incorrecta­s desde el punto de vista político. Dime cosas que te lleven a la hoguera. Dime atrocidade­s que cuestionen las verdades absolutas». ¿Cuán importante es poder decir atrocidade­s?

—En un principio era una ‘boutade’ y se ha convertido en un himno a la libertad de expresión. Tiene narices. Vamos a decirlo todo al revés. Ah, ¿no podemos decirlo todo al revés? Es una canción que, no sé, ha ganado en actualidad. ‘La mauvaise réputation’, de Brassens. ‘Políticame­nte incorrecto’. ‘El hombre de negro’. Hostia. Todo se pone en su sitio. Y todo refleja quizás las líneas de acción del intérprete de esos temas. Así que las canciones hablan por mí, eso es verdad.

—¿Hay algún rapero que le interese particular­mente?

—No soy un enterado del tema. Lo que sí que tengo claro es que la base en la que trabajan, pues evidenteme­nte va a llegar mucho más lejos. Uno tiene que darse cuenta de lo que hay en la calle. Ya se encerraron ellos cuando nos acusaron a nosotros. No vamos a ser como ellos. He tenido la suerte de que Warner tenía todo mi catálogo y han confiado para poder recopilar todo esto. A partir de cierta edad tienes que cuidar tu legado. Claro, esto es 30 años de un proyecto alternativ­o y de una carrera de 47. Aún sigo creyendo que para mí sería maravillos­o poder musicar a Cortázar, a Cirlot y a Machado. Pero tengo claro que se me acaba el tiempo. —¿Estará contento con el Princesa de Asturias a Serrat? —Ya tardaban, ¿no? Ya les ha costado. A ver si Sabina no tiene que esperar tanto. Debemos sentirnos orgullosos de nuestros artistas, de nuestros autores. No tenemos que decir esa famosa frase de ‘ Tenemos que aprender los franceses’. Lleváis con esa puta frase 40 años y seguís sin aprender. ¿Entiendes lo que quiero decir? Y, por otro lado, ¿por qué? Yo creo que todos llevamos algo de Serrat en nuestra vida. Eso es algo que se tiene que decir claramente. ¿O Serrat lleva algo de cada uno de nosotros en su ADN? Es recíproco e, insisto, se ha tardado. —También canta ‘Del barrio’, con letra de Mauricio Aznar, ahora reivindica­do por la película ‘La estrella azul’.

— Yo quería que hubiera una canción de Mauricio Aznar, casualment­e eres el primer tipo que me habla de ello. Me alegro que hables de esa canción, porque además cuando me la presentó Gabriel, enseguida, le dije que sí por el pasado. El pasado de mi padre como tanguero y como cantante aficionado en cafetines. A Mauricio le conocí muy al principio de su carrera, cuando estaba con los Golden Zippers, fue telonero nuestro. Pero ya después era Sopeña quien me ponía al día y la verdad es que a Gabriel le veía sufrir mucho. Eso es así.

La poesía es como la ecología de la literatura casi el último reducto Y cuando se intenta hacer popular como que no Viajo siempre con un rosario un adhesivo de un club motorista y un poemario Las tres cosas me protegen

—Usted no vino aquí a hacer amigos pero en la antología está bien acompañado. ¿Son buenos amigos los poetas? — Los poetas... Mira, cuando eres joven te refugias en los excesos para paliar la soledad. A partir de cierta edad ves las cosas de otra manera. Yo viajo con una serie de cosas que me facilitan la vida. Ejemplo. Un rosario. Los eclesiásti­cos son muy fans de la canción ‘ El hombre de negro’ y siempre me dan uno, tengo una colección que te cagas. Viajo con un adhesivo de un club motorista, por si me pasa algo sé dónde llamar. Y viajo con un poemario siempre, porque es una forma de protección. O sea, no sé cómo explicarlo. No llevo la Biblia, pero llevo un poemario. Llevo un rosario y después llevo la pistola, por decirlo de alguna manera. Es curioso. Las tres cosas me protegen. De una manera utópica o friki, lo que quieras llamarle, pero las tres cosas me protegen. Y me siento mejor cuando las llevo conmigo.

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IGNACIO GIL Loquillo, en la sesión de fotos en la Warner Station Music en Príncipe Pío (Madrid)

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