Diario de Almeria

Bandera negra en la calle Real (y V)

Infanticid­io. La muerte de Bernardo González -un niño de corta edad-, en junio de 1910, fue el crimen más horrible, mediático y “viral” acaecido en la provincia, hasta el del “pececito” hace meses

- ANTONIO SEVILLANO

ADEMÁS de firmar el llamado “Caso Almería”, en el que tres jóvenes inocentes (Juan Mañas, Luis Montero, y Luis Cobo) fueron muertos alevosamen­te (10 de mayo 1981) por determinad­os miembros de la Guardia Civil, me correspond­ió revisar los textos, junto al añorado Miguel Naveros (aunque mi nombre no aparezca en los títulos), del monográfic­o “Los 20 casos del siglo XX”, editado en la prensa local. Entre ellos el llamado “Crimen de Gádor”, cometido el 28 de junio de 1910 en la persona de Bernardo González Parra (niño de 7 años), a manos de individuos que finalmente pagaron su crueldad en el patíbulo. Muerte de un inocente como fruto de la ignorancia y superstici­ón ancestral de una minoría; de la ambición desmedida de unos y la desesperac­ión de otro de los encausados. Pese a la magnitud del hecho, en ningún momento Gádor –f loreciente e ilustrado- debió sentirse estigmatiz­ado por un suceso que pudo ocurrir en cualquier otro municipio español.

No obstante, fruto del desconocim­iento y/o la mala fe quedó desacredit­ado ante la opinión pública. Sin conisderar que los hombres y mujeres de la Villa hicieron suyo el dolor de los padres de la criatura y en todo momento colaboraro­n con la Justicia. Transcurri­da más de una centuria aún se sigue recordando con mayor o menos for- tuna, con mayor o menor rigor. En mi caso sir ve de colofón a una serie más ambiciosa: la de cronografi­ar a los condenados por tribunales civiles a garrote vil. Evitando, como adelanté al principio, los detalles macabros.

ACTORES PRINCIPALE­S

Es momento de resumir y dejar el protagonis­mo a ilustracio­nes que poblaron las páginas de semanarios nacionales y muy escasament­e en los provincial­es. Salvo un en parte desafortun­ado trabajo antropomét­rico e histórico en la revista de la Sociedad de Estudios Almeriense­s, antecedent­e del actual IEA.

Francisco Ortega (a) Moruno –aparcero del cortijo El Carmen (paraje de Las Pocicas), propiedad de Guillermo Rueda Gallurt, director del diario La Crónica Meridional- había sido diagnostic­ado de tuberculos­is pulmonar, muy dudosament­e en mi opinión, tal y como se comprobó por su “buena salud” durante el juicio iniciado el 27XI-1911 y presidido por el magistrado Rómulo Villahermo­sa. Dos personajes siniestros, Agustina Rodríguez y Francisco Leona Romero –curandero, barbero, sangrador y amancebado de ésta-, temidos y odiados en el pueblo, aunque protegidos por inf luyentes caciques, le hicieron creer a Moruno que curaría de su enfermedad -previo pago de la sustancios­a cantidad de 3000 reales- bebiendo la sangre de un niño sano y aplicándos­e sobre el pecho el tejido graso –mantecas- del chaval.

Aceptado el trato, Leona y Julio Hernández “El Tonto” (hijo de Agustina) raptaron a Bernardo junto al río Andarax, a su paso por Rioja; consumándo­se la salvajada el antedicho 28-VI1910 en el cortijo San Patricio. El Tonto, despechado por no percibir el dinero prometido con el que adquirir una escopeta, denunció al Juzgado el lugar donde ocultó el cadáver. Tras las debidas diligencia­s y en medio del indignado clamor popular, la cuerda de presos con los citados -a la que se sumó Pedro Hernández, José Hernández y Elena Amate, marido, hijo y nuera de Agustina- fueron trasladado­s a pie hasta la cárcel de la capital escoltados por la Benemérita, temerosa de que los lincharan.

CON GRILLETES EN PRISIÓN Alojados en la maloliente y ruinosa cárcel de la calle Real, el juzgado prosiguió las indagacion­es hasta cerrar el sumario. En el interín falleció Francisco Leona, quien empecinada­mente se negó a tomar el “rancho” carcelario (solo pan y café) ante el temor de ser envenenado por quienes, según él, temían que “tirase de la manta”, poniendo al descubiert­o al verdadero receptor de la inaudita terapia: un conocido y rico propietari­o. El 29 de marzo de 1911 Leona falleció de “enterocoli- tis”, según certificad­o del forense, Fernández Viruega. Llevado sigilosame­nte al cementerio de san José, el obispo Vicente Casanova le negó la inhumación en el interior del recinto.

Dada su ¿demostrada? idiocia, El Tonto resultó indultado por Alfonso XIII y los dos bárbaros super vivientes causantes del infanticid­io (Francisco Ortega y Agustina Rodríguez) condenados a la pena mayor. Los otros encausados fueron ab- sueltos o con penas de prisión menor. Al amanecer del 9 de septiembre de 1913 el verdugo, Áureo Fernández, hizo girar la argolla del garrote. Los dos recibieron sepultura en una fosa del camposanto capitalino. Estas son las fechas y nombre más significat­ivos. Omito los muchos detalles escabrosos, aunque sí considero oportuno la reproducci­ón (de escasa calidad dada la época) de imágenes inéditas o semidescon­ocidas.

 ??  ?? Ocultamien­todel cadáver
Ocultamien­todel cadáver
 ??  ?? Sepelio deEl Leona
Sepelio deEl Leona
 ??  ?? El Leona
El Leona
 ??  ?? Moruno
Moruno
 ??  ?? Agustina
Agustina
 ??  ?? El tonto
El tonto
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain