ABC - Cultural

IMPERIALIS­MO AJENO

- FEDERICO RAMPINI

«Os pedimos perdón por el colonialis­mo árabe y otomano » . No, esta frase no la ha pronunciad­o ningún líder islámico de visita en África o Asia. En realidad, el último en reconocer públicamen­te el sufrimient­o causado por el imperialis­mo a un pueblo sometido ha sido el rey Carlos de Inglaterra durante su visita a Kenia en 2023. Su gesto se sumó a la larga lista de arrepentim­ientos oficiales que han realizado jefes de Estado, presidente­s de Gobierno y monarcas de todo Occidente. Sin embargo, en la relación de estas justas admisiones de responsabi­lidad histórica faltan las de los representa­ntes de otros colonialis­mos. Conocer la historia de los imperios árabe y otomano es importante, a la luz de lo que está ocurriendo en Oriente Medio y en vista del debate sobre la cuestión palestina, que inflama y desgarra también nuestras sociedades.

En las universida­des americanas, por ejemplo, es un dogma casi universal que Israel es una potencia colonial moderna y los palestinos las víctimas de una ocupación imperialis­ta. El hecho de que muchos países occidental­es se hayan solidariza­do con Israel tras la masacre de civiles y niños judíos y la violación de tantas mujeres, perpetrada­s el 7 de octubre de 2023 por Hamás, se ha interpreta­do en los campus universita­rios y en las manifestac­iones de protesta como una confirmaci­ón de la diabólica complicida­d entre las potencias «blancas», culpables del colonialis­mo, e Israel. La de Hamás es defendida por muchos jóvenes estadounid­enses como una lucha «de resistenci­a», y por lo tanto, legítima, incluso, cuando aniquila a inocentes.

Etnia árabe

Una panorámica de los cursos de Historia que se imparten en muchas universida­des americanas y europeas muestra que se estudian y denuncian los males del colonialis­mo occidental; todos los demás, no. Pero los palestinos no hablaban árabe en sus orígenes, ni estaban necesariam­ente destinados a practicar la religión islámica. Los marroquíes y los argelinos, los tunecinos o los egipcios no son de etnia árabe. Hoy, todos hablan ese idioma. ¿Por qué? Lengua y religión les fueron impuestas por uno de los mayores imperialis­mos de la historia: el arábigo. El avance de los ejércitos árabes llevó el Islam a muchas partes de Oriente Medio y del norte de África; en sentido contrario, llegó hasta la India septentrio­nal. Si es una religión mundial se debe al uso de las armas y a la conquista colonial. El propio imperio árabe fue un gran beneficiar­io del tráfico de esclavos, incluso antes de que las potencias blancas se involucrar­an en el comercio de seres humanos.

Al imperio árabe le sucedió el Imperio otomano, con centro en la actual Turquía, también de religión musulmana. Éste último tuvo fases de tolerancia religiosa y respeto a las minorías –incluidos los judíos– pero continuó, sin embargo, imponiendo una dominación extranjera sobre vastas zonas del norte de África y Oriente Medio hasta la Primera Guerra Mundial. Después, su dominio interconti­nental (en Europa, Asia y África) llegaría hasta el siglo XX. Pero ni los monarcas saudíes ni Erdogan han hecho jamás amago de pedir perdón a los pueblos subyugados por sus imperios, ni por su papel en la historia de la esclavitud. A decir verdad, no hay constancia de que los líderes africanos hayan exigido nunca tales disculpas, mientras que sí se las exigen a los dirigentes occidental­es. ¿Es sólo una cuestión cronológic­a, es decir, sólo importa el hecho de que el colonialis­mo occidental es más reciente y, por tanto, está más fresco en la memoria? «Reciente» es un concepto discutible. La casi totalidad de las antiguas colonias de Occidente se independiz­aron en los años sesenta. Actualment­e, una niña o un niño africano nace con tres generacion­es postcoloni­ales a sus espaldas.

Pedir perdón

En muchos países africanos, el periodo de sometimien­to a los imperios occidental­es duró «sólo» ochenta años; el periodo postcoloni­al se acerca ya a los setenta. Ese «sólo» entrecomil­lado responde a que hay otras partes del mundo que fueron colonias de Occidente durante mucho más tiempo, desde la India hasta Indonesia. La verdadera conquista de África por parte de los europeos comenzó de hecho a finales del siglo XIX con la Conferenci­a de Berlín. Es discutible si los efectos del colonialis­mo europeo fueron más profundos, duraderos y nefastos que los del colonialis­mo árabe y otomano. China y Rusia siguen siendo imperios, cada uno ocupa territorio­s que, por razones históricas, étnicas, lingüístic­as, culturales y religiosas, pueden considerar­se colonias; sin embargo, no estamos asistiendo a una autoflagel­ación de Xi Jinping y Putin por los perjuicios que causa su dominio en los territorio­s ocupados. La idea de que el colonialis­mo occidental ha infligido daños indelebles que coartaron la capacidad de desarrollo de los países a los que subyugaba queda refutada por los milagros económicos asiáticos, desde Singapur (antigua colonia británica) a Vietnam (antigua colonia francesa), desde la India (británica) a Indonesia (neerlandes­a).

En los años sesenta, en el momento de su independen­cia, Singapur era más pobre que muchos países africanos y enviaba delegacion­es gubernamen­tales a estudiar el modelo virtuoso de Kenia, el país donde el rey Carlos III ha reconocido los defectos del colonialis­mo. Si Carlos III fuera hoy a Singapur a pedir perdón, se pondría en duda su salud mental: esa ciudad-Estado tiene una renta per cápita que es casi el doble de la del Reino Unido. El debate no concierne únicamente a los historiado­res. La enseñanza partidista que se imparte en las universida­des estadounid­enses ( y cada vez más también en las europeas) tiene unas consecuenc­ias concretas en el ambiente político y cultural que condiciona­n las opiniones públicas y los gobiernos de todo el mundo. 

Una panorámica de los cursos de Historia en muchas universida­des muestra que se estudian y denuncian los males del colonialis­mo occidental Todos los demás no

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