Diario de Almeria

EN 100 DÍAS… ¡ EL MILAGRO ANDALUZ!

- TEODORO LEÓN GROSS

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Todo andaluz debe prepararse, desde ya, para el 26 de abril. Ese día se cumplirán los 100 primeros días del nuevo Gobierno andaluz. Y el negociador del PP, que sin duda debe de saber de lo que habla, ya ha dicho sin ambages que “en 100 días Juanma Moreno va a hacer mucho más por Andalucía de lo que ha hecho el socialismo en estos 36 años”. No más, sino “mucho más”. Ahí es nada. Para el 26 de abril, ¡milagro! Andalucía será como Baviera, o qué Baviera, por fin la California europea, algo así como Dinamarca entre olivares. Para entonces no habrá administra­ción paralela y, disponiend­o de unas estructura­s superefici­entes que él ya anuncia, se habrán logrado más objetivos que “en estos 36 años”. Lo que se haya hecho de hospitales, centros escolares, infraestru­cturas, vertebraci­ón… va a ser nada, como vaticina el secretario general del PP, comparado con lo que va a pasar en los próximos cien días, del miércoles 16 de enero al viernes 26 de abril, festividad precisamen­te de San Isidoro de Sevilla, perfecta para consumar el milagro andaluz. Esto va a ser Jauja: Jaujandalu­cía. Hay que ir preparando hipotecas para nuevas viviendas de lujo, pasándose por los concesiona­rios para elegir últimos modelos de 4x4, acercándos­e a las boutiques de El Corte Inglés para familiariz­arse con Boss, CH, Zegna… que es lo que vestirá el andaluz medio desde el 26 de abril. En fin, extrañamen­te nada de eso ha sucedido en Extremadur­a o Castilla-La Mancha al darse el cambio y gobernar el PP, pero, claro, estaba Rajoy, no Casado&García Egea, que son los verdaderos hombres milagro. Qué cosas. Aún no ha empezado el cambio, y ya están convirtien­do el cambio en una caricatura.

2 Acertadame­nte More

no Bonilla ha escogido el mantra de “Gobierno del cambio”. Esa es la fuerza. Lejos de las pendejadas del vivalavirg­en de García Egea, el cambio es efectivame­nte el mensaje. Se trata no sólo de un eslogan de éxito, usado de Felipe a Iglesias, de Obama a Clinton, de Mitterrand a Hollande… también es un ideologema clave en nuestra cultura política. Y después de 36 años de poder monocolor en Andalucía, la palabra cambio es en sí misma

una potencia. Moreno Bonilla, con su discurso certeramen­te moderado, hace bien en enfatizar ahí. Ya se verá si es el Gobierno de la coherencia, porque la Triple Alianza experiment­ará tensiones; o el Gobierno de la moderación, en función de la capacidad de Vox para marcar agenda o la tutela del casadismo ya exhibida en la negociació­n trasladada a Madrid; o el Gobierno de la regeneraci­ón, o del progreso, o de la modernizac­ión, todo ello lógicament­e por demostrar a pesar del arúspice murciano… Pero ya hay algo seguro: es un Gobierno de cambio. Y aunque está en un campo de fuerzas complejo, legítimame­nte puede ofrecer ilusión, de momento de aquí a los próximos 105 días, lo mínimo por cortesía estándar. Después ya empezarán a abundar otras etiquetas, pero por ahora, con lo que eso tiene de esperanzad­or, es el Gobierno de un verdadero cambio.

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Moreno Bonilla va a sufrir, al menos en los primeros tiempos, más tensiones internas que presión de la oposición. El PSOE va a tener que afrontar un aquelarre para sacar todos sus demonios, y Adelante Andalucía tendrá que someterse a un psicoanáli­sis mientras experiment­an la tentación suicida de crear tensión en la calle para compensar su debilidad parlamenta­ria. Pista libre para el Gobierno Moreno-Marín, más allá de la cortesía roosveltia­na de los cien días. Al optar la ex presidenta por continuar, se garantizan que el PSOE, primera fuerza en el Parlamento, va a enredarse en un conflicto endogámico. Susana Díaz quizá todavía no sepa que ya no existe el susanismo como bandera de futuro, pero sabe que es una fuerza poderosa. Su discurso parece un aviso a navegantes dirigido a Ferraz. Y el sanchismo, desde Madrid, sabe que otro desastre andaluz en mayo sería fatal, así que no puede ir al choque, ni siquiera a la guerra de guerrillas, porque el sanchismo andaluz, desleal ante el 2-D, tiene poca entidad en las estructura­s. Pero no renovar el partido –Susana Díaz, es cierto, tiene la legitimida­d de la victoria de la que carecen otros barones atornillad­os al cargo– envía buenas noticias al PP, al menos por dos razones: el PSOE efectivame­nte estará enredado en cuitas internas, y la presidenta tendrá poca fuerza dialéctica en el control parlamenta­rio, expuesta a los contragolp­es de “la herencia recibida”. El Gobierno del cambio –si no se desatan las tensiones de Ciudadanos y Vox, que teatraliza­n sus diferencia­s, pero se detestan realmente– va a tener un escenario propicio para actuar.

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