A M HOMES RE VOTA EN LAS ELECCIONES DE EE UU
AM. Homes (Washington D. C., 1961) es el tipo de autora –como Lionel Shriver– a la que nada le gusta más que invitar al lector a que reduzca la velocidad y hasta frene en su camino de regreso a casa para contemplar más y mejor los restos retorcidos y ensangrentados de ese accidente automovilístico al costado de la carretera. Y mejor aún si el cuerpo del conductor no ha sido todavíaremovido. Y si éste está acompañado de los cuerpos de su familia, más interesante y digno de atención. Sólo que, en ocasiones, todo el ‘tableau mortal’ y la naturaleza más que muerta de Homes parece venir acompañado por la letra y la música de una de esas canciones feroces de Randy Newman con las voces más que animadas de una creación de Seth «Family Guy» McFarlane.
Dicho lo anterior, con ‘La revelación’ Homes sigue siendo aquella narradora (in)moral que siempre fue – con cumbres como ‘El fin de Alice, Jack’ y la ahora reeditada ‘En un país para madres’– y profundiza aquí en los desperfectos ( la soberbia suburbia) ya retratados en sus relatos y en novelas como ‘Música para corazones incendiados’ y ‘Ojalá nos perdonen’ e incluso en la inesperadamente casi bondadosa ‘Este libro te salvará la vida’. Pero, aquí y ahora, un poco pasada de frenada y con el volumen y griterío demasiado alto. Es posible que la culpa no sea del todo del modo en que Homes conduce esta ficción sino de que, en este caso, resulta un tanto innecesario satirizar una no-ficción fuera de control demasiado cercana en el pasado que ya es una sátira en sí misma. Y, sí, sátira política es –de un tiempo a esta parte y a este lado de las páginas– algo tan inevitable como poco graciosa tragicomedia.
Conjura
A saber: los días que van del triunfo a la toma de mando de Obama en 2008 y los republicanos entre la desesperación y la furia y un tal Pez Gordo. Muy adinerado residente en Palm Beach más que listo a lanzar las redes de conjura en varios frentes para recuperar un país que ya no reconocen y que, sienten, no los reconoce a ellos como los patriotas salvadores de la patria que siempre quisieron y sintieron ser. Y, claro, los conspiranoides aliados de Pez Gordo tienen algo de aquellos indisciplinados militares de ‘Trampa 22’, algo de los farsantes y farsescos personajes de Tom Wolfe, y algo de los rigurosos tarados de filme de los hermanos Coen. Mientras que su familia en caída libre con esposa alcohólica e hija rebelde (el mejor personaje de la novela) es como la versión electrificada de esos clanes desarticulados de Richard Yates y sin ningún derecho a la epifanía redentora de John Cheever. Y el problema aquí es la realidad posterior de la novela con Trump triunfador, toma del Capitolio, Biden como en piloto automático y más que posible secuela-’remake’ de ese ‘Make America Great Again, Again’. Insuperable ( ir)realidad y el quid/problema de la cuestión es que, después de Trump, nada anterior a Trump funciona como sátira porque todo parece tibio, cauto, casi serio y muy involuntariamente anticuado en comparación.
De ahí que ‘La revelación’ pa
No es que uno se sienta un poco cansado al leerla Homes es una excelen te escritora ya se sabe pero en esta última historia no alcanza lo que en las anteriores porque la realidad ha superado a la ficción hace tiempo
NADA ANTERIOR A TRUMP FUNCIONA COMO SÁTIRA PORQUE TODO PARECE TIBIO CAUTO CASI SERIO
LA HISTORIA ESTÁ UN POCO PASADA DE FRENADA Y CON EL VOLUMEN Y GRITERÍO DEMASIADO ALTO
rezca, todo el tiempo, oscilar como péndulo y frenéticamente entre una radiografía y un test de Rorschach donde los extremismos habituales de Homes parecen aquí como bajo la influencia opioide de los extremos de todos en todas partes. No es que uno se sienta un poco cansado al leerla (Homes es una excelente escritora, se sabe) pero sí que su trama serpenteante y circular y sus repetitivos diálogos más hipnotizados que hipnóticos resultan casi agotadores al punto que, al llegar ese ‘twist’ final, uno no puede sino preguntarse cómo fue –apuntó alguien– que los Estados Unidos destiñeron desde su primer presidente negro a su primer presidente naranja.
La respuesta –como cantó Dylan– está más flotando en el viento que en esta novela que se arrastra por los suelos luego de haber chocado y rebotado contra ese cartel donde alguien pide –por qué no y porque sí– que se le vote a él sólo para botar al otro.