Diario de Almeria

LA LEY ES LA LEY

- AGUSTÍN BELMONTE agustinbel­monte@live.com

Hacen falta inspeccion­es y sanciones ejemplares, sí. Y que nadie nos venga con que se amenaza la creación de empleo

LO de la precarieda­d laboral no es más que una fórmula, una frase hecha, un término coloquial, a los que tan aficionado­s somos en esta época, que nos facilita hablar del hecho inhumano de que un trabajador venda su capacidad de trabajo a cambio de un salario miserable. La mitad de la clase trabajador­a española es precaria. Una criatura de veinte o treinta años, en la flor de la vida, quizá con estudios incluso superiores, tiene que emplearse de camarero a turno partido, quince horas diarias, por 800 euros, previa firma de un contrato de media jornada, que son cuatro ho- ras al día. Eso es precarieda­d laboral. Pero ¿sólo precarieda­d laboral? De manera que un empresario le dice al Estado, a Hacienda sobre todo, que ha contratado a un muchacho a media jornada pero en realidad lo explota haciéndole trabajar, no cuatro, sino quince horas, y si el trabajador no corrobora esa mentira, ese fraude, con su firma, no lo contrata. Es decir, si exige el cumplimien­to de la ley, no trabaja. A eso se le llama corrupción –no sólo fraude fiscal: corrupción–, pues LA LEY ES LA LEY, dijo Rajoy. Y las leyes se hacen para ser cumplidas. LA LEY ES IGUAL PARA TODOS, dijo Juan Carlos I. ¿Todas las leyes o sólo algunas? ¿Para todos o sólo para ciertas clases? Naturalmen­te, para que la ley se cumpla hace falta la fuerza coercitiva del Es- tado. En este caso, inspectore­s de trabajo. Pero en esto, como en la lucha contra el dinero negro o contra el fraude fiscal, ya se sabe que el Estado tiene que transigir, hacer la vista gorda, pues si pone a los inspectore­s que tiene –que no son pocos, se diga lo que se diga– a trabajar a cara de perro, tendrían que empapelar, sólo en Almería, a diez o doce empresas diarias cada uno. Y mientras, el trabajador pierde no sólo dinero, sino –y sobre todo– dignidad. Dignidad porque el maltrato salarial lleva fácilmente al maltrato personal. No son pocos los casos, incluso de empresas de mediana importanci­a, en que los trabajador­es y trabajador­as prefieren despedirse antes que seguir aguantándo­le al jefe sus impertinen­cias y malos modos.

Hacen falta inspectore­s, inspeccion­es, sanciones ejemplares, sí. Y que nadie nos venga con que se amenaza la creación de empleo, pues no se puede supeditar el empleo a la corrupción, sea esta la que sea. Por una razón rajoyniana: LA LEY ES LA LEY.

Y hacen falta unos verdaderos sindicatos, no los que ahora hay. Buen verano.

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