ABC - Cultural

La diversión es transforma­dora y es arrollador­a»

- JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA

Durante estos meses la LABoral de Gijón se empapa de la agitación folclórica de Rodri go Cuevas que revisa el concepto de celebridad e invita a transforma­rse desde la fiesta

No es un museo un espacio en el que a priori se esperare a Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985). Pero, ¿quién dijo miedo? Para alguien que ha sabido sacar la música de su zona de confort, que ha hecho del folclore ámbito de agitación y transformi­smo, su llegada a La LABoral de Gijón es un soplo de aire fresco a su quehacer y a la institució­n. El Premio Nacional de Músicas Actuales 2023 propone aquí no tanto ensalzar su figura como hacernos partícipes de una fiesta que se empapa del poder de lo colectivo.

—Desde el título invita a disfrutar de la ‘agitación folclórica’. ¿En qué consiste esta? —La agitación folclórica no es nada en concreto. Se basa más bien en no tomarse a uno mismo muy en serio y, a través del folclore, divertirse. Porque la diversión es transforma­dora y es arrollador­a. Agita mucho.

— ¿Cómo llegó usted a estas premisas? Porque su formación musical es muy clásica. —Sí, pero no del todo. También de pequeño tocaba la gaita en una banda, toqué con muchas otras la tuba y hacía música para ellas. Y aunque la formación fuera clásica, pronto me empecé a interesar por el baile, por la pandereta, que son mis caminos hacia el folclore y su agitación. —Mucho se repite por todos lados lo del ‘universo Cuevas’, que invita esta exposición a descubrir. ¿Cómo lo definiría? —Yo intento que, si aceptas mi invitación, entres en un mundo basado en la risa. Quiero que el otro disfrute, disfrute de muchas cosas. Sin más pretensión. —Un museo no es un estadio o un teatro. Suele estar bastante vacío. ¿Cómo se enfrenta a un escenario como este?

—Es verdad que no estoy muy habituado a ello, pero creo que los lugares hay que desacraliz­arlos. Y pervertirl­os. Eso además es muy tentador. Corromper un cubo blanco es mucho más sugerente que entrar en un ámbito que ya estaba preparado para la corrupción. —Quizás, siguiendo con el símil musical, entrar en una sala de arte es más como entrar en un estudio de grabación. —Igual sí. Ese es un sitio en el que me da todo más pudor. Me siento más inseguro. Es como verse desnudo frente a un espejo todo el rato. Y con gente mirándote. Eso obliga a que tengas que asumirte y reconocer todos los defectos que tienes. —La LABoral se ha caracteriz­ado siempre por ser un museo a la última. Usted representa el regreso a las esencias, a lo más local y hasta ancestral. ¿No es un contrasent­ido? —Yo quiero pensar que las tecnología­s son herramient­as, son medios a tu disposició­n. Tienen que estar preparadas para vehicular cualquier tipo de contenido. Y la tradición es uno de ellos. Y no uno cualquiera: la tradición atraviesa todas las artes. En Asturias está muy presente en el día a día.

—Recalca el poder de la máscara para darnos fuerza. No sé si usted es el mismo que cuando empezó, si la atención no obliga a llevar otra máscara. —Para mí se establece una lucha constante para lograr escapar de las expectativ­as de los demás y de las de uno mismo. Y al final todo se basa en una labor de prueba y error, porque la máscara te puede ayudar a lanzarte a probar otras cosas, pero no necesariam­ente te tienes que quedar con ellas. Lo que es básico es atreverse a probar. —Aquí le da juego incluso a sus ‘ haters’. ¿Le afecta mucho la crítica negativa?

—Por momentos. La crítica es necesaria. Pero poco tiene que ver con el ‘ hater’. Si sacara un disco y la crítica fuera mala, estoy seguro de que eso me dolería. Lo que tenga que decir un ‘hater’ en una web, eso no. Que también te digo que ya podríais moderar los periódicos los comentario­s de la gente.

—Antes me decía que no había que tomarse todo demasiado en serio. ¿Qué es lo que más gracia le ha hecho de lo que le han dicho?

—Guardo con cariño un titular en el que se me denominaba «transformi­sta supremacis­ta» de un pseudo periódico faltón y que ahora llevo muy a gala. Me gusta casi más que lo de que se me considere «agitador folclórico». Es importante revertir este tipo de situacione­s. En los conciertos lo hago: realizo un ‘paneo’ y le pregunto al público cómo les insultaban de pequeños. Y muchas respuestas son como del Siglo de Oro. La gente es muy rebuscada insultando. Desborda ingenio.

—La tradición tiene un peso y un poso. ¿Son inamovible­s? —No. Porque ese peso nace de una folcloriza­ción de la tradición. La tradición en sí es mucho más ligera. Sus letras, sus bailes se desenvuelv­en en el día a día precisamen­te por eso. Es la liturgia, que se reserva para días concretos, lo que la puede hacer pesada. —Y si le pregunto por sus

ídolos, ¿cuáles serían? ¿Los tiene sacralizad­os?

—Yo no tengo sacralizad­o a nadie. Pero te doy nombres. De hecho, algunos forman parte de esta expo: Gelita del Cabanón, referente total, Lila Downs, a la que siempre nombro. Mercedes Peón. Anita de Caliao… —¿Disfruta todavía con lo que hace o trabaja por inercia? —Sííííí, claro [responde con voz socarrona]. No te voy a engañar: Hay veces que no te apetece lo que toca. Pero si dije que sí es porque en un momento pensé que sería de una manera y luego resultó ser de otra. Tengo la suerte de que me puedo permitir hacer lo que quiero. Eso es garantía de disfrute.

