IMPERIALISMO AJENO
«Os pedimos perdón por el colonialismo árabe y otomano » . No, esta frase no la ha pronunciado ningún líder islámico de visita en África o Asia. En realidad, el último en reconocer públicamente el sufrimiento causado por el imperialismo a un pueblo sometido ha sido el rey Carlos de Inglaterra durante su visita a Kenia en 2023. Su gesto se sumó a la larga lista de arrepentimientos oficiales que han realizado jefes de Estado, presidentes de Gobierno y monarcas de todo Occidente. Sin embargo, en la relación de estas justas admisiones de responsabilidad histórica faltan las de los representantes de otros colonialismos. Conocer la historia de los imperios árabe y otomano es importante, a la luz de lo que está ocurriendo en Oriente Medio y en vista del debate sobre la cuestión palestina, que inflama y desgarra también nuestras sociedades.
En las universidades americanas, por ejemplo, es un dogma casi universal que Israel es una potencia colonial moderna y los palestinos las víctimas de una ocupación imperialista. El hecho de que muchos países occidentales se hayan solidarizado con Israel tras la masacre de civiles y niños judíos y la violación de tantas mujeres, perpetradas el 7 de octubre de 2023 por Hamás, se ha interpretado en los campus universitarios y en las manifestaciones de protesta como una confirmación de la diabólica complicidad entre las potencias «blancas», culpables del colonialismo, e Israel. La de Hamás es defendida por muchos jóvenes estadounidenses como una lucha «de resistencia», y por lo tanto, legítima, incluso, cuando aniquila a inocentes.
Etnia árabe
Una panorámica de los cursos de Historia que se imparten en muchas universidades americanas y europeas muestra que se estudian y denuncian los males del colonialismo occidental; todos los demás, no. Pero los palestinos no hablaban árabe en sus orígenes, ni estaban necesariamente destinados a practicar la religión islámica. Los marroquíes y los argelinos, los tunecinos o los egipcios no son de etnia árabe. Hoy, todos hablan ese idioma. ¿Por qué? Lengua y religión les fueron impuestas por uno de los mayores imperialismos de la historia: el arábigo. El avance de los ejércitos árabes llevó el Islam a muchas partes de Oriente Medio y del norte de África; en sentido contrario, llegó hasta la India septentrional. Si es una religión mundial se debe al uso de las armas y a la conquista colonial. El propio imperio árabe fue un gran beneficiario del tráfico de esclavos, incluso antes de que las potencias blancas se involucraran en el comercio de seres humanos.
Al imperio árabe le sucedió el Imperio otomano, con centro en la actual Turquía, también de religión musulmana. Éste último tuvo fases de tolerancia religiosa y respeto a las minorías –incluidos los judíos– pero continuó, sin embargo, imponiendo una dominación extranjera sobre vastas zonas del norte de África y Oriente Medio hasta la Primera Guerra Mundial. Después, su dominio intercontinental (en Europa, Asia y África) llegaría hasta el siglo XX. Pero ni los monarcas saudíes ni Erdogan han hecho jamás amago de pedir perdón a los pueblos subyugados por sus imperios, ni por su papel en la historia de la esclavitud. A decir verdad, no hay constancia de que los líderes africanos hayan exigido nunca tales disculpas, mientras que sí se las exigen a los dirigentes occidentales. ¿Es sólo una cuestión cronológica, es decir, sólo importa el hecho de que el colonialismo occidental es más reciente y, por tanto, está más fresco en la memoria? «Reciente» es un concepto discutible. La casi totalidad de las antiguas colonias de Occidente se independizaron en los años sesenta. Actualmente, una niña o un niño africano nace con tres generaciones postcoloniales a sus espaldas.
Pedir perdón
En muchos países africanos, el periodo de sometimiento a los imperios occidentales duró «sólo» ochenta años; el periodo postcolonial se acerca ya a los setenta. Ese «sólo» entrecomillado responde a que hay otras partes del mundo que fueron colonias de Occidente durante mucho más tiempo, desde la India hasta Indonesia. La verdadera conquista de África por parte de los europeos comenzó de hecho a finales del siglo XIX con la Conferencia de Berlín. Es discutible si los efectos del colonialismo europeo fueron más profundos, duraderos y nefastos que los del colonialismo árabe y otomano. China y Rusia siguen siendo imperios, cada uno ocupa territorios que, por razones históricas, étnicas, lingüísticas, culturales y religiosas, pueden considerarse colonias; sin embargo, no estamos asistiendo a una autoflagelación de Xi Jinping y Putin por los perjuicios que causa su dominio en los territorios ocupados. La idea de que el colonialismo occidental ha infligido daños indelebles que coartaron la capacidad de desarrollo de los países a los que subyugaba queda refutada por los milagros económicos asiáticos, desde Singapur (antigua colonia británica) a Vietnam (antigua colonia francesa), desde la India (británica) a Indonesia (neerlandesa).
En los años sesenta, en el momento de su independencia, Singapur era más pobre que muchos países africanos y enviaba delegaciones gubernamentales a estudiar el modelo virtuoso de Kenia, el país donde el rey Carlos III ha reconocido los defectos del colonialismo. Si Carlos III fuera hoy a Singapur a pedir perdón, se pondría en duda su salud mental: esa ciudad-Estado tiene una renta per cápita que es casi el doble de la del Reino Unido. El debate no concierne únicamente a los historiadores. La enseñanza partidista que se imparte en las universidades estadounidenses ( y cada vez más también en las europeas) tiene unas consecuencias concretas en el ambiente político y cultural que condicionan las opiniones públicas y los gobiernos de todo el mundo.
Una panorámica de los cursos de Historia en muchas universidades muestra que se estudian y denuncian los males del colonialismo occidental Todos los demás no