MARÍA DOLORES PRADERA UNA FINA ESTAMPA
Por esa trascendencia de mujer inclasificable la recordamos en su centenario Déjame que te cuente es una detallada biografía
«Cántala María Dolores,/ cántala María Dolores,/ una canción/ llena de flores./ Con tu poncho de colores,/ cántala María Dolores,/ llena de luz/ tu corazón». Así dejó escrito el cantautor granadino Carlos Cano el arte de María Dolores Pradera. No se quedó corto. La Pradera, los que la vimos en directo lo sentimos, desbordaba talento y ese nosequé que han dado a llamar carisma. Extendía brazos e, inmóvil, te capturaba. Bordeaba ser diva, aunque de esa solemnidad la salvó su humor congénito, pero sobre todo se convirtió en icono. Su silueta, como la del toro de Osborne, era inconfundible: de ahí que se haya integrado en la historia de España.
Por esa trascendencia de mujer inclasificable la recordamos cien años después de su nacimiento y, por lo mismo, la editorial Roca publica ‘Déjame que te cuente’, una detallada biografía firmada por los sospechosos habituales Aguilar –Santiago, documentalista y cineasta– y Cabrerizo –Felipe, historiador y periodista–. Autores de múltiples estudios –el imprescindible ‘ Un bigote para dos’ sobre el experimento cinematográfico de Tono y Mihura, estrenado en 1940– o, ya en solitario, volúmenes esenciales para entender la cultura española del último siglo. Lean ‘Sagitario Films. Oro nazi para el cine español’, de Aguilar o, ‘Loquillo. La biografía oficial’, de Cabrerizo.
Se plantean cazar a la Pradera con tono popular y, notorio en el libro, sólo hay un escollo en su propósito: las pocas referencias personales que dejó atrás la cantante, en especial al inicio y mitad de su carrera cuando se dedicaba a la interpretación – su última
película, ‘ La orilla’, data de 1970–. Los autores saben sortearlo porque controlan a la perfección el mosaico del cine español de la época: ahí están, espídicos, los estrenos, los teatros, las reseñas. No se puede entrar en más detalle. Y, cómo no, el matrimonio y divorcio con Fernán Gómez: dos seres irrepetibles que se cruzaron por las magias de la vida.
El libro respira con la llegada de la música, a principios de los sesenta, para quedarse. Y ahí, como ocurrió en la realidad, reverdece la figura de María Dolores. Libre de ataduras cinematográficas y teatrales alcanza la misma gloria que nos regaló a sus seguidores. El carácter de mujer privadísima y libérrima –se le conocieron
pocas relaciones, entre ellas, con Luis Calvo, mítico director de esta casa– se reitera una y otra vez. Y no hay libertad sin risa: «Qué piel tan bonita te dejó tu madre», le suelta Sara Montiel. «Pues mejor me hubiese dejado una finca en Cáceres», replica ella.
Que no es poco
‘La flor de la canela’, ‘Fina estampa’ – Chabuca Granda de mi corazón–, ‘Amarraditos’ o ‘ Habaneras de Cádiz’ discurren por el texto y te obligan a poner sus vinilos, en especial aquellos con ‘Los Gemelos’ y ese dolorosísimo ‘A Carlos Cano’ (2001) tras la muerte del amigo. Al final, con ‘ Déjame que te cuente’ consiguen Aguilar y Cabrerizo devolvernos un rato a Maria Dolores Pradera y, en consecuencia, no sólo a ella: a su tiempo, a sus compañeros –algunos olvidados– de generación, a la prensa de entonces, a Fernán Gómez, a Carlos Cano, a mi abuela Emma cantándola en el Auditorio de Oviedo y a no sé cuánto más. Que no es poco.
EXTENDÍA BRAZOS E INMÓVIL TE CAPTURABA BORDEABA SER DIVA SE CONVIRTIÓ EN ICONO