REINDUSTRIALIZAR, EL ARTE DE LO POSIBLE
EL Ministerio de Industria, la Junta de Andalucía y Cemex, la multinacional mexicana del cemento, firmaban el martes una declaración conjunta para reindustrializar la comarca de Gádor, toda vez que la cementera tiene fecha de caducidad, tras el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) anunciado en el otoño de 2018.
Vayan por delante dos consideraciones previas a todo lo que acontece en torno a es grave problema, no ya para los trabajadores que se van a quedar en el paro, que también, si no por lo que supone para la provincia y su inexorable avance como desierto industrial. La primera tiene que ver con la multinacional mejicana. No ha debido ser nada sencillo tomar una decisión de este calibre, sobre todo cuando hasta hace bien poco la planta de Gádor era clave en su posicionamiento en España y de cara al norte de África. Con la guillotina del ERE pendiendo sobre las cabezas de los empleados, Cemex ha estado siempre abierta a buscar soluciones que acaben o, cuanto menos, minimicen el impacto del cierre de la planta de Gádor. Tanto es así que es una de las tres patas implicadas en la búsqueda de nuevos proyectos para la comarca, además de participar de forma activa en ellos. Nada que objetar.
La segunda tiene que ver con el papel que tanto la Junta de Andalucía como el Gobierno de la nación han desempeñado y están desempeñando en todo este proceso. Quiero creer a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, cuando habla de la disponibilidad de algunos millones de euros recogidos en el Plan Reindus, para abrazar con ayudas todas o algunas de las propuestas que se han puesto encima de la mesa para salvar Gádor. No desdeño, ni mucho menos, la implicación de la Consejería de Empleo de la Junta, con su incondicional apoyo y defensa de los puestos de trabajo.
Pero las cosas y las circunstancias, mal que nos pese, no son tan fáciles como llegar, firmar un protocolo de intenciones y coger el avión de vuelta a Madrid. Ya he vivido situaciones similares, por ejemplo en Carboneras, toda vez que la ministra de Medio Ambiente de entonces, Cristina Narbona, decidió paralizar las obras del hotel del Algarrobico. Como contraprestación hubo un tiempo en que una semana sí y otra también se desplazaron a la localidad ministros y consejeros, se firmaron declaraciones y planes de reindustrialización y, corríjanme si me equivoco. Pero hasta hoy, el hotel sigue paralizado y medio derruido, los puestos de trabajo que se avecinaban nunca se crearon y las empresas prometidas a bombo y platillo aún se esperan en el pueblo. Cuando llegue la primera estoy dispuesto a sumarme a la caravana de bienvenida, como si de un “Bienvenido Mister Marshal” se tratase. Pero mucho me temo que hay que trabajar mucho y duro para sustituir una industria generadora de empleo por otra similar.
Las cosas no son tan fáciles como llegar y firmar un protocolo de intenciones, y las empresas ya no están ahí