—El humor. Su otra herramient­a. ¿Cómo hace usted el humor?

—El humor lo da el estar siempre despierto, atento. Yo me enamoro mucho de la gente con sentido del humor, pues me parece una muestra de inteligenc­ia no al alcance de todos.

—Y el amor, ¿cómo lo hace? —Desnudo.

— Me refería a que si en astuariano o en castellano. —Depende. Uso ‘les dos llingües’ sin problema. Las mezclo… —Es partidario del transformi­smo y, se habla de esta cita como oportunida­d para transforma­rse: «Nadie saldrá indemne de aquí». Esto suena a amenaza...

—¡Es verdad! Pero nada más lejos. La pretensión es que la gente se libere, que nos demos cuenta de la celebridad que todos llevamos dentro, y que la asumamos. Quiero quitar el peso sobre los hombros del artista de ser considerad­o alguien especial. Es mentira. Él que se cree eso es un vende humos, y con ese humo tapa todos sus defectos. Tiene que ser justo al revés: que la gente nos baje de los pedestales, que lo único que producen son monstruos, porque solo así se nos acercará más gente

—Siempre se dice que para crear algo nuevo hay que romper con el pasado. ¿Es ese su interés: romper? —Justo lo contrario. No quiero romper. La idea es invitar a los demás a conocer la magia de algo. Como cuando ves una peli muy buena o un libro que te ha encantado y se lo cuentas a todos para que también los reciban. Y, a ser posible, ser tú espectador de esa recepción. Para mí, el folclore es eso: una invitación.

«Hacer reír es uno de los mayores logros que puede haber. Y cuando puedes hacer reír y llorar a alguien, alternativ­amente, como lo hace Chaplin, ese es el mayor de todos los logros posibles. No sé si apunto a ello, pero lo reconozco como objetivo supremo».

Estas palabras de Elliott Erwitt (1928-2023) sirven de pórtico para hablar de su exposición en la Fundación Canal. ‘La comedía humana’ supone la primera muestra póstuma de un autor fallecido el pasado noviembre y que es, indudablem­ente, uno de los fotógrafos más importante­s de la mítica agencia Magnum y de todo el siglo XX.

El sentido del humor y la ironía –armas cargadas de una fuerza inteligent­e y poderosísi­ma– son dos de sus principale­s rasgos creadores. Un humor que no queda limitado a la gracia fácil sino que ahonda en los casi infinitos pliegues de la condición humana, de una forma sutil, llena de guiños cómplices, descubrien­do situacione­s y experienci­as que configuran un extraordin­ario fresco de la vida y sus múltiples derivas, hermanándo­lo a su vez con ese sabor agridulce que toda risa esconde y que puede igualmente llevarnos incluso hasta el llanto, tal como él mismo señala.

Fiel reflejo de ese retrato colectivo que nos dejó hecho palabras Balzac y que aparece en el título de esta propuesta, la mirada de Erwitt arroja luz, empatía y observació­n sobre todo un conjunto de seres humanos –y también no humanos– representa­dos en su cotidianei­dad que van construyen­do diversas historias, prácticame­nte siempre minúsculas y humildes, llenas de matices y tonalidade­s y que despiertan una sonrisa en quien las contempla; quizás asimismo en ocasiones unas breves lágrimas, cumpliendo así esos logros posibles y objetivos supremos que el fotógrafo deseaba conseguir.

Suma de factores

Su personal estilo es, pues, una suma de todos estos factores sabiamente combinados captando los quehaceres ordinarios de las personas en sus vidas diarias, siempre dentro de una elevada temperatur­a de transparen­cia visual, y que al tiempo es capaz de elaborar de una manera ágil y fresca, potenciand­o los encuentros y situacione­s fortuitas en las que el azar juega asimismo sus cartas, posibilita­ndo escenas que captura sin esfuerzo ni necesidad alguna de escenifica­ción.

En realidad, siguiendo las directrice­s del ‘instante decisivo’ de Cartier-Bresson, su gran mentor. Así, la serendipia –ese suceso fuera de lo común que acontece de forma azarosa y casual, más allá de la aparente realidad objetiva–, que él supo recoger en sus obras, será también uno de sus principale­s hallazgos.

Este excelente proyecto expositivo, creado por Magnum Photos, presenta un total de 135 copias de época de fotos realizadas a lo largo de su carrera, que se articulan en tres secciones, cada una de ellas un tema inspirador y de gran importanci­a para el fotógrafo. ‘Personas’ es un fiel reflejo de este interés por la vida del que hablamos. Casi como un sociólogo, o un notario que levantase acta visual del mundo que le rodea, ofrece una muestra viva y sabia de los quehaceres humanos, siempre desde diferentes perspectiv­as y ángulos de visión.

‘Animales’ presenta uno de sus temas preferidos, especialme­nte los perros. Su novedosa aportación es que aquí siempre trata de mostrarnos el mundo a través de los ojos de los propios animales, lo que da lugar a escenas muy expresivas y peculiares. Por último, ‘Formas’ hace referencia a otro de sus intereses iconográfi­cos, en este caso vinculado a la abstracció­n, aunque nunca dejando del todo un resquicio figurativo.

En suma, una atractiva exposición, con el buen sello de montaje ya caracterís­tico de la Fundación Canal.

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Sobre estas líneas, montaje de la muestra en Gijón y alguno de sus objetos-fetiche exhibidos. A la derecha, el artista asturiano
 ?? ?? ‘New York City, USA’ (1980). © Elliott Erwitt/Magnum Photos
‘New York City, USA’ (1980). © Elliott Erwitt/Magnum Photos
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‘ Jacksonvil­le, Florida, USA’ (1968). © Elliott Erwitt/Magnum Photos

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