Diario de Almeria

BARCELONA EN LA CONSTITUCI­ÓN

- RAÚL MONTORO RODRÍGUEZ Abogado

DE pie junto a la pista de despegue, detuve la mirada en una maleta de mano. Cuatro viñetas de Mafalda la adornaban, con una frase tan aparenteme­nte ingenua como sabia. Así es Quino ¿Cómo es posible que el calendario de papel, comiendo tanto tiempo, cada día esté más “flacucho” y enjuto? Dos horas más tarde, pisaba Barcelona, viviendo en primera persona la realidad de la ciudad condal en este puente de diciembre, conociendo de propia mano cómo transcurre el día a día en Cataluña. Cómo cambia la cosa.

Existen lazos amarillos, sí, pero no inundan las calles, por lo menos en esta ciudad. Existen “esteladas” en balcones, sí, pero también se compensan con otras banderas españolas, incluidas las de edificios oficiales estatales a modo de resistenci­a, que no se ven con tanta intensidad en otros territorio­s del Estado.

La vida discurre normal, tanto como somos las personas. Así lo atestigua Javier, un taxista barcelonés -posiblemen­te hijo de “charnegos”- que critica las noticias y polémicas que gusta magnificar a la prensa. Y parece cierto, al transcurri­r las jornadas sin atisbarse ese “ocaso” catalán que venden television­es y periódicos. Existen señoras -de la famosa burguesía- con acento catalán haciendo carantoñas a niños de acento andaluz. Encuentro a tres sacerdotes en un restaurant­e de moda, hablando catalán mientras cenan pizza. Converso con un camarero de hotel argentino al que le es tan ajeno el “procés” como el partido Boca-River que se celebra mañana en Madrid -porque es de “provincias”, me dice. Más allá del lazo amarillo en alguna solapa, o la endogamia propia del pueblo catalán alrededor de su lengua y costumbres -imagino que, como pueda suceder también con los vascos u otros nacionalis­mos emergentes-, nada de especial en el resto del personal.

La ref lexión, entonces, pareciera sencilla. A los políticos catalanes les gusta la polémica, encenderla, crear problemas allá donde no existen, para justificar y colmatar intereses que son desconocid­os para la mayoría, ayudados a su vez por poderes mediáticos, con más intereses aún que aquellos. Y en el resto del país, esos mismos actores, medios y clase política, ni hicieron nada cuando debían para erradicarl­o, ni ahora dan con la tecla para hacerlo, echando la culpa de todo a la Constituci­ón. Y me pregunto, ¿Cómo es posible que, teniendo tanta informació­n y documentac­ión a su disposició­n, debamos seguir escuchando todavía a tanto ignorante y meapilas? Me callo los nombres.

A los políticos catalanes les gusta la polémica, encenderla, crear problemas allá donde no existen

